Por Dra. Érica Castro, matrona e investigadora U. San Sebastián.
Según la Organización Mundial de la Salud, al menos 264 millones de personas en el mundo padecen trastornos de ansiedad (TA), un incremento de 15% los últimos 10 años. En Estados Unidos, estos trastornos son los más frecuentes en salud mental y se prevé que cerca de 25% de la población experimentará algún tipo de sintomatología asociada a esta enfermedad, considerado como la verdadera epidemia silenciosa del siglo XXI.
Los TA son las alteraciones psiquiátricas más comunes que afectan a las mujeres durante su edad fértil y en el período circundante al parto, es un momento particularmente estresante que hace aumentar el riesgo de que algunas desarrollen o tengan una exacerbación de síntomas y trastornos preexistentes de ansiedad.
Con frecuencia, la ansiedad acompaña a los síntomas de la depresión, y muchas veces los síntomas de ansiedad es el motivo principal de consulta en gestantes y puérperas. A su vez, los síntomas de ansiedad durante el embarazo son uno de los factores de riesgo, más fuertemente asociados para la depresión posparto, un trastorno moderado o severo que por lo general empieza cerca de los tres meses posteriores al nacimiento, pero en la práctica clínica, puede tener su inicio durante un lapso más extenso que comprende desde la gestación hasta un año post parto.
Es normal que las mujeres gestantes o aquéllas que experimentan por primera vez la maternidad declaren síntomas de ansiedad. Hasta dos tercios de las mujeres experimentan preocupaciones, que comúnmente consisten en miedo a: tener una criatura con malformaciones, complicaciones durante la gestación o durante el parto, no tener habilidades o destrezas para la crianza, incapacidad para amamantar, transformaciones en la relación de pareja y en la estructura familiar, problemas económicos. No obstante, sólo cuando las preocupaciones y los síntomas de ansiedad interfieren con el día a día y causan angustia significativa es que se consideran anormales y pueden ser parte de un TA.
Se plantea que los síntomas de ansiedad se correlacionan con los variados cambios biológicos que ocurren en las mujeres durante la gestación, incluyendo elevaciones de la frecuencia cardíaca, variaciones en los niveles hormonales, respiración superficial debida a la amplitud abdominal, cambios que pueden conducir a una mayor sensibilidad y estrés. Asimismo, mujeres con antecedentes personales o familiares de TA son particularmente vulnerables a estos cambios.
Así, desde la perspectiva médica, una gran preocupación es el impacto que estos trastornos pueden tener en el bienestar de la mujer y la criatura. Múltiples estudios han informado una mayor tasa de complicaciones periparto tales como síndromes hipertensivos, bajo peso al nacer, parto prematuro, trabajos de parto prolongados y hemorragia posparto, entre otros.
Además, las mujeres con ansiedad son más propensas que las no ansiosas a reportar experiencias hospitalarias negativas, menor capacidad para cuidar a su hijo o hija y presentar dudas sobre sus habilidades para generar vínculo. Pero, también se han informado resultados negativos en el o la recién nacido/da, incluidos bajo peso al nacer, relación deteriorada madre e hijo o hija, débil desarrollo cognitivo y motor, mayor riesgo de trastorno por déficit atencional/ hiperactividad y otros trastornos emocionales y problemas de conducta desde el nacimiento hasta los 4 a 8 años de edad.
En resumen, todos los estudios sugieren un beneficio potencial de la detección oportuna de la ansiedad tanto durante la gestación como después del parto, con el objetivo de una identificación y tratamiento adecuado y oportuno para reducir los riesgos asociados con los TA.