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Moravia, la joya barroca de República Checa
Lunes, Junio 5, 2017 - 09:10

Reconocido como el epicentro del arte barroco del país, en esta región abundan las iglesias, palacios, teatros y el vino. Una opción para descubrir estas tierras más allá de Praga.

Pensar en República Checa es, inevitablemente, pensar en Praga. Sus barrios históricos, sus palacios aún en pie, sus imponentes catedrales que recuerdan una época en que la religión fue el epicentro en uno de los países más ateos del mundo. Pero República Checa no es solo su capital. Evidentemente orgulloso por una historia poco conocida, quienes deciden explorar este país se encuentran con una mina de anécdotas y edificios imponentes, así como de costumbres dignas de conocer.
 
El recorrido comienza en Praga. Dejando atrás la capital, el centro del país, donde en cuatro barrios se resume la historia de esta nación desde el siglo IX, se toma un tren rápido con destino a Olomouc. El viaje hasta la cuarta ciudad checa, ubicada al este y cerca de la frontera con Polonia, toma dos horas y es la puerta de entrada a Moravia, una de las regiones principales.
 
Olomouc, conocida como la ciudad de fuentes, flores y estudiantes, fue durante varios siglos el centro administrativo de Moravia. Quizá por eso, aunque pequeña en comparación con Praga o Brno, sigue siendo un paso obligatorio para los turistas. Al llegar, se hace evidente el motivo de uno de sus apodos: ser sede de la segunda universidad más antigua de República Checa, Palacký.
 
 
Uno de los principales atractivos de esta ciudad de poco más de cien mil habitantes es su parque central. Levantada como una forma de agradecimiento a Dios, después de que la peste negra arrasara con buena parte de la población en el siglo XIV, se encuentra la Columna de la Santísima Trinidad. Aunque en varias ciudades de Europa Central es común encontrar monumentos similares, el de Olomouc es particular. Fue erigida en 1740 (en pleno auge del barroco) y reconocida en el 2000 por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.
 
 
Además, y como prueba de ser considerada la joya de la corona del barroco checo, las iglesias de Olomouc son grandes atractivos. La de San Miguel, por ejemplo, con sus tres cúpulas vigila la ciudad y es considerada una de las edificaciones más bellas de la época barroca, así como la Basílica Menor de la Visitación de la Virgen María que, en la denominada Colina Santa (Svatý Kopeček), a ocho kilómetros del ayuntamiento, vigila a los habitantes, y la Catedral de San Venceslao, que ostenta el título de tener la torre más alta de Moravia, con 100,65 metros.
 
Al salir de Olomouc se siguen conociendo algunas joyas de Moravia, palacios construidos hace siglos y que en su momento generaron toda una economía a su alrededor. Es el caso del Castillo de Kroměříž, , un palacio hecho en el siglo XIII como casa de verano para el arzobispo de la región. Y así se llega a Brno, la segunda ciudad de República Checa.
 
 
La primera referencia escrita sobre la ciudad data del año 1091, las anécdotas, como las edificaciones históricas, se cuentan por montones. Vale la pena destacar la Catedral de Santiago, del siglo XIII, donde se encuentra el segundo osario más grande de Europa, después de las catacumbas de París, con más de 50.000 cuerpos enterrados. Entre esos restos se encuentra el del mariscal Louis Raduit de Souches, quien, durante la Guerra de los 30 Años (1618-1648) protegió a la ciudad de los suecos.
 
Dentro de los muros de la segunda población checa más importante se preservan relatos que buscan reivindicar el papel de esta nación en la historia. Así, cuentan con orgullo que cuando Mozart era apenas un niño de once años (1767), recorrió las calles de Brno, conoció la Fuente de Parnas, construida en el siglo XVII, y se presentó en el Teatro Reduta. Ese mismo año, y en el mismo lugar de la presentación del genio musical vienés, se realizó la primera obra de teatro en checo.
 
Cerca de Brno se aprecia el paisaje cultural de Lednice-Valtice, un complejo natural de 283 km², otro de los tesoros checos declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. Aquí se puede disfrutar de un espacio lleno de naturaleza y conocer los palacios que pertenecieron a la dinastía Liechtenstein, una de las familias más opulentas del país, y degustar uno de los productos estrella de Moravia: el vino.

Autores

Leonardo Botero Fernández/ El Espectador