Aunque los candidatos apoyan el consenso económico promovido por Lula, la aspirante oficialista, Dilma Rousseff, podría promover un estado más expansivo, a diferencia de su rival, José Serra.
Brasil. La elección presidencial de octubre en Brasil parece la menos amenazante para la estabilidad económica en 25 años, pero diferencias vitales entre los principales candidatos implican que mucho estará en juego para negocios e inversores.
Siete años de prosperidad y estabilidad bajo el popular presidente Luiz Inácio Lula da Silva han establecido un nuevo consenso económico que ninguno de los dos candidatos favoritos quiere romper.
Tanto la jefa de Gabinete de Lula, Dilma Rousseff, como el gobernador del estado de Sao Paulo, José Serra, del opositor PSDB, están comprometidos con los principios de una tasa de cambio flotante, metas de inflación y superávit presupuestario primario que cimentaron el renacimiento económico de Brasil.
Eso es un alivio para los empresarios, que asociaban las elecciones en Brasil con una intensa incertidumbre en tiempos de hiperinflación y crisis económica en la década posterior al retorno de la democracia al país, en 1985.
"Las elecciones ya no son el fantasma que solían ser. Quienquiera que gane, habrá una cierta continuidad", dijo Claudio Miccieli, director ejecutivo de Giraffas, una cadena de 300 restaurantes de comida rápida.
Lula, a quien la ley impide candidatearse a un tercer período consecutivo, ayudó a forjar un mínimo consenso sobre política económica en Brasil al abandonar algunas propuestas izquierdistas en favor de políticas de mercado tras asumir el poder en el 2003.
Diferencias. Pero pese a una economía en expansión, sus críticos dicen que no logró sortear las barreras para el crecimiento, como la burocracia estatal y una educación deficiente.
Rousseff, que aparece bastante detrás de Serra en las encuestas de opinión, tiene mucho en común con su rival, incluyendo su pasado como activistas de izquierda durante la dictadura militar, entre 1964 y 1985.
Ambos son economistas, favorecen una fuerte regulación gubernamental y carecen del obvio carisma que le permitió a Lula hacer alianzas cambiantes con legisladores tendientes a la corrupción.
Aún así, importantes diferencias entre la precandidata del gobernante Partido de los Trabajadores (PT) y el precandidato del opositor Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) podrían cambiar significativamente el clima de inversiones en el país.
Rousseff podría adoptar un papel más expansivo del Estado, tendencia que comenzó a notarse durante la crisis financiera global.
La ex guerrillera ayudó a redactar un proyecto de ley que actualmente en el Congreso y que apunta a aumentar el control estatal sobre enormes reservas de petróleo recién descubiertas y apoyó planes de Lula para expandir los bancos estatales.
En contraste, Serra autorizó la venta del banco Nossa Caixa del estado de Sao Paulo. Su partido centrista, que privatizó compañías estatales ineficientes en la década de 1990, advirtió que el proyecto de ley de petróleo de Lula reduciría la inversión privada.
"Mientras que una administración de Rousseff probablemente extendería la estrategia del gobierno actual de depender aún más de las empresas estatales, un gobierno de Serra probablemente se apoyaría más en inversiones privadas", afirmó la consultora Eurasia Group en un informe.
Presupuesto, moneda y tasas. Serra es visto como alguien que mantendría un presupuesto más ajustado y lograría un aparato estatal más eficiente que Rousseff, que quiere modernizar el Estado aunque sin reducir su tamaño ni tampoco los beneficios de los funcionarios.
"Serra sería más estricto en el presupuesto", dijo Roberto Piscitelli, profesor de finanzas de la Universidad de Brasilia.
Recortes de gastos podrían ayudar a Serra a bajar las tasas de interés y combatir la moneda fuerte, el real, dijeron asesores. "Será afirmativo sobre la moneda y las tasas de interés", dijo Luiz Paulo Vellozo Lucas, un experto en política económica del PSDB.
La tasa referencial de interés cayó fuertemente en 2009, pero a 8,75% continúa siendo una de las más altas entre las grandes economías del mundo. Eso ayudó a impulsar una apreciación de 34% en el real ante al dólar en 2009 y podría acortar el superávit comercial en 2010.
Rousseff ha dicho que el Banco Central debería considerar el crecimiento económico y el aumento de los empleos a la hora de establecer y perseguir sus metas de inflación.
Serra parece ser el candidato preferido por los inversores. Un sondeo realizado en diciembre por la consultoría MCM en Sao Paulo mostró que 73% de sus 154 clientes apoyaría la candidatura presidencial de Serra y que sólo 5% votaría por Rousseff.
"Serra no es el candidato soñado por los mercados, pero es el preferido", dijo Ricardo Ribeiro, analista político de MCM.
En cuanto a la política exterior, Serra enfriaría los lazos de Brasil con adversarios de Estados Unidos, como el presidente venezolano Hugo Chávez y el iraní Mahmoud Ahmadinejad.
También tendría una línea más dura en disputas comerciales con países vecinos, donde, según los críticos, Lula ha sido muy flexible.
"Serra sería más duro, actualmente estamos cediendo en todos los términos", dijo José Augusto de Castro, director de la Asociación de Comercio Exterior en Río de Janeiro.