Investigadores de la Universidad Estatal de Georgia confirmaron que virus como los de la gripe y el SARS pueden mantenerse activos infecciosamente en peluches de goma hasta 24 horas.
Rodrigo Lara Serrano / Cluster Salud. Ya atardece. Usted y su hijo miran hacia el patio común del edificio cómo aquel vecinito moquiento, no por nada es pleno invierno y si el sol se travistiera de luna nadie se sorprendería demasiado, intenta descabezar arbustos con su espada-láser de plástico. Por suerte los arbustos llevan decenas de miles de años sintonizados con “La Fuerza” y el pequeño darthvadercito les arranca si apenas algunas hojas perennes antes de agotarse. Luego, algo ocurre (tal vez el aroma de ese budín o torta que su suegra trajo y sirve en la cocina), se alejan de la ventana y olvidan del asunto. Hasta el día siguiente en que, de paso por el jardín, descubren que la espada-láser yace sobre el césped. Su hijo corre, la levanta y la mueve haciendo un arco en el aire: ¡¡Ziuuum!!, murmura y ambos se ríen. Dos días más tardes, hay menos risas: él tiene 38,5 Celsius.
La razón no está en el fallo de un escudo deflector imaginario, sino en el hecho de que ciertos virus, como la gripe, pueden sobrevivir en los juguetes de los niños el tiempo suficiente para entrar en contacto con ellos y colocarlos en riesgo de contraer enfermedades infecciosas.
Es una idea no demasiado original, pero, -por otra parte- algo risible: ¿un oso de peluche o un puñado de bloques de lego pueden transmitir en serio una enfermedad? ¿no nos estaremos pareciendo al billonario Howrd Hughes, famoso por su fobia a tocar nada que no hubiera sido limpiado cinco minutos antes?
Un grupo de investigadores de la Universidad Estatal de Georgia, decidió probar el tiempo que un virus podría sobrevivir en piezas de juguete de plástico flexible: una rana de aquellas que si se apretan, cróan o chirrian. Pues bien, fueron capaces de recuperar viriones infecciosos (partículas virales completas) desde el juguete hasta 24 horas después de la contaminación del mismo, en un ambiente con el 60% de humedad relativa, y hasta 10 horas en uno con un 40% de humedad relativa.
Estos hallazgos muestran que ciertos tipos de virus con envoltura podrían sobrevivir en los juguetes el tiempo suficiente para dar lugar a exposiciones y contagios eventuales. Los virus envueltos tienen una capa protectora externa que los puede ayudar a sobrevivir e infectar otras células. Ejemplos de tales virus incluyen a los de la gripe y los coronavirus, tales como el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS) o Síndrome Respiratorio Oriente Medio (MERS).
”La gente realmente no piensa en contagiarse de virus provenientes de los objetos inanimados”, dice el autor principal del proyecto, Richard Bearden II, quien tiene una maestría en ciencias en biología de la Universidad Estatal de Georgia. “Piensan en contagiárselos de otras personas”, pero resulta que “los niños son vulnerables a contraer enfermedades infecciosas, ya que ponen sus manos y objetos extraños en boca, y sus sistemas inmunológicos no están completamente desarrollados".
Debido a ello, los juguetes pueden ser un importante canal para la transmisión de enfermedades virales en los niños. Estudios previos han encontrado contaminación viral de los juguetes compartidos en guarderías, oficinas y hogares del médico. En particular, los juguetes en las áreas de juego comunes en entornos de atención médica han sido implicados como vehículos de brotes de enfermedades virales.
Sin embargo, se desconocía cuánto tiempo los virus del tipo citado sobrevivían en objetos inanimados, dificultando el evaluar el riesgo potencial e infección y el diseño efectivo de medidas de medidas de control, tales como las desinfecciones. Por eso, este estudio investigó cuánto tiempo necesitaba un virus en la superficie de un juguete para niños, a temperaturas típicas de un espacio interior y niveles de humedad relativa, para inactivarse.
En busca de las respuestas los investigadores utilizaron un bacteriófago envuelto, un virus que infecta bacterias, para modelar cómo podría ser la supervivencia de los virus que infectan a los seres humanos. Colocaron el virus en el juguete en ambientes de humedad controlada a 22 grados Celsius, como se dijo, ya sea en 40% o 60% de humedad relativa.
Durante un período de 24 horas, uno por ciento del virus permaneció infeccioso en el juguete al 60% de humedad relativa, que muestra una reducción de 99% en la cantidad de virus infecciosos activos.
De todas formas “es probable que el equipo de investigación podría haber recuperado viriones infecciosos más allá de 24 horas”, advirtió Bearden.
El virus fue menos estable a 40% de humedad relativa, que es más común en los ambientes interiores. En las dos primeras horas, 0,01% del virus se mantuvo, mostrando una reducción del 99,9% en el número de virus infecciosos. Los investigadores fueron capaces de recuperar el 0,0001% del virus infeccioso a las 10 horas.
Sin embargo, si cualquier virus permanece, hay un riesgo de que los niños puedan enfermar. Además, humedad relativa interior puede variar en función de donde viva una persona, por lo que es importante concentrarse en la prevención de la propagación de la enfermedad, dijo Bearden.
“Creo que el objetivo principal debe ser para los padres, las guarderías, consultorios médicos y otros lugares donde los niños comparten juguetes para implementar algún tipo de estrategia para la descontaminación en busca de asegurar que los juguetes no sean un reservorio de la enfermedad”, dice.
Por ejemplo, los juguetes que se comparten a menudo deben descontaminarse. La limpieza de la casa a fondo con cloro (hipoclorito de sodio) es una de las mejores soluciones de limpieza. También se recomienda eliminar los juguetes de las salas de espera en establecimientos de salud. Un plan de descontaminación también podría incluir las perillas de las puertas, botones de ascensores y otras superficies comúnmente compartidas, concluye Bearden.
De todas formas, el mundo es complicado, la solución no es usar productos de limpieza y jabones con agentes antibacterianos: los virus no son bacterias, por un lado, y las bacterias pueden desarrollar resistencia a esos productos, por otro. Lo cual las vuelve, irónicamente, más peligrosas. El equilibrio no es simple, pero una recomendación no falla: si los usuarios de espadas-láser se limpian los mocos con ellas, huya con su hijo: “La Fuerza” también los acompañará, corriendo apenas detrás.