Por Silvia Martins, directora de la práctica Salud y Bienestar en BCW Perú.
Desde que inició la pandemia de la COVID-19 uno de los grandes anhelos globales ha sido contar con una vacuna eficaz y segura, que nos ayude a protegernos del virus y nos permita, ahora sí, pasar la página y volver a la “normalidad” (como sea que esta se entienda a partir de ahora).
Sin embargo, una vez superada la colosal hazaña científica de desarrollar en tiempo récord una vacuna contra la COVID-19, nos topamos con otros retos casi igual de mayúsculos: 1) lograr que la vacuna llegue a la mayoría de las personas, sobre todo a las más vulnerables, y 2) movilizar a la población a vacunarse de forma ordenada.
El primer objetivo amerita, además del esfuerzo logístico y financiero, un plan de comunicación sólido, con mensajes y protocolos claros para el personal involucrado en todos los procesos (desde la recepción hasta la aplicación de las vacunas y el seguimiento de los posibles efectos adversos), a fin de que transcurran de manera fluida.
Ahora bien, el segundo objetivo supone transmitir tranquilidad y confianza a la población, en medio de un contexto pandémico de incertidumbre y angustia generalizadas. Por ello no basta con anunciar que llegarán las vacunas: se debe proporcionar a la población toda la información que necesita para actuar.
Es decir, se debe comunicar de manera muy clara quiénes podrán acceder a las primeras dosis, dónde se aplicarán, qué protocolo deben seguir, cuándo podrán asistir a los centros de vacunación, cómo deben prepararse, etc.
De esta manera, se evitarán situaciones como las que observamos hace unas semanas cuando la gente, aterrada (y con razón) por la muerte de una niña a causa de la difteria, corrió en desbandada a los centros de salud a vacunarse, con el consecuente riesgo de contagio que eso provocó.
Entonces, ¿qué se puede hacer? Lo primero es crear contenido atractivo, sencillo y fácil de entender y compartir, y considerar múltiples canales; los digitales, por supuesto, pero también otros más tradicionales, como radio y televisión, de modo que no se excluya a las personas que no tengan acceso a plataformas virtuales.
Así mismo, es esencial poner a disposición de los ciudadanos mecanismos de consulta amigables, que les permitan resolver todas sus dudas, y activar redes de aliados conformadas por empresas, ONGs, universidades, líderes de opinión, influencers, profesionales de la salud, etc., que contribuyan a amplificar la información.
Por último, es esencial monitorear permanentemente los canales de comunicación e identificar de manera oportuna los rumores o informaciones falsas que estén circulando, para cortar su propagación de inmediato.
El desafío puede resultar abrumador, pero estamos ante una oportunidad como pocas de usar la comunicación de salud en beneficio del país.