Invitado por la versión número 11 del Festival Internacional de Cine de Santiago (Sanfic), el icónico actor de Quentin Tarantino muestra su sorprendente personalidad.
Michael Madsen es una extraña y sorprendente mezcla como actor. Con una apariencia de vocalista metalero, es también capaz de sacar adelante registros más intimistas. Si bien el inconsciente colectivo lo tiene archivado como Mr. Blonde en la icónica "Perros de la calle", pocos recuerdan su paso como Jimmy Lennox en otro filme icónico: "Thelma y Louise".
Madsen anda por Santiago, invitado por la versión número 11 del Festival Internacional de Cine de esta capital (Sanfic). En la oportunidad ha recibido premios por su trayectoria y ha estado al centro de conferencias de prensa y charlas abiertas al público.
Con más de cien películas en el cuerpo y la extraña experiencia de participar en clips con Michael Jackson, Justin Bieber e Iggy Azalea, además de poner su voz a personajes de videojuegos, su postura es la de un enviado que viene de vuelta y trae el futuro en sus palabras.
Con una voz que parece recién bajándose de un sesentero escenario de Woodstook, el actor plantea -sin embargo- con calma y tiza interesantes puntos de vista sobre el cine, los directores y la familia.
Dice que hoy la industria está muy embobada por el dinero y cree que muchos actores están cayendo en ese juego que considera "vacío". Con su tono pastoso y convencido, enfatiza que "me preocupa ver cómo el cine hoy está tragando a muchos talentos nuevos hacia verdaderas máquinas de dinero; mientras personas como Marlon Brando, por ejemplo, siempre trataron de dejar algo más en su paso por la industria, en un tiempo más nadie se va a acordar de estos jóvenes".
Y es que Madsen sólo aparenta ser un tipo duro. Sin aspavientos ni palabras de adorno barato, es capaz de transformar una conferencia de prensa en un espacio de conversación profunda.
Reconoce que le encanta el cine. Que está agradecido de una actividad que para él fue un verdadero salvavidas. Dice que sus padres se separaron cuando era muy niño y su vida se trastocó intensamente a partir de ese hecho. Cuenta que, definitivamente, el cine "me salvó de la cárcel".
Pintando casas y cuidando hospitales fueron algunos de sus oficios antes de acompañar a un amigo a un casting televisivo. Un productor lo convenció de verlo actuar. Su timidez se lo impedía, pero fue el director el que lo convenció para verlo ensayar sin gente. Y quedó.
Siendo un veinteañero comenzó a tomar clases de actuación en el teatro Steppenwolf de Chicago, bajo la dirección de John Malkovich. "El cine me ha dado todo lo que tengo, en especial mi familia y mis cinco hijos".
Si bien el duro de Madsen, alguna vez elegido entre los villanos más malos del cine, reitera y enfatiza su amor con la industria del séptimo arte, su lado sensible muestra una faz distinta de él: "Lo único realmente malo de este hermoso trabajo es lo lejos que uno pasa de su familia, de sus hijos, en mi caso son lo mejor que tengo", tras lo cual no puede contener la emoción.
La cantidad de películas en el cuerpo de este actor es, sin duda, variopinta. Así, rápidamente, surgen desde "Free Willy", "Wyatt Earp", "Species" y "Linterna Verde: Primer vuelo" hasta "Sin City", "Donnie Brasco", "Kill Bill", "The Doors", "Thelma y Louise" y -por supuesto- "Perros de la calle".
Sobre su sorprendente presencia en clips de Justin Bieber o Iggy Azalea o en videojuegos como "Driv3r", el rudo de Madsen dice "lo hago por mis hijos: para ellos es absolutamente cool ver a su padre ahí. Además, se trata de buenas personas. Justin -por ejemplo- es un buen chico, sólo que muy envuelto por su grupo, muy sobreprotegido. Me he sentido muy respetado en todos esos lugares en los que he estado colaborando".
Pero, sin duda, el punto de inflexión en su carrera es cuando un desconocido joven de hablar rápido y constante, además de extraordinarios conocimientos cinéfilos, lo llama para su primera película.
"Quentin es un tipo inteligente, afectuoso, respetuoso y extremadamente conocedor de la industria. No hay dato sobre cine que él no conozca ni maneje", comenta. En el horizonte se avizora "The hateful eight", el esperado western de Tarantino, en el que Madsen también participa.
"El guión y la dirección es de Quentin, la música es de Ennio Morricone y participo junto a grandes amigos, qué más se puede pedir", subraya.
Los organizadores del festival Sanfic se declaran "encantados" con la presencia del actor. Ha trepado por Santiago en la medida que sus compromisos con el evento se lo han permitido, pero ya visitó una viña ("nunca había ido a una", reconoce) y ha conocido variados puntos bohemios, como el famoso bar Liguria entre ellos ("bonito lugar y más aún, encontré una foto mía en la pared", apunta).
Madsen está registrando su presencia en Chile y en el festival, con el ánimo de hacer un trabajo documental, algo que los organizadores observan con ojos encantados. Es que, aunque no lo parezca, el icónico actor es -definitivamente- un buen chico.