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Los rituales en el trabajo
Miércoles, Julio 13, 2022 - 13:05

Escribió el filósofo germano-coreano Byung-Chul Han que si antes de la pandemia lo que prevalecía en el trabajo eran los rituales sin comunicación, con el trabajo a distancia hemos ganado mucha comunicación… pero sin ritual. Y en ello estaríamos viviendo la pérdida de algo importante, quizás no conscientemente identificado o valorado, pero que nos daba sentido de dirección y propósito.

¿A qué se refería exactamente el filósofo, y porqué deberíamos preocuparnos por la pérdida que describe?

Rituales en las organizaciones son todas aquellas actividades que tienen un calendario o lógica, se apegan a un guion o procedimiento, marcan el paso del tiempo –el inicio o conclusión de una etapa– y le otorgan una identidad compartida a los colaboradores o integrantes de la organización.

Actividades ritualistas pueden ir desde procesos de bienvenida u onboarding y la celebración de cumpleaños, hasta el otorgamiento de reconocimientos o premios, la conducción de retiros de planeación, la organización de formas de capacitación, las convivencias y hasta la asistencia periódica al lugar del trabajo, marcando la cadencia de los periodos de trabajo virtual. O mi favorita: el análisis post mortem, en equipo, de todo proyecto exitosamente concluido… o frustrantemente fenecido.

Algunos rituales rayan en la excentricidad y no por ello nos encariñamos menos con ellos: sé de empresas donde el jefe de un empleado recién ascendido le corta a éste la corbata con una tijera (lo cual presupone que el colaborador es hombre y usa corbata; sospecho que, en ambientes más igualitarios en género, el rito va en desuso).

En organizaciones no-laborales, como son las universidades, los ritualismos también están presentes: los encontramos en las actividades de bienvenida y arranque del periodo académico, en los exámenes, en los viajes de generación y por supuesto en las graduaciones. O en las preparatorias y universidades estadounidenses, donde se organiza anualmente el prom night, tan común en las películas y series de televisión.

En todo caso, los rituales son antagónicos a la sorpresa o al azar; son, o al menos pretenden ser, una fuente de estabilidad, continuidad y propósito. Y aún si involucran algún elemento novedoso, éste ocurre dentro del marco de la tradición.

De igual manera, los rituales pueden fortalecer los tres elementos de la experiencia del empleado: la iniciación o bienvenida a la empresa; el acompañamiento –la forma en que se apoya, capacita y guía al empleado–; y los gestos de aprecio y agradecimiento.

Los rituales suelen involucrar la participación de figuras de autoridad que “presiden” el evento y le dan su carácter especial... y oficial. En estos encuentros también es común que haya integrantes de generaciones previas o “veteranos” cuya presencia valida la importancia de la longevidad y la lealtad a la firma: son ellos la prueba viviente de que vale la pena ir ascendiendo en las filas y ganándose los beneficios materiales y reputacionales del seniority.

Por último, los rituales más poderosos involucran un espacio físico. Por Zoom o Teams no tienen el mismo efecto. De ahí el señalamiento por Han acerca de la pérdida del ritual cuando se trabaja a distancia.

Una de las explicaciones “de libro de texto” acerca del funcionamiento de los equipos señala que estos se conforman de un propósito, un procedimiento para la realización del trabajo, y una identificación emocional entre los integrantes del equipo. Los equipos más exitosos son aquellos que reúnen clara y poderosamente estos tres ingredientes. Y aquí también el ritual suele ser un aliado: puede transmitir el porqué de la organización, que a menudo se le conoce también como su “mística”; puede arraigar la noción de que hay una manera adecuada –a veces hasta ancestral– de hacer las cosas; y forja una identidad compartida entre los colaboradores.

Por eso, cuando muchas empresas se preguntan ahora cuál debe ser la proporción ideal de trabajo presencial y remoto, la recomendación es que el tiempo en la oficina no sea “para ver qué pasa”, sino para reforzar muy intencionalmente aquellos tres componentes del buen trabajo en equipo: la claridad y resonancia emocional del propósito, la acentuación de los procedimientos –incluyendo la capacitación para seguirlos–, y la conexión con los compañeros. Si deseamos darles fuerza a los tres, los rituales serán un extraordinario recurso.

Autores

Jaime Martínez Bowness