Las leyes de la mayoría de los países estipulan que al cumplirse 70 años de la muerte de un creador, su obra pasa al dominio público a partir del 1° de enero de ese año.
Las obras artísticas de Edvard Munch, pintor de "El grito"; Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito; Ian Fleming, creador del agente James Bond; el músico de jazz Glenn Miller; Wassily Kandinsky, Piet Mondrian y Flannery O'Connor, entre otros, entraron en enero al dominio público, al cumplirse 70 años de sus muertes, reconfigurando nuevas formas de circulación y reavivando debates sobre los derechos de autor y la propiedad intelectual.
Las leyes de la mayoría de los países estipulan que al cumplirse 70 años de la muerte de un creador, su obra pasa al dominio público a partir del 1° de enero de ese año.
En 2015, el copyright venció y el mundo tendrá acceso libre a obras de dos gigantes del arte abstracto del siglo XX, al pintor de uno de los cuadros más reproducidos del mundo, al autor de uno de los libros infantiles más traducidos y al creador del agente del Servicio Secreto más famoso del planeta.
52Durante 2014 alrededor de "El Principito" y en todo el mundo se activó una maquinaria de ediciones y merchandising justamente porque se venía el año de la liberación. Pero, los sobrinos de Antoine Saint-Exupéry -previo culebrón testamentario- lograron convertir en marca registrada los dibujos originales y a cada uno de los personajes de la obra, desde el pequeño príncipe hasta la rosa.
"Le Petit Prince", tal es su título original, obra clave para varias generaciones que se publicó por primera vez en Estados Unidos en plena Segunda Guerra Mundial y recién en Francia en 1946 durante la Liberación, fue traducido a más de 180 lenguas y dialectos y tiene más de 80 millones de ejemplares vendidos.
"Hasta el 31 de diciembre de 2014, los derechos exclusivos en español los tenía Emecé por convenio con el sello francés Gallimard, ahora pasó a dominio público pero la traducción de Bonifacio del Carril nos pertenece", dijo a Télam Alberto Díaz, de Planeta e histórico editor de la obra en Argentina.
La característica central de la traducción de Del Carril es nada más y nada menos que el título: El principito fue su creación y, por varios años más, su marca registrada. "En todos los idiomas es El pequeño príncipe, en la única que aparece en diminutivo es en castellano. Se puede poner el título pero tienen que pagar derechos por la traducción", aclara Díaz a Télam.
Pero no sólo eso: "El Principito está ilustrado por el propio autor, las ilustraciones son parte del libro, son varias generaciones que se formaron con ese formato, si se cambia se está traicionando la lectura de mucha gente", dice Díaz, algo que retrotrae al revuelo reciente en las redes sociales tras el anuncio de la versión del dibujante Nik, que acaba de lanzar el sello Catapulta.
"Está bien que circulen otras ediciones, pero una cosa es que ilustres un libro y otra son los plagios de las ilustraciones para hacerlas con otro estilo", sostiene Díaz, algo que durante más de 70 años cuidó Gallimard, la editorial francesa -que por estos días no emitió ni una palabra sobre la liberación de derechos- con estrictas reglas para mantener los dibujos y el color tal cual.
Este año también se liberaron los derechos de las obras del pintor judío alemán Felix Nussbaum; la poeta vanguardista inglesa Edith Sitwell; el poeta, editor y fundador del movimiento futurista, el italiano Filippo Tommaso Marinetti y la bióloga marina estadounidense Rachel Carson cuyos escritos jugaron un papel fundamental en el desarrollo del movimiento ambiental mundial.
"Cuando un autor se muere, salvo que sea muy grande, comienzan a declinar sus ventas, pasa al olvido. Durante 70 años los herederos pueden vivir de eso y cuando pasa a dominio público pueden reciclarse, está correcto ese tiempo, sobre todo con autores de mediana fama o venta", explica Díaz.
En Argentina, sin embargo, no se libera del todo. "Es uno de los pocos países del mundo que no tiene dominio público puro, sino que es fruto de un decreto de ley de la dictadura en 1958 donde la obra pasa al dominio público pagante, no se libera totalmente, sino que se debe pagar un porcentaje que administra el Fondo Nacional de las Artes. Si bien no hace falta pedir autorización, no se abarata el acceso", dijo a Télam Beatriz Busaniche, magister en Propiedad Intelectual (FLACSO) y miembro de la Fundación Vía Libre.
La antigüedad del decreto reaviva el debate sobre la propiedad intelectual y las nuevas formas de circulación en la era virtual. Si bien para que las obras circulen en un proyecto no lucrativo no es necesario pagar, para ganar dinero se debe abonar un 0,5 por ciento del precio de tapa, dinero que se utiliza para becas, subsidios y premios para fomentar la obra de jóvenes autores, en el caso de la literatura.
Desde "Vía Libre", una fundación que aboga por la difusión del conocimiento y el desarrollo sustentable en el movimiento del Software Libre, reclaman por la abolición de este dominio público pagante, que en países como Brasil fue eliminado en 1998.
"Son obras que deberían estar disponibles, gratuitas y que son parte del acervo cultural común, en este sentido cualquier precio que se pague es alto. Sea el monto que sea, pagar es un despropósito", recalca la especialista.
La libertad abre nuevos sentidos, invita a buscar rescates literarios y a una circulación por canales distintos, pero también trae debates necesarios para discutir leyes de antaño, propiedades intelectuales y apropiaciones de obras, derechos y obligaciones.