La industria creativa se alimenta de una práctica ecológica: comunidades de Petén trabajan con madera de bosques milenarios, mejorando su situación y aportando a la fabricación de instrumentos musicales y escenografías que respetan el entorno.
La madera trabajada en forma sustentable se está ubicando en la base del rock y del arte. Ya sea en el cuerpo de guitarras clásicas como la marca Gibson Les Paul o como parte de paisajes en escenas icónicas de "La guerra de las galaxias", cedros y caobas de los milenarios bosques de Petén -en el norte de Guatemala- ocupan un espacio importante en la generación creativa a gran escala y en la mejora de la situación de miles de campesinos que viven de ella.
Sin dañar el ecosistema, las propias comunidades de esta zona guatemalteca protagonizan el existoso manejo de la materia prima, como parte de las concesiones existentes para el manejo forestal en casi medio millón de hectáreas de la Reserva de la Biosfera Maya, que cobija numerosas joyas arqueológicas de esta civilización.
Organizadas en asociaciones y cooperativas, unas 600 familias rurales aumentaron sus ingresos en más de un 40%, consiguiendo que se les pague el doble por la madera que producen: de US$2,50 hasta US$4,25 en promedio por pie tabla.
Así, exportan directamente a los grandes mercados de Europa, Norteamérica y Asia productos certificados con el sello de “Madera justa”, que garantiza un proceso forestal sustentable y promueve un comercio equitativo para las comunidades productoras.
Este producto es el preferido de roqueros como Carlos Santana y Dave Grohl de los Foo Fighters, apareciendo también en exitosas producciones hollywoodenses.
Y es que la tecnología está de su lado. Los actuales procesos de producción distan mucho del trabajo casi rudimentario de hace un par de décadas. Atrás quedaron la maquinaria y las sierras de los años cincuenta, que implicaban altos costos de funcionamiento y mantenimiento y mucho desperdicio de madera.
De la mano de socios locales e internacionales, incluida Rainforest Alliance, estas comunidades rurales optimizaron sus procesos de producción y agregaron valor a las maderas certificadas para atender mejor los mercados globales.
De hecho, parte de esta madera adorna casas y jardines en España, que cada vez está más interesado en productos de Madera Justa, como afirma Spencer Ortiz, gerente de Forescom, empresa que desde 2003 agrupa a cooperativas y asociaciones madereras.
La situación benficiosa no sólo ha sido para las comunidades, sino también para la conservación de la Biosfera Maya, que se extiende desde el norte de Honduras hasta el sur de México, paraíso ecológico amenazado por la tala ilegal y los incendios forestales. Según datos oficiales, entre 25 mil y 40 mil hectáreas de bosque tropical se pierden cada año en algunas zonas del norte de Guatemala.
“La gente de las comunidades desarrolló una enorme conciencia ambiental. Se trabaja en la prevención de incendios y, cuando ocurre uno, la gente trabaja combatiéndolo”, relata Marcedonio Cortave, director de la Asociación de Comunidades Forestales de Petén (Acofop), instancia comunitaria que lleva adelante el proceso en Guatemala.
“En este modelo, el Estado tiene miles de guardabosques a quienes no debe pagarles, pues les paga el bosque. Ellos cuidan el bosque”, agrega.
Con los ojos y oídos de la propia comunidad cuidando sus medios de vida, las concesiones forestales han sido barreras efectivas contra la tala ilegal en la Reserva de la Biosfera Maya, pues han logrado reducir a menos del 2% la tasa de deforestación en los últimos 15 años.
Así, el arte se conecta con la preocupación por el entorno, conformando una potente composición.