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Leticia Gasca: "Hoy una causa del fracaso es no abrazar las tecnologías disruptivas de la Cuarta Revolución Industrial"
Lunes, Diciembre 9, 2019 - 17:19

La directora de Skills Agility Lab y Shaping the Future of Work, se refirió a la actual cultura del fracaso en América Latina y a su evolución. Sin duda, el detonante del fracaso ha cambiado.

La Cuarta Revolución Industrial lo ha cambiado todo. Y es que los emprendimientos y los negocios podrían verse peligrosamente perjudicados, sobre todo, si sus dueños se resisten a invertir en las tecnologías disruptivas.

Como cofundadora de Fuckup Nights y Failure Institute, Leticia Gasca sabe que no adaptarse a las tecnologías fundacionales es una de las principales razones del fracaso en la actualidad. Lamentablemente, muchos emprendedores se resisten a ese cambio o, simplemente, no lo abordan de la manera correcta. 

Entrevistamos a Gasca en INCmty 2019, respecto a la actual cultura del fracaso, los nuevos retos de los emprendedores y la conveniencia de adaptarse a esta Cuarta Revolución Industrial.

-¿Cómo podría describir la actual cultura del fracaso en América Latina?

Creo que estamos en una transición de nuestra cultura del fracaso. Fuckup Nights nació hace ocho años y en ese entonces nadie quería hablar de ello. Pero estamos aceptando que el fracaso es común. Cada vez veo a más personas hablando del fracaso y la verdad me da muchísimo gusto. Aunque algo que me preocupa para América Latina es que las causas del fracaso estén evolucionando. Hasta hace cinco años, nuestras principales causas de fracaso se relacionaban con mala planeación financiera del negocio y problemas entre los socios, pero ahora estamos teniendo una causa muy fuerte: no se abrazan las tecnologías disruptivas de la Cuarta Revolución Industrial. Cada vez más escucho a emprendedores de todo el mundo, sobre todo en América Latina, que fracasaron porque surge una tecnología disruptiva, no la logran abrazar a tiempo y se les cae el negocio.

Les voy a contar un ejemplo: una empresa de Buenos Aires que tenía generaciones y generaciones mapeando extensiones de tierra, una empresa familiar que por décadas hacía lo mismo, de pronto se enfrentó a la aparición de drones y satélites. Entonces, surgieron un par de startups que medían terrenos usando estas tecnologías y en tres meses se murió el negocio familiar. Y como esa, hay un montón de historias más.

Para mí, es muy preocupante, porque en vez de ser una causa de fracaso debería ser un potenciador de la innovación. Los retos en temas de fracaso están evolucionando, pero tristemente. No nos estamos adaptando a estos nuevos cambios. El mayor fracaso que podemos enfrentar en la región, si no empezamos a actuar hoy, es ser víctimas de un desempleo tecnológico brutal.

En este momento, algo que nos protege entre comillas es que tenemos una mano de obra muy barata, entonces, economías tradicionalmente manufactureras no sienten aún la amenaza de la Cuarta Revolución Industrial. Dicen que la mano de obra aún es barata y que aún no va a llegar la automatización, pero no es real. El reto es cómo preprar a todas esas personas que tienen posiciones laborales altamente automatizables. O sea, ¿cómo hacemos para que este proceso histórico sea una oportunidad y no una causa de fracaso masivo en nuestro continente?

-¿Considera que los emprendedores son poco arriesgados? Si es así, ¿cómo arreglarlo?

Tenemos que repensar el contrato social que teníamos hace unas décadas; ya no está funcionando más. Antes teníamos un contrato social en el cual se suponía que el Estado iba a garantizar un cierto nivel de bienestar para todos, y eso ya no puede suceder más. Tenemos que repensar también el contrato social que existía, incluso, entre los grandes corporativos y sus empleados, y lo que signitiva la gig economy para América Latina. Muchas veces el emprendedor se autodenomina emprendedor aunque realmente no lo es; más bien es un integrando de la gig economy que está en una posición extremadamente vulnerable. ¿Por qué? Nuestra actual generación de emprendedores no tiene los beneficios que tuvieron nuestros padres, como el ahorro para el retiro, por ejemplo. Pienso en mis colegas emprendedores e incluso en nosotros mismos, ¿qué va a ser de nosotros?

Creo que hay que repensar ese contrato social de una forma muy seria. En Estados Unidos, desde la crisis de 2008 hasta la fecha, 90% de los nuevos empleos que se han creado son part-time o gig economy; los empleos de tiempo completo casi no están creándose. Eso qué quiere decir: que hay que repensar todo el tema de qué significa ser emprendedor ahora. Si el Estado no garantizará que puedes tener un retiro digno, como emprendedores tenemos que elevar el nivel de la conversación y pensar si nuestra empresa funciona o no. Debemos conocer los riesgos que implica este nuevo contexto.

Ya no es solamente el riesgo de fracasar, sino que es el riesgo de llegar a una edad adulta donde a lo mejor podemos llegar a vivir 100 años o más. ¿Qué significa esa vida de 100 años para el emprendedor? Son temas que no estamos hablando.

-¿Cómo podemos tenerle menos miedo a fallar?

Lo más importante es recordar que el fracaso es mucho más común que el éxito. Si miramos las cifras duras en América Latina, 75% de los negocios fracasa en sus dos primeros años de vida. En otros países es aún más breve. En Argentina, la vida promedio de un negocio es de un año por motivos que ya conocemos.

En el momento en el que quitamos de encima este velo de fantasía de lo que significa ser emprendedor y vemos que en realidad el fracaso es mucho más común que el éxito, creo que se vuelve más fácil lidiar con ellos. Si el emprendimiento en sí mismo es un actividad solitaria, ser un emprendedor fracasado es aún más solitario. Tenemos que hacer equipo, ver que en realidad es común que un negocio no funcione, volvernos más ágiles y aprender a pivotar; esa es la palabra clave al abordar el fracaso. Darnos cuenta rápido que el mercado no está aceptando nuestro producto o servicio, y ver qué hacemos para darle un giro. A lo mejor, utilizar la infraestructura y el conocimiento que ya tenemos para construir algo nuevo.

-¿Qué plazo o margen de tiempo tienen los países para adaptarse a la Cuarta Revolución Industrial, antes de que queden desplazados?

Nada, debimos haber empezado hace cinco años, esa es la realidad. No quiero decir que es demasiado tarde, porque siempre hay tiempo para prepararnos. Uno de los grandes errores que tenemos en América Latina es sentir que la Cuarta Revolución Industrial nos va a llegar en diez años, y eso no es real, ya nos llegó. Vivimos en un mundo hiperconectado e hiperglobalizado; una tecnología disruptiva que se crea en Silicon Valley o en Europa, en menos de un mes ya está en América Latina.

Creo que el gran riesgo que enfrentamos en nuestro continente es que la Cuarta Revolución Industrial pueda incrementar la polarización entre quienes tienen mucho y quienes no tienen nada. Quienes tienen mucho pueden invertir en edición genética para sus hijos, en medicamentos para que su cerebro conecte mejor y sean más inteligentes o estén más enfocados; esto es algo que sucede en Silicon Valley todo el tiempo. La gente toma smart drugs para ser más productivos e inteligentes, aunque eso no es inteligencia. Son drogas carísimas, la mayoría de la gente no las puede comprar. Estamos en un escenario en el que si no nos ponemos las pilas vamos a hacer que esta brecha se vuelva todavía más grande. En cambio, si abrazamos los cambios, esta Cuarta Revolución Industrial puede ser una era de más prosperidad y equidad.

- ¿Qué país o países de América Latina considera que han empezado a trabajar camino a la Cuarta Revolución Industrial?

Creo que ninguno está destacándose por ese trabajo, sin embargo, hay algunos que están haciendo un poco más, como Colombia. Lo que han hecho muy bien es impulsar la economía naranja, las industrias creativas, porque finalmente son el gran potencial de América Latina. En un entorno donde a lo mejor no tenemos los avances tecnológicos a la vuelta de la esquina, porque no somos Silicon Valley y tampoco queremos serlo, queremos destacar el potencial creativo que tenemos como emprendedores. Las industrias creativas lo que nos permite aprovechar ese potencial creativo para generar nuevos modelos de negocio que pueden o no involucrar la tecnología.

Un ejemplo son los videojuegos. América Latina es una gran potencia en la creación de videojuegos, porque para crearlos existe tecnología que ya es accesible y no se necesita una educación universitaria, sino más bien técnica, que en un par de años puedes adquirir. Lo que necesitas es mucha creatividad y eso es lo que nos sobra. Colombia es uno de los mejores ejemplos a seguir.

- ¿Cuáles serían los principales retos que deberían asumir los nuevos emprendedores para evitar el fracaso anticipado?

Estamos en una crisis de falta de pensamiento crítico. Si retomamos la historia de la empresa familiar argentina que fracasó en tres meses, realmente el problema en el fondo era de pensamiento crítico, porque la tecnología estaba ahí. Ellos tenían dinero para adoptar esa tecnología, no era un problema de recursos, sino que un problema de falta de pensamiento crítico para decir: 'este es el futuro y tenemos que abrazarlo, encontraremos a alguien que nos enseñe a usar tecnología satelital y a un piloto de drones'. Creo que a veces son estas habilidades las que nos están haciendo mucha falta, como tomar mejores decisiones, quitarnos sesgos cognitivos y pensar de una manera más objetiva acerca de hacia dónde vamos y cómo prepararnos.

Autores

Josefina Martínez