En el libro Los 27 retos que enfrentan los directivos, Bruce Tulgan, asevera haber visto la caída de muchos gerentes nuevos que sólo estaban al mando para efectos prácticos.
“Buenos días, soy el nuevo director” es quizá la frase más común que escuchamos de aquellos individuos que por alguna razón han asumido el poder de la compañía y quienes piensan que tener un discurso inaugural es la solución para ser reconocidos como cabecillas de grupo. Sin embargo, el gran reto está en conocer a la organización, a quienes colaboran dentro de ella y –más allá del expertiz que presenten sobre la mesa– estar dispuesto a recorrer una enorme curva de aprendizaje.
En el libro Los 27 retos que enfrentan los directivos, Bruce Tulgan, asesor y conferencista, asevera haber visto la caída de muchos gerentes nuevos que sólo estaban al mando para efectos prácticos, pero era evidente que se hacían cargo de un grupo más experimentado que ellos y con una actitud de resistencia. Y es que en ocasiones, el personal no tiene conocimiento de los cambios, la sorpresa de tener un nuevo dirigente predispone a los colaboradores a mirar con recelo al nuevo conductor. Es por esto que la mejor estrategia para ganarse el respeto de los otros es aprender y asumir el mando al mismo tiempo.
En esta publicación, que pretende ser una guía para quienes buscan dirigir a su personal sin contratiempos, el autor detalla que “el principal motivo por el cual las cosas salen mal es porque los gerentes dirigen en piloto automático y establecen una comunicación poco estructurada e insustancial”. En este sentido, Tulgan menciona que enfocarse en el contacto directo con los trabajadores y generar diálogos con una agenda clara y organizada, así como establecer una hora al día para concentrarse en máximo cuatro personas y adaptarse a sus necesidades, son algunas posibles soluciones.
El segundo gran reto al que se enfrentan los nuevos directivos tiene que ver con la dedicación. Adaptarse a una nueva empresa lleva su tiempo, por lo que al principio la mayoría se tiene que dedicar a apagar pequeños incendios, es decir, solucionar problemas que nunca debieron haber sucedido o pudieron haber sido identificados con anterioridad. La idea, según se lee en Los 27 retos que enfrentan los directivos, consiste en que conforme vaya pasando el tiempo, los líderes desarrollen la capacidad de prevenir incendios futuros y, en algún momento, extinguir todos aquellos que alguna vez existieron.
Aunado a lo anterior, y como tercer reto, el directivo debe adquirir disciplina para repartir su tiempo de forma consciente, ya que de nada sirve generar estrategias en pro de la organización, si la cabecilla del grupo desperdicia horas del día en asistir a demasiadas reuniones mediocres, leer una cantidad de correos electrónicos y parlotear de temas no relacionados a la empresa.
“Cuando los ejecutivos destinan su tiempo a lo que corresponde y se adelantan a los acontecimientos, el rigor y la disciplina rinden sus frutos”, describe Bruce Tulgan.
Y aunque habrá días en los que el nuevo director se sienta fuera de la jugada, el escritor, conferencista y asesor, hace énfasis en que la mejor manera de recuperarse es llegar a la oficina, asumir el mando y transmitir la nueva forma de trabajo a todos los colaboradores, sin dejar de lado la responsabilidad que conlleva ser el jefe de alguien que trabaja para ganarse la vida, y cuidar de sí mismo y de su familia.