Según especialistas, en el país existe una idea de que los medicamentos de marca son de mejor calidad, a pesar de la diferencia de precio.
Antes de escribir este artículo hicimos un ejercicio. Llamamos a cuatro farmacias al azar para preguntar por su oferta de acetaminofén. En todas había dos caminos para elegir: Dólex, la marca más conocida, producida por la multinacional GlaxoSmithKline, y una baraja de medicamentos genéricos. La diferencia de precio era notable: mientras el costo de diez píldoras de Dólex bordeaba los $5.000 (US$ 1,7), la misma cantidad, pero de otra marca, oscilaba entre $1.000 y $3.000 (US$ 0,3 y 1). “¿Qué nos recomienda?”, preguntamos a los vendedores. Tres de ellos respondieron de inmediato que Dólex. “Es el original”, “es mucho mejor”, “para qué le voy a decir que no, el mejor es ese”, fueron sus respuestas. Sólo uno dijo algo diferente: “Son lo mismo. Cualquiera que elija va a tener el mismo efecto”.
Esas respuestas no resultan sorprendentes en Colombia. Como dice el doctor Óscar Andia, director del Observatorio del Medicamento de la Federación Médica Colombiana (Observamed), en el país “hay un imaginario, tan arraigado como falso, de que las marcas son de mejor calidad”. Una buena muestra de eso es que, inclusive, las personas encargadas de vender medicinas prefieran recomendar esa opción. La otra evidencia son las cifras de consumo de acetaminofén en pastillas en los últimos años. Entre 2012 y 2017, los colombianos gastaron $1,4 billones (US$ 495 millones) en este medicamento. El 11,9 % de ese dinero correspondió a compras de genéricos. El 62,5 % a compras de Dólex. El resto a acetaminofén de “otras marcas”.
Los datos corresponden al Observamed y plantean una discusión de fondo que desde hace mucho tiempo se ha dado en el interior del mundo médico y farmacéutico: ¿por qué si hay medicamentos genéricos mucho más baratos seguimos prefiriendo los más caros?
Responder esa pregunta no es fácil, pero hay varias prácticas que las autoridades de salud han intentado combatir. Una de ellas es, como lo dice la Organización Mundial de la Salud (OMS), que la industria farmacéutica ha hecho esfuerzos para desacreditar los medicamentos genéricos. “Lo usual es que se estigmatice a los genéricos mostrándolos como alternativa ‘para pobres’ y de mala calidad”, se lee en su página web.
Ese descrédito y el arraigado imaginario que hay entre la población ha creado una suerte de mitos sobre estas medicinas, pese a tener la misma efectividad que las de marca. El Invima ha intentado explicarlo una y otra vez a través de campañas, pero no siempre han surtido efecto. En una de ellas trataba de combatir los principales imaginarios que prevalecen entre los colombianos. “Los genéricos cuestan mucho menos que los de marca —en algunos casos entre 60 % y 80 % menos—, pero son igual de eficaces y confiables”, precisaba. “Cuestan menos porque no incluyen los costos de investigación y desarrollo o los costos de las patentes. Adicionalmente, sus fabricantes gastan menos en publicidad y promoción”.
También aclaraba una preocupación que suelen tener quienes necesitan un medicamento. ¿Son seguros? “Sí. Dado que tienen los mismos ingredientes activos y el mismo mecanismo de acción que los medicamentos de marca, tienen el mismo perfil de seguridad. Los genéricos se fabrican con altos estándares de calidad”, advertía el Invima.
Sin embargo, explica Andia, poco pueden hacer unos afiches del Invima frente a las estrategias de algunas casas farmacéuticas que “ofrecen una sinfonía de presentaciones e indicaciones. Las campañas a favor de los genéricos son mínimas e insignificantes frente a la presión mercadotécnica”.
Los registros que tiene en su base de datos parecen demostrar que se necesitan más esfuerzos para que los colombianos confíen en estas medicinas que pueden ahorrarle al sistema de salud una buena cantidad de recursos. Para volver al ejemplo del acetaminofén, quizás el analgésico más popular desde que salió al mercado en la década de los 50, los números muestran que el año pasado se vendió la misma cantidad de píldoras de genéricos que de Dólex. En el primer caso se compraron 9.777.000 unidades que costaron un poco más de $42.000 millones (US$ 14,8 millones). En el segundo, 9.081.000 unidades cuyo precio superó los $165.000 millones (US$ 58 millones). En 2016 esos dígitos fueron mucho más altos. Más de $188 mil millones (US$ 66,4 millones) en el caso del Dólex, y alrededor de $36 mil millones (US$ 12,7 millones) en el otro.
¿Por qué? Un par de factores influyeron notablemente: las epidemias del zika y del chikunguña. El mosquito Aedes aegypti, transmisor de esos virus, además de haber mostrado que las autoridades de salud aún tienen una larga batalla que ganarle, pusieron en evidencia algo que se preveía: los colombianos no saben consumir acetaminofén.