Por Maribel Ramírez Coronel, Periodista en temas de economía y salud para El Economista.
La existencia de los medicamentos genéricos tiene su razón de ser. Sus precios más económicos permiten generalizar su uso y acceso a todos los que requieren tratamiento.
Con los innovadores no es posible un uso generalizado debido a sus altos precios. Los laboratorios de innovadores hacen grandes inversiones en investigación y desarrollo, y para recuperar esa inversión cuentan con la protección de patente que les da exclusividad de venta por 20 años. Pero el acuerdo en todo el mundo es que una vez transcurrido ese periodo, hay que extender su uso para cubrir a todos los que lo necesitan. Ese es el espíritu de los genéricos.
Pero como los innovadores permanecen en el mercado aun después de vencida la patente, hay constantes y fuertes pugnas. Las compañías productoras de genéricos enfrentan múltiples dificultades para llegar al mercado. Y eso sucede en todos los países, en algunos más que otros.
En México la apertura a los genéricos es un hecho sobretodo en la última década, y su impulso se dio junto con el fortalecimiento del regulador sanitario Cofepris cuyo nivel de exigencia para garantizar seguridad, eficacia y calidad de cada nuevo medicamento que sale al mercado es reconocido internacionalmente. Gracias a ello el sector salud ha bajado costos de muchos tratamientos.
Sin embargo, hay segmentos donde los genéricos aún van muy cuesta arriba; uno de ellos es antiretrovirales donde los innovadores ya sin patente siguen rigiendo con todo y sus altos costos. Debo decir que en este mismo espacio cuestionamos hace poco el genérico de un antirretroviral que había sido aprobado por el Consejo de Salubridad General haciendo eco del temor de organizaciones de pacientes con VIH que lo consideraban riesgoso por el cambio del fumarato por el succinato como base para la combinación y reclamaban estudios, pero en los hechos se ha ido comprobando en otros países la eficacia del genérico sin importar si va con fumarato o con succinato.
Ahondando en la información hemos confirmado que es un tratamiento que ha entrado como genérico con gran éxito en varios países, incluidos de primer mundo como Reino Unido, donde el sistema público lo ha introducido con éxito y aceptación de los pacientes.
Hablamos del genérico de Truvada, una gran estrella que le significó a su dueña la californiana Gilead Science ingresos por más de US$ 3.000 millones. En México es comercializada por Laboratorios Sthendal.
En abril, Cofepris le dio banderazo de salida al genérico de esta terapia, una eficaz combinación de emtricitabina con tenofovir.
En México el proceso para su entrada va lento. El Consejo de Salubridad General ya lo subió al cuadro básico pero tiene que ser incluido en las guías médicas. En particular en Conasida los expertos que deciden no le dan celeridad al ingreso de este genérico, cuando podrían ahorrarse más de 200 millones de los 1.200 millones de pesos (US$ 58,8 millones) que destinan a antirretrovirales. Las empresas que traen el genérico, la farmacéutica Sandoz - brazo genérico de la suiza Novartis- y la mexicana Landsteiner, temen que esa lentitud podría impedirles entrar en las licitaciones de fin de año para el abasto de 2019.
El reto es hacer consciencia entre los pacientes que de verdad no hay problema para su salud, que tienen todo el derecho de exigir el mejor tratamiento, pero no forzosamente el más costoso, pues hay opciones más económicas con la misma eficacia. Si es posible estirar un poco la cobija para que alcance a tapar a otros pacientes, ¿por qué negarse? Rol primordial juegan los médicos porque luego son los primeros que no confían en los genéricos, con quienes también falta mucha labor de concientización.