La farmacéutica, principal productora del país, está en la mira del gobierno de AMLO por el monopolio del fármaco para el cáncer infantil.
Es claro que los problemas de desabasto de medicamentos vitales en México se han venido detonando en medio de una enorme desconfianza de parte de la autoridad hacendaria hacia las farmacéuticas mexicanas.
En el caso del metotrexato, la quimioterapia para cáncer infantil, la desconfianza es hacia una empresa específica, la tapatía Laboratorios Pisa, la principal productora farmacéutica mexicana.
Primero, Pisa es dueña de Dimesa, una de las tres distribuidoras que el presidente Andrés Manuel López Obrador puso en la mira desde el principio.
Luego, en el equipo de la Oficialía Mayor, que encabeza Raquel Buenrostro —y que tiene como principal propósito lograr ahorros y acabar con la corrupción—, se tiene la idea de que Pisa se aprovecha de ser proveedor único de varias terapias vitales y que en esa posición no hace caso de las exigencias de la autoridad regulatoria para revisar y garantizar la calidad de sus terapias.
De lo primero que les hizo ruido fue el caso de nutrientes parentales en la subsidiaria de mezclas de Pisa, generado a partir de la intoxicación en mayo de 60 niños en Jalisco. A partir de ahí, Pisa quedó en la mira.
Luego vino el caso del metotrexato. Pisa es la única proveedora en México de este fármaco, y lo dejó de producir en mayo a partir de que Cofepris le pidió corregir esa línea de producción en respuesta a una queja presentada de manera anónima.
Al principio, la Oficialía Mayor de Hacienda —que de compradora ha pasado a ser la mayor responsable del abasto de medicamentos en el país— no se preocupó porque Cofepris le dijo que había otras 5 compañías con registro. Pero después supo que éstas no habían dado mantenimiento a tales líneas de producción y no tenían materia prima, pues 2 años atrás Pisa quedó como única proveedora de metotrexato.
Entonces, la SHCP cayó en la cuenta del problema: Pisa, mediante precios depredatorios, había logrado sacar a la competencia, y ahora tenia todo para poner sus condiciones.
El tema ya lo analizaron con la Comisión Federal de Competencia (Cofece), pero por ahí los procesos duran años, de modo que la SHCP busca con sus propias instancias romper las dominancias del sector. Considera que Pisa chantajea porque está acostumbrada a regir en las decisiones, aún cuando se lleva una parte importante de la proveeduría de insumos de salud del gobierno. El enojo contra Pisa se acrecentó.
De rápido el equipo de Buenrostro se movilizó y en una semana ubicó a una proveedora en el extranjero, a la inglesa Mylan. Este fin de semana llegó el contenedor con 38.200 unidades que se espera que cubran la necesidad de esta quimioterapia infantil para lo que resta del año. El precio no fue factor, pues se compró prácticamente igual que el que da Pisa. De lo que se trataba en esta ocasión era cumplir una orden presidencial de poner límites a la empresa jalisciense.
Pisa argumenta que para corregir lo que pide Cofepris tendría que parar la producción de otros oncológicos sustanciales y ello generaría más desabastos. La autoridad lo único que percibe es chantaje.
El acabóse que a la autoridad le confirmó que Pisa usa estrategias de presión gracias a su posición monopólica fue cuando supo de otro riesgo de desabasto, la efedrina, sustancia activa para medicamentos importantes, y de la cual —una vez más— Pisa es única proveedora. El punto es que hasta que el gobierno se empezó a movilizar para conseguir efedrina fuera del país llegaron los directivos de Pisa a explicar que ya tenían cubierta la demanda, no sólo de este año, sino del 2020. El problema quedó resuelto, pero reforzaron la impresión de que Pisa no les dice toda la verdad y de que antes que nada deben acabar con cualquier viso de monopolio.