En el país existe un déficit de algunos, como los psiquiatras, pero hay demasiados de otros, como ginecólogos.
En México el sistema nacional de salud no tiene los médicos que requiere para el tipo de enfermedades que más aquejan. Hay un exceso de ginecólogos obstetras y de pediatras pero una insuficiencia de médicos internistas y de endocrinólogos que son los que se especializan en atender enfermedades crónico degenerativas por las que el país tiene declarado un estado de emergencia.
El déficit de psiquiatras es alarmante: ante los serios problemas de salud mental apenas existe 1,2 psiquiatras por cada 100.000 habitantes cuando el promedio de los países de la OCDE es de 15,6. En cambio tenemos 33,8 gineco-obstetras por cada 100.000 mujeres, un exceso frente al promedio de la OCDE que es de 27,3.
Aparte, los médicos especialistas se concentran en las ciudades más grandes; 30% en la ciudad de México y si agregamos Jalisco, Nuevo León y estado de México concentran casi la mitad. En cambio, hay estados que no cuentan con ningún geriatra, endocrinólogo, psiquiatra ni oncólogo.
Es un total desequilibrio que refleja la falta de planeación en la formación de profesionales de la salud, y fue parte del escenario dibujado muy claramente por el doctor David Kershenobich, director general del Instituto Nacional de Nutrición (INNCMSZ) durante el Foro SaludMX organizado por el Sistema de Salud del Tecnológico del Monterrey (TecSalud), encabezado por Guillermo Toro, en alianza con la Fundación Nacional para la Salud (Funsalud) que lleva Héctor Valle.
El evento reunió a los más destacados líderes del sector salud público y privado aportando propuestas sobre el rumbo de la nueva estructura del sistema de salud mexicano, y una cosa quedó clara: hay que empezar poniendo orden en la formación de recursos humanos, lo que el doctor Kershenobich llamó la medicina académica que abarca todo lo relativo a la enseñanza médica.
La descompensación no sólo está en la distribución de profesionales de la salud sino también en la calidad de su formación, y en las oportunidades laborales.
De las 161 escuelas y programas de medicina que operan en México, incluyendo enfermería, nutrición, psicología y odontología, una gran parte no están acreditadas. Y las que sí, no se sabe bien a bien con qué calidad. La Secretaría de Salud que sería la que debería dar esas acreditaciones, no tiene el control pues dependen de la Secretaría de Educación Pública (SEP) que si bien las acredita no cuenta con un programa de seguimiento continuo que les permita a las escuelas revalidarse en el tiempo.
Otro dato sobre ausencia de control de calidad: en el examen para entrar a la residencia, los médicos responden correctamente apenas 65% de las preguntas en promedio, y son médicos generales ya con cédula profesional que están atendiendo, diagnosticando y prescribiendo a pacientes... Y eso hablando de los que sí logran entrar a la residencia, que en el 2017 fueron 8.263 de un total de 42.274 aspirantes.
El resto, los médicos generales que no acceden a la especialidad, quedan sin oportunidades de desarrollo. Cuando podrían ser los médicos que formen una sólida estructura de primer nivel o de primer contacto para prevenir y detener la complicación que los pacientes y evitar que lleguen a la alta especialidad mucho más costosa, lo que sucede es que la medicina general está desvalorizada y casi estigmatizada. A los médicos generales el sistema de salud no les ofrece oportunidades de crecimiento. Por el contrario, les castiga el salario y los estanca.
Una propuesta que dio el doctor Kershenovich es ofrecer incentivos para que los médicos se animen a ir a las regiones donde no hay y se abran programas de capacitación constante y actualización en línea aprovechando las opciones permitidas por la tecnología y el uso masivo de dispositivos móviles.