El nuevo fenómeno de la red social tiene a todos votando por cualquier cosa que valga la pena ganar.
Que el ser humano es un animal de competencia no es ninguna novedad. Y que “lo importante es competir” debe ser una de las mentiras más grandes jamás contadas.
Las pasiones más exacerbadas explotan cuando hay algo en juego, y cualquier ámbito del deporte en el que el objetivo sea ganar será innitamente más satisfactorio que los que simplemente permitan participar “para divertirse”.
Es extraño, pero el encierro parece haber potenciado la necesidad de imponerse sobre los demás, aunque sea de forma virtual. Se habrán terminado los partidos de fútbol –menos en Nicaragua–, de básquetbol, las carreras del turf, las competencias de ajedrez, los torneos de ping-pong, pero en medio del aislamiento los juegos de mesa están en auge.
Ya sea en línea o de forma física, los tableros y las cartas aparecieron con más fuerza que nunca para matar el aburrimiento y, de paso, ganar. Ganar, ganar y ganar. Quizás porque ya no sabemos qué inventar y la cuarentena nos fritó el cerebro, las redes sociales, en especial Twitter, se han convertido en el principal depositario de las ganas de pasarles por arriba a los demás. Y su ejemplo máximo está en los mundiales, el último grito de la moda twiteril.
En las últimas semanas superaron ampliamente en popularidad a otros juegos del estilo de “encontrá las cincuenta películas en esta imagen” o los “si tuvieras $20 para armar tu equipo, ¿a quién elegirías?”.
Las competencias son fáciles de entender y a prueba de tontos: un usuario X plantea un torneo temático y luego lo organiza como si fuera un mundial de fútbol o el deporte que sea. Esto implica que haya 32vos, 16avos, 8vos, cuartos de nal, seminales y una nal. Igualito que en la cancha.
Pero en Twitter.
Es un misterio a quién se le ocurrió el primero de estos mundiales. Porque no es algo que se haya inventado ahora en medio de la cuarentena; la pandemia del nuevo coronavirus solo lo masicó exponencialmente.
Tampoco podemos saber cuál fue el primero de todos, y si alguien dice que sí, seguramente esté mintiendo. Lo cierto es que sabemos que están. Que en general circulan en redes de Uruguay y de Argentina. Que son cada vez más.
Que hay algunos usuarios que los aman y participan de todos, que hacen campañas y que solo alcanzan la satisfacción cuando ven a su opción preferida como la ganadora. Sabemos también que hay gente que ya no los puede ni ver. Y sabemos, sobre todo, que hay un montón y que algunos son ridículamente divertidos.
La primera tanda estuvo compuesta por cosas obvias. El periodista y crítico de cine argentino Diego Batlle, por ejemplo, hizo dos mundiales relativos al cine: uno de actrices, que ganó Meryl Streep, y uno de actores, que ganó Robert de Niro. En esos torneos votó tanta gente y había tantos postulantes, que Batlle –según contó– echó mano a colaboradores para que le llevaran las planillas.