Por Alejandra Mustakis, Presidenta ASECH y Directora iF
No cabe duda que Donald Trump llega a la presidencia de Estados Unidos con un sentimiento de individualismo muy marcado. En sus primeros días, se ha encargado de entregar señales respecto a que el país quiere –en muchos aspectos- seguir avanzando solo y sin la ayuda de otros. Por poner algunos ejemplos concretos, ya por todos conocidos, firmó una orden para retirar a EE.UU. del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica y tiene dentro de sus promesas deportar masivamente a los inmigrantes ilegales, construir un nuevo muro en la frontera con México y endurecer las relaciones con Cuba y con Venezuela.
En este mundo súper globalizado, Trump nos está entregando a los países Latinoamericanos una oportunidad nunca antes vista de transformarnos en una gran potencia mundial y competirle en el futuro de igual a igual. Sin embargo, esto sería imposible de hacer si no nos unimos. En un planeta cada vez más pequeño, el impacto de las tecnologías está generando nuevos retos para los países y en muchos casos la diversidad es la respuesta. Y es que los países deberían ser un reflejo de la diversidad imperante en el mercado y por tanto éste es un asunto no solo políticamente correcto, sino una prioridad estratégica de toda nación que se quiera destacar.
Conseguir entonces la colaboración es uno de los retos fundamentales de los países, pues solo en base a ella podrán conseguir creatividad e innovación. La colaboración es la fuerza que permite que el cambio sea rápido y define la línea que separa el éxito. Durante los últimos años países latinoamericanos como Chile, México, Perú, Argentina o Brasil, entre otros, han cobrado un papel fundamental en estas materias.
Incubadoras, fondos de inversiones, ecosistemas de emprendimiento y cambio en la visión de políticas públicas por parte de los gobiernos, han generado el ambiente adecuado para situar a varios del continente como uno de los principales focos de ésta materia en el mundo, y con mucho menos recursos que lo que lo han hecho los países desarrollados. Es importante entender que si nos unimos y entendemos la importancia del apoyo del uno con el otro, también en desarrollar emprendimientos sociales, podemos ser mucho más poderosos.
Nuestro continente tiene una población de aproximadamente 600 millones de habitantes, que comparten idiomas, exceptuando Brasil, culturas e historias similares. Latinoamérica está viviendo un momento muy interesante, donde converge un período de bonanza económica con una bastante aceptable estabilidad política e institucional. Esto coincide a su vez, con que los países emergentes están jugando un papel fundamental en el panorama innovador y tecnológico del futuro próximo.
Si nos planteamos con este ambicioso objetivo común, deberemos desarrollar un ecosistema emprendedor competitivo unidos, con la cooperación de las partes que permita entregar las herramientas públicas y privadas para que las innovaciones prosperen. Esto implica un profundo trabajo, pero es una oportunidad única que tenemos los Latinoamericanos de competir de igual a igual con los “dominantes del momento”. Tenemos en Latinoamérica el talento para hacer cualquier cosa. No necesitamos que EE.UU. nos venga a decir qué hacer.