La escritora chilena acaba de presentar su última novela, La Novena, que narra una historia de amistad y traición.
El Observador | Divertida, simpática y muy culta, Marcela Serrano dice que está en su mejor momento y que por nada del mundo querría volver a ser joven otra vez. A los 65 años, la autora de Nosotras que nos queremos tanto cree haber encontrado su lugar en el mundo: está en pareja hace treinta años, tiene dos hijas y vive en el campo, lejos del ruido de la capital chilena. Confiesa que le encanta comer pasta italiana siempre que puede y que toma vodka para charlar con los amigos. Entre risas, dice que de lo único que se arrepiente en la vida es de haber tenido más novios de lo necesario.
- La Novena trata temas como la traición, el perdón, los prejuicios y el horror de la dictadura chilena. ¿Supone un quiebre en su obra?
- Sí, en varios sentidos, no solo por la temática. En esta novela, por ejemplo, evito una tendencia mía muy frecuente que es la de expandir las historias, cosas como que haya veinte personajes femeninos. En La Novena son muy pocos. Y por otra parte, es la primera novela mía donde el protagonista principal es un hombre y no una mujer. Si bien está el personaje de Amelia, que es muy fuerte, Miguel es quién lleva la historia hasta el final.
-¿El libro surge de una historia real?
- Exactamente. Mi madre tenía unas tierras que estaban muy cerca de Santiago. Ella era una persona que creía en la democracia, aunque no era de izquierda. Pero como era una mujer decente, estaba en contra de la dictadura de (Augusto) Pinochet. Y le pasó lo mismo que a la protagonista de la novela: un día se le apareció un relegado en su campo. El relegado es una figura que ustedes no tuvieron en dictadura. A la persona se la alejaba de todo y se la confinaba a una zona específica, abierta pero controlada. Era como un destierro. Esa es la base real de la novela y a partir de allí el resto es ficción.
- Se la señala por siempre escribir solo para mujeres. ¿Cómo lo lleva?
- Pésimo, muy mal. Es cierto que yo cuento historias de mujeres y eso lo reivindico. Lo que no me gusta es la descalificación que hacen los hombres y la crítica, que es muy misógina. Hace unos veinte años hubo un pequeño boom de mujeres escritoras en América Latina y fuimos muy cuestionadas. Decían que éramos livianas o que éramos producto del marketing. Ahí se creó el concepto de literatura femenina, que es ridículo, ya que los hombres siempre han escrito sobre ellos mismos y nadie les dijo nunca que eso era literatura masculina. Me molesta que le quieran sacar el carácter universal a nuestra literatura.
- ¿Cree que a lo largo de su carrera hay una evolución en su literatura? ¿Qué cambios nota?
- Creo que hoy estoy menos ideologizada que al principio de mi carrera. Ya no le mando mensajes a nadie, de ningún tipo. También creo que actualmente manejo mejor el andamiaje de mis novelas, que es un asunto complejo. Los sucesivos libros te van enseñando el camino.
- Hoy Chile es un país referente en varios aspectos. ¿Cómo es en cuanto a derechos de la mujer?
- Tenemos una situación ambigua. El hecho de que tengamos una presidenta da la impresión de que estuviéramos en niveles muy altos de igualdad, pero no es cierto. Socialmente tenemos poca presencia en la verdadera toma de decisiones, ganamos menos que los hombres a igual tarea y seguimos al cuidado de la familia. Pero reconozco algunos avances importantes. Hoy pegarle a la esposa es un delito; hace diez años era un "acto privado".
- ¿Cómo ve el futuro de América Latina?
- No soy muy optimista. Creo que 2016 fue un año terrible, quiero que termine de una vez. Tuvimos el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos, el no al acuerdo de paz Colombia y la destitución de Dilma Rousseff en Brasil. Es un desastre. Lo peor es que no encuentro que haya referentes a los que seguir.
- Hace unos años tuvo problemas de salud y decidió dejar de hacer giras y presentaciones en el exterior. ¿Qué la hizo volver a subirse a un avión?
- Cuando terminé esta novela de la editorial vinieron a mi casa a proponerme una serie de giras promocionales, pero yo las rechacé a pesar de que tenía claro que eso era un hándicap para que el libro traspasara fronteras. Pero ese mismo día mi hija menor me dijo que La Novena era lo mejor que yo había escrito y que debía asegurarme de que se conociera en otros países. Así que acepté volver a viajar otra vez, con algunas condiciones, pero acepté. Y aquí estoy.
- ¿Por qué decidió escribir esta novela?
- Porque me interesaba tratar el tema del perdón y también, en parte, el de la redención. Además quería reivindicar un tiempo pasado que era mejor que el actual en varios sentidos. La modernidad es un poco terrible. Hoy no veo que la gente sea muy feliz. La vorágine, el ritmo frenético de la vida actual, se lo traga todo. Y por eso en la novela hay una reivindicación importante de lo rural, como metáfora de paz y silencio.