Puede ser que muchas personas que se caracterizan por un rostro ruborizado tienen rosácea y no lo saben. Es una enfermedad que se oculta, por lo que resulta clave la opinión de un dermatólogo.
La otra cara de un rostro con colores bien combinados es la rosácea, una condición crónica, inflamatoria, que habitualmente es manejable y con ciertos cuidados se logra tener bajo control, evitando que progrese.
Sin embargo, en un buen número de casos, se transforma en una enfermedad rebelde y que requiere de tratamientos especiales.
La tenue frontera es cuando esa cara que fácilmente se pone roja por estímulos externos, va manteniendo ese color púrpura por más tiempo y comienzan a aparecer algunos granitos inflamados dolorosos (pápulas y pústulas), a lo que se suman algunas alteraciones en los contornos de la nariz (rinofima) e, incluso, se genera compromiso ocular.
"Como es una enfermedad multifactorial y con un patrón hereditario, lo esperado es que siga existiendo, la prevalencia promedio a nivel mundial es de 10% aproximadamente. A medida que las investigaciones nos vayan entregando más información acerca de los diversos factores involucrados en su génesis, podremos entregarles más herramientas a los pacientes para poder manejarla y, eventualmente, curarla", apunta la doctora Claudia Ramírez.
Las personas que tienen rosácea deben evitar los factores que agravan su enfermedad, que -básicamente- son nueve: cuidarse de la exposición solar, evitar los cambios bruscos de temperatura, el estrés, la ingesta de alcohol y bebidas muy calientes, al igual que comidas a alta temperatura, aliños, fármacos vasodilatadores, el ejercicio físico muy intenso y elementos irritantes en la piel (desmaquillantes y otros en base a alcohol o abrasivos).
"Como el fotodaño es un factor de riesgo para desarrollar rosácea, el hecho de que en la actualidad haya más conciencia con respecto al uso de fotoprotectores tanto en niños como en adultos, nos podría hacer pensar que la incidencia pueda ser menos severa en un futuro cercano, especialmente si la comparamos con nuestras pacientes adultas de -por ejemplo- 50 ó 60 años que tuvieron una infancia con mucha exposición solar", señala la experta.
Por ello, las principales sugerencias para las personas que enfrentan esta enfermedad es que usen productos para piel sensible (tanto de limpieza como hidratantes) y que eviten al máximo el sol, no sólo con fotoprotectores con SPF sobre 30, sino que también no exponerse directamente entre 12:00 y 15:00 horas.
Sin embargo, lo más importante es la visita a un dermatólogo.
"Hay muchos casos en que una cara roja indica rosácea y no se sabe. Las personas con más posibilidades de estar afectadas por esta enfermedad son más mujeres que hombres, de piel clara y que están entre los 30 y 50 años de edad", precisa la facultativa.
Una de las formas más frecuente de esta enfermedad es la eritemato-telangectásica (cara roja), caracterizada por episodios en que el rostro se pone púrpura de manera abrupta y transitoria (flushing) ante ciertos estímulos, enrojecimiento persistente en la zona central de la cara y por la presencia de pequeños vasos sanguíneos visibles (telangectasias).
Los cambios vasculares en la piel son los responsables de las lesiones de este tipo de rosácea.
Como se trata de una enfermedad un tanto escondida, el punto más eficiente para enfrentarla es la opinión del dermatólogo. Será el especialista quien determine los pasos a seguir y evaluará el mejor tratamiento.