En adultos de 20 años o más, el 69% de los hombres registra sobrepeso u obesidad, y en las mujeres el indicador es más grave, el 73%.
El texto publicado el pasado lunes generó comentarios de varios lectores, todos importantes, dos de ellos llamaron especialmente mi atención. Don Luis Ortiz, a quien no tengo el gusto de conocer, escribió: “Te apresuraste en las conclusiones, y nunca dijiste a dónde quieres llegar”. Al respecto, Lalo Hernández comentó: “Fue sólo un análisis de las estadísticas y aunque fue precaria, la última conclusión fue en cambiar de rumbo las políticas públicas en virtud de que la educación no mejora y, por ende, la economía tampoco”.
A ambos, sin menoscabo de la aportación de otros lectores, agradezco su atención y tiempo. Reconozco que les asiste la razón, siempre he creído que la mejora continua debe ser una constante en la vida, pensar lo contrario es sinónimo de mediocridad, en mi caso, recibí una lección, gracias. Ahí queda.
Seguiré comentando la estadística y resultados de encuestas oficiales que permitan ilustrar lo que está pasando, generar reflexión y acto de conciencia sobre la gravedad en los indicadores.
El resumen del texto anterior es el siguiente, somos el décimo país más poblado del planeta con 122 millones de habitantes; con una población muy joven que nos dará un bono demográfico que muy pocos países tendrán en las siguientes tres décadas; con un nivel educativo muy bajo, apenas tercero de secundaria; con ingresos salariales raquíticos, la distribución de la riqueza es un mito y la desigualdad muy contrastante; con una capacidad ociosa que bien empleada aportaría al crecimiento del Producto Interno Bruto; una informalidad del 57% que reduce sustancialmente el poder adquisitivo y hace más pobre a la población; además, tenemos insuficiencia en empleos y en inversiones.
Seguir así provocará que las condiciones de bienestar familiar no cambien y que la desigualdad se acreciente. Eso es lo malo de guiarse por políticas públicas que sólo buscan incidir en indicadores macroeconómicos, compensando a la población con programas sociales asistenciales y clientelares.
En la encuesta levantada en 2012, resultó que el 25% de la población mexicana no conoce o no cuenta con el sistema de protección en salud, para el caso es lo mismo, no conocerlo implica no usarlo.
A esos indicadores hay que sumar otro. Resulta que, de acuerdo con el informe de la Encuesta Nacional en Salud y Nutrición, los mexicanos tenemos un problema de salud pública.
En la encuesta levantada en 2012, resultó que el 25% de la población mexicana no conoce o no cuenta con el sistema de protección en salud, para el caso es lo mismo, no conocerlo implica no usarlo.
Uno de cada cuatro habitantes no accede a la cobertura del IMSS, ISSSTE, Seguro Popular o de cualquier otro sistema institucional de salud, ello significa, si bien les va, que cuando se enferman piden prestado o utilizan parte de su patrimonio para aliviarse. En pocas palabras, no tener protección en salud nos hace más pobres e incrementa la desigualdad.
Algunos resultados de la encuesta indican que 34 de cada 100 niños, entre 5 y 11 años de edad, tienen sobrepeso o son obesos. En adolescentes entre 12 y 19 años de edad, el sobrepeso y la obesidad alcanza a 35 de cada 100 adolescentes.
En adultos de 20 años o más, el 69% de los hombres registra sobrepeso u obesidad, en las mujeres el indicador es más grave, el 73% de las mujeres registra sobrepeso u obesidad. Esto es gravísimo, nuestro sistema de salud no alcanzará para tratar enfermedades crónico-degenerativas de tantos pacientes.
Si bien es cierto que somos un país de jóvenes, también somos mayoritariamente informales, con ingresos bajos, con baja educación, poco productivos y con un problema de salud pública.
Los responsables de diseñar y de aprobar las políticas públicas no han podido cambiar esta realidad, tampoco de generar conciencia en la sociedad para que haga su parte. Lo peor es que algunos no tienen idea de la dimensión del problema ni la visión para cambiarla, están flotando en la irresponsabilidad, sólo buscan ganar un salario. Es triste que teniendo este potencial como país, no estemos sembrando las semillas de un México próspero. Más nos vale empezar a actuar antes de que sea muy tarde.