Ingenieros de la Universidad de Stanford desarrollaron un material plástico que puede detectar la presión y comunicársela a una célula cerebral. El hito es un primer paso hacia la incorporación del sentido del tacto a las prótesis.
Una década pasó la profesora de Ingeniería Química de la Universidad de Stanford, Zhenan Bao, intentando desarrollar un material que imitara la flexibilidad de la piel y su habilidad de sanar. La idea era, además, que funcionara como un sensor que enviase información de tacto, temperatura e, incluso, dolor al cerebro. Recientemente, la investigadora logró un paso adelante en su objetivo.
Según reportó la revista Science, Bao, junto a un equipo de 17 personas, logró desarrollar un material plástico que replica al menos un aspecto del sentido del tacto: la presión, el mecanismo que nos permite distinguir entre una caricia débil y un apretón de manos. Las aplicaciones de dicha tecnología podrían cambiar la forma en que las personas se relacionan con las prótesis, permitiéndoles percibir y diferenciar dichas sensaciones. Para mostrarlo, la Universidad de Stanford realizó un video en que detalla el funcionamiento del material.
La profesora Bao, cuyo equipo ya había descrito cómo el plástico podía ser usado como un sensor de presión, dice que “esta es la primera vez que un material flexible y parecido a la piel ha sido capaz de detectar la presión y transmitir la señal a un componente del sistema nervioso”.
La investigadora también había estado trabajando en el desarrollo de elementos electrónicos flexibles que se pudiesen doblar sin romperse. Para este proyecto, su equipo trabajó con trabajadores de PARC, una compañía de Xerox, cuya tecnología consiste en depositar circuitos flexibles en el plástico.
Para probar que la señal electrónica podía ser reconocida por una neurona biológica, los investigadores adaptaron una técnica desarrollada en la misma Universidad de Stanford, llamada optogenética. Desarrollada por el profesor de Bioingeniería Karl Deisseroth, dicha tecnología permitió desarrollar una línea de neuronas que estimularían una porción del sistema nervioso: tradujeron las señales electrónicas de presión, para activar las neuronas, probando que la piel artificial podriá generar un mensaje sensorial que fuera compatible con las células nerviosas.
Según Bao, la optogenética sólo se utilizó como una prueba experimental del concepto, pero otras formas de estimular los nervios tambión podrían usarse en prótesis reales. Justamente, otro trabajo de su equipo busca demostrar que la estimulación de neuronas con pulsos eléctricos también esposible.
“Aún tenemos mucho trabajo para lograr que esto pase de aplicaciones experimentales a prácticas”, aclara Bao, “pero después de pasar muchos años en este trabajo, ahora veo un camino claro hacia dónde podemos llevar nuestra piel artificial”.
La visión de su equipo incluye el desarrollo de diferentes sensores para replicar, por ejemplo, la habilidad de diferenciar texturas o temperatura. Todo eso, reconoce Bao, llevará tiempo, pero hoy tales metas están mucho más cerca. Y, sobre todo, no parecen un sueño.