Por Maribel Ramírez Coronel, Periodista en temas de economía y salud para El Economista.
México dio un paso en legalizar el uso medicinal del cannabidiol, sustancia activa de la mariguana, pero fue un paso bastante tímido que al final nos deja en desventaja respecto de otros países de la región que se están viendo más audaces y decididos para incentivar el aprovechamiento terapéutico de la mariguana.
Es el caso de Colombia, Chile, Uruguay y Argentina que van más adelantados en la legalización de la cannabis terapéutica; a nadie sorprenda que dentro de unos años esas naciones nos estén vendiendo terapias y otros derivados de la mariguana. Y ya las estaremos comprando, porque en México la importación de dichos medicamentos es legal, la producción no. Así lo aprobaron nuestros legisladores.
Actualmente, los medicamentos con cannabidiol se están importando de Estados Unidos pero el costo para un paciente en México es demasiado alto. Las familias de pacientes con epilepsia tratados aquí con esa terapia están cubriendo no sólo el costo del medicamento de alrededor de US$ 270 mes, sino también la cuota por permisos y trámites de importación por no menos de US$ 255. Así que los fármacos de cannabis resultan mucho más caros para un mexicano que para un estadounidense que encuentra el aceite de cannabis en una tienda de autoservicio al lado del aceite de oliva o el de cártamo.
Viendo esta realidad, sería importante que el Congreso mexicano busque los mecanismos para extender más la permisividad que ya iniciaron en el 2016 para promover más allá el uso terapéutico del cáñamo y sea posible producir en territorio mexicano los medicamentos a fin de abatir costos para los pacientes que los requieren.
Sería muy prudente máxime que México está aportando evidencia científica seria sobre la eficacia de medicamentos con cannabidiol 100% puro, por lo pronto en niños con epilepsia severa. El estudio clínico, conducido por el neurólogo pediatra Saúl Garza, va en su primera fase pero ya dio resultados contundentes. Se aplicó en 39 pacientes con síndrome de Lennox-Gastaut (una forma severa de epilepsia desarrollada en niños muy pequeños) que tomaron hasta 5-7mg CBD/kg del fármaco Real Scientific Hemp Oil-X™ (RSHO-X™) producido por la compañía estadounidense Medical Marijuana (cotiza en el NYSE como MJNA). Del total, 84% redujo sus convulsiones, 53% reportó una reducción muy notoria (encima de 75%) y 17% eliminó por completo las convulsiones en cuatro meses. Lo más sorprendente es que fue con cero efectos secundarios.
En Europa se están corriendo estudios para trastornos de tipo conductual y movimientos anormales, e inclusive para parkinson. En Canadá ya hay indicaciones muy formales de administrar rutinariamente cannabis para reducir los efectos de la quimioterapia. También avanzan estudios sobre alteraciones sensoriales en pacientes con diabetes, algo que en México sería muy útil para una tercera parte de diabéticos a quienes las terapias convencionales no les logran quitar el dolor y sensibilidad en piernas.
Sería importante, nos dice el doctor Garza, que los centros de investigación mexicanos se involucraran e investigaran no sólo con cannabidiol, sino con derivados de tetahidrocarbocannabinol, mejor conocido como THC, que aún es una sustancia prohibida en México, pero que en Estados Unidos, Canadá y Europa ya es vendida sin limitación.
Sin irnos más lejos, Colombia —que igual que México ha vivido el azote del narcotráfico— lleva la delantera. Los colombianos no sólo pueden producir y consumir productos terapéuticos derivados de mariguana, sino que la gente puede sembrar un número limitado de matas en su terreno para preparar sus remedios; tienen prohibido comercializar, pero el uso medicinal está permitido.
México se está quedando un paso atrás de esos países que sí están viendo el beneficio terapéutico para sus habitantes, y la oportunidad económica para sus empresas hacia el futuro.