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Leticia Rodríguez hace historia como DT de un equipo masculino profesional
Jueves, Octubre 26, 2017 - 09:11

Al asumir como entrenadora en Central Español, se convirtió en la primera mujer en Uruguay en adiestrar futbolistas varones.

Cuando iba a la escuela y cuando se metía en los picados con sus primos varones, allá en Colonia, ya tenía claro que el fútbol era su pasión. Era difícil para una niña de 12 años jugar, ya que casi no había equipos y solo existía una categoría, por lo que le tocó jugar con mayores cuando se metió en Real de San Carlos y luego en Juventud de aquella ciudad.

A los 19, le dijo a sus padres que se vendría a vivir a Montevideo. No tenía nada, solo su devoción por la pelota y sus ideas a futuro. Debutó en 2003 en las juveniles de Central Español como volante para defender luego a Independiente, Rentistas, Wanderers, Nacional –con el cual fue bicampeona uruguaya 2011 y 2012– y Peñarol.

Leticia Rodríguez siguió creciendo en el fútbol femenino y entonces fue entrenadora luego de hacer un curso de tres años en el que tuvo como profesores, entre otros, a Gustavo Ferrín y Daniel Bañales.

"Inicié un proyecto de juveniles femenino de sub 16 y sub 18 en Peñarol y ahí empecé como técnica", recuerda Leticia a Referí. Ya en 2012, cuando se fue Obdulio Trasante como técnico, se hizo cargo del equipo algunos partidos, mientras también era jugadora.

Pero lo suyo fue tan interesante que, con el paso del tiempo, Central Español, a través de Leonardo Correa, Alejandro Leguizamón y una comisión de padres, le ofreció ser la entrenadora de la Quinta división pero en la rama masculina, por lo que se transformó en la primera mujer técnica de varones profesionales en Uruguay con un contrato. En juveniles, Central está en la A y no en Segunda, como sí lo está el equipo principal.

A su vez, también es ayudante técnica de Cuarta división en el mismo club, pero comparte su tarea siendo la entrenadora de Miramar Misiones en fútbol femenino.

"Hace dos semanas que estoy en esto con Central y estoy muy agradecida a Leonardo, Alejandro, la comisión y al presidente (Fernando) López que me dieron esta oportunidad", dice.

Y agrega: "Soy la primera, pero espero no ser la última. Esto es un logro, un objetivo cumplido poder llegar al profesionalismo con varones. Es romper muchas barreras, porque hay un tema de género que lo sufrimos mucho".

Para pagarse el curso de técnica y sus gastos diarios, trabajó de todo. Fue niñera, repartió productos de limpieza puerta a puerta. Fue empleada de Fripur y cuando se fue, se compró una moto y fue delivery repartiendo pizzas, empanadas y trabajando en una farmacia.

"Vivía en una pensión y debía ganarme la vida. Así empecé en Montevideo mientras al mismo tiempo jugaba al fútbol", recordó.

Pero no se conformó solo con eso. También realizó el curso de árbitro con Ernesto Filippi y se recibió, aunque nunca ejerció. De lo que sí se acaba de recibir es de asesora arbitral AUF, lo que antes se llamaba veedor.

Por si faltara algo, hoy participa de un taller de prevención de lesiones y entrenamiento funcional que sirve para la preparación física.

"Mis jugadores ven con normalidad el hecho de que una mujer sea su entrenadora. Existe un respeto total y creo que vamos a seguir rompiendo barreras porque la discriminación viene desde hace tiempo y los gurises de hoy son los que menos discriminan, los más acostumbrados a los tiempos de cambio y te tratan como a un par", explica.

Claro que ya hace ver su impronta. "Los jugadores tienen marcados los límites. Si no cumplen con su trabajo, tienen que cumplir trabajos diferenciales. Si llegan tarde sin avisar o si faltan a un entrenamiento, no juegan. Ya tuve alguna 'estrella' en el banco", afirma.

Entiende algunas diferencias futbolísticas entre hombres y mujeres: "Se notan más que nada en lo físico. Las chicas son más emocionales y los varones más temperamentales. Ellas tienen menos dinámica y velocidad, y la técnica es distinta".

Reconoce que lo más difícil es tratar con los padres de los futbolistas. "Sin dudas que los padres son los más complicados a la hora de trabajar, porque muchas veces ellos ven futuras estrellas en sus hijos. No quieren que los técnicos les pongamos los puntos sobre las íes".

Sus padres la siguen "a morir". Según dice la alentaron "de entrada y están superorgullosos. El apoyo de la familia es fundamental".

A sus 33 años, ella, como sus padres, se siente "orgullosa por llegar a donde nadie había llegado hasta ahora. Yo nací para esto. La manera de llegar a una meta es la constancia, estar preparado para cuando se presente la oportunidad". Y ella lo estuvo.

Autores

Marcelo Decaux/ El Observador