Conversamos con Rosanna Ramos-Velita, presidenta del directorio de la caja rural que ofrece créditos agropecuarios a las poblaciones más vulnerables del país andino y que se convirtió en la primera microfinanciera latinoamericana en recibir un aporte de capital internacional de US$ 10 millones.
La semana pasada, el mundo de las microfinanzas latinoamericanas marcó un hito importante, cuando el fondo de inversión Accion Digital Transformation (ADTx) anunció una inyección de capital por US$ 10 millones a la microfinanciera peruana Caja Los Andes. Supone la primera vez que una entidad latinoamericana de esta clase recibe una inversión de “clase mundial”.
Con el aporte de Accion -organización estadounidense sin fines de lucro especializada en el apoyo de microfinanzas a nivel mundial- Caja Los Andes desplegará diversas acciones estratégicas en el segundo semestre de este año.
Por ahora, la región altiplánica de Puno, aledaña a la frontera con Bolivia es la base de operaciones de la entidad microfinanciera. Y no es casualidad que esto sea así. A más de 3.000 metros sobre el nivel del mar y rodeados de paisajes pintorescos donde destacan ruinas prehispánicas y el imponente lago Titicaca, miles de peruanos viven de la actividad agropecuaria a expensas de la pobreza, el clima hostil y los conflictos sociales.
De acuerdo a la Encuesta Nacional de Hogares 2022 de Perú, Puno cuenta con una tasa de informalidad laboral del 90,2%. Para ser específicos, esto incluye aproximadamente a 756.539 trabajadores y de ellos, un 41,8% participa en el sector agropecuario. En esta situación, el acceso a la bancarización es limitado y por ende, las oportunidades de financiamiento a la cadena productiva también.
Es en este complejo escenario donde Caja Los Andes opera desde hace más de 26 años promoviendo la inclusión financiera en Perú y busca convertirse en el “banco rural líder” del país andino. La compañía ofrece créditos, ahorros, seguros, entre otros productos destinados a los agricultores peruanos.
A la fecha, Los Andes dispone de 101 oficinas a nivel nacional y en zonas vulnerables y más de 250.000 clientes; en este último grupo, un 40% vive y trabaja en áreas rurales.
LA ADAPTACIÓN DE UN MODELO
Rosanna Ramos-Velita, presidenta del Directorio de Los Andes, es la principal responsable de los resultados positivos de este emergente banco rural. Peruana de nacimiento y apasionada por los negocios desde temprana edad, en 2004, asumió el cargo de Chief Financial Officer (CFO) del Citigroup. Por aquel entonces, el grupo bancario apoyaba numerosas ONGs dedicadas a las microfinanzas.
Allí tuvo la oportunidad de conocer al Premio Nobel de la Paz, Muhammad Yunus, banquero y emprendedor social bangladesí, que fundó el Banco Grameen, pionero en la creación de microcréditos dirigidos a poblaciones vulnerables.
“Yunus fue a visitarme a mi oficina en Nueva York. Realmente me capturó cómo manejaba el Grameen Bank. Luego, me invitó al directorio de su fundación, donde trabajé ad honorem en el directorio. Allí aprendí mucho, porque vi cómo los pequeños financiamientos pueden cambiar la vida de madres y familias, que lo único que quieren es salir adelante”, declaró Ramos-Velita para AméricaEconomía.
Es así que en 2012, decidió que había llegado el momento de adaptar la idea a la realidad peruana. Por ello, en aquel año, no dejó pasar la oportunidad de adquirir la Caja Los Andes.
“Tenemos una licencia de banco, porque tomamos depósitos del público. Así que estamos totalmente regulados y podemos dar todo tipo de productos financieros, créditos seguros, ahorros, entre otros. Originalmente era una institución con alrededor de US$ 10 millones en cartera. Y si bien sólo teníamos cuatro agencias, también contábamos con un grupo joven de chicas y chicos puneños con una capacidad intelectual y un conocimiento financiero muy alto”, evoca la empresaria.
Posteriormente, Rosanna atrajo grupos de capital privado que comenzaban a desarrollarse en las microfinanzas para sacar adelante el proyecto. Estos grupos realizaron inversiones de impacto, que se realizan con la finalidad de contribuir a una causa social o ambiental positiva. Pero al mismo tiempo, debe ser medible y producir rendimientos financieros.
Los ingresos crecientes y la subsiguiente expansión a otras regiones llevó a Los Andes a adquirir otra entidad y a pasar de los US$ 10 millones iniciales en cartera a unos US$ 180 millones para 2020. La nueva década los recibió con la pandemia del COVID-19, que redujo el número de clientes y utilidades, aunque mantuvo intacto al equipo. Actualmente, el equipo de Los Andes quiere regresar a los niveles de crecimiento previos al coronavirus, pero los conflictos sociales en el Altiplano peruano, derivados del rechazo al gobierno actual, han entorpecido este objetivo.
“Pero a pesar de este impacto negativo, somos la única entidad microfinanciera que ha generado utilidades en los últimos dos años. Nuestra consigna siempre ha sido ser cautelosos y conservadores con el manejo de los activos de la cartera. Y por eso utilizamos en gran medida nuestro capital para darle soporte a estas pérdidas”, asegura Ramos-Velita.
Según la empresaria, este modelo sigue siendo atractivo para inversionistas internacionales, porque Los Andes ha llegado a un nivel en que la gente no debe pagar comisiones para afiliarse a la Caja. Este detalle les permite ganar terreno a las áreas más vulnerables, donde los servicios financieros escasean y las heladas hacen mella en las actividades agropecuarias todos los años.
INYECCIÓN DE CAPITAL Y BRECHAS EN EL SECTOR RURAL
Aquí es donde el fondo ADTx entró en escena para apoyar a Los Andes a dar el salto a la digitalización. A pesar que la Caja ya utiliza la tecnología en sus operaciones desde hace siete años, Rosanna reconoce que en un mercado donde la mayoría de clientes no cuentan con acceso a Internet o a un teléfono de alta gama se debe dar un impulso adicional.
“No hay todavía un gran nivel de confianza en el sistema bancario, como sí lo hay en las microfinanzas. Pero aún hay un largo espacio para que confíen en hacer transacciones a través de sistemas celulares o digitales. Aun así, hemos invertido mucho en transformar nuestra organización y ahora con esta nueva inversión vamos a lograrlo”, asegura.
Por su parte, Ramos-Velita considera que Los Andes se aleja del modelo de una caja municipal al ser una entidad respaldada por accionistas privados. Bajo dicho esquema, el banco rural rinde cuentas y busca el retorno de ganancias a los accionistas, mientras mantiene el enfoque de misión social.
“Solo nosotros y nuestros socios tomamos el impacto de los buenos momentos donde generamos utilidades y también de las pérdidas. No tenemos ninguna relación con las autoridades locales o nacionales. Hay una gran diferenciación que también le da a nuestros clientes mucho más seguridad. Porque saben que somos accionistas privados responsables de fondos internacionales, que van a resguardar sus depósitos con mayor seriedad”, explica.
Rosanna lamenta que muchos bancos tradicionales de Perú pasen por alto el desarrollo de servicios exclusivos para las poblaciones rurales. Por ejemplo, solo Mibanco, filial del Banco de Crédito, cuenta con una línea de crédito rural. No existe un banco independiente que apueste a tiempo completo por los agricultores peruanos.
En contraste, los países vecinos han logrado captar mejor esta necesidad. Como muestra, en marzo de 2024, Bancolombia y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo (USAID) crearon en conjunto el Laboratorio de la Ruralidad, una estrategia de educación e inclusión financiera, que promueve un modelo crédito grupal para impactar en 30.000 agricultores de los departamentos de Chocó y Nariño, que viven en condiciones precarias.
Hay también entidades enfocadas en el género femenino como el Banco Mundo Mujer, que otorga productos de crédito y ahorro a las colombianas. Por su parte, Rosanna buscará aplicar una consigna similar con el lanzamiento de “Lara de los Andes”.
Se trata de una nueva plataforma digital dedicada al empoderamiento de mujeres microemprendedoras. Sirve no solo como espacio de apoyo financiero, sino también para que las empresarias emergentes compartan y difundan sus negocios, adopten hábitos de ahorro y aprendan habilidades blandas.
LOS CRÉDITOS AGROPECUARIOS
Pero actualmente, quizás el servicio más extendido de Caja Los Andes son los créditos agropecuarios. Ramos-Velita toma en cuenta que en regiones como Puno, si el ganado se alimenta bien, la producción de leche y queso aumenta considerablemente.
“Entonces, nuestra tarea es empezar a evaluar a las vacas. Luego le damos un crédito de US$ 200 al agricultor para que compre una vaca pequeña, la engorde y luego la venda. Si vemos que funciona, podemos darle fondos para que repita el proceso con dos o tres vacas. Y si resulta, comienzan a producir leche y quesos. Es un círculo virtuoso”, declara la empresaria.
Así, toda la evaluación crediticia está enfocada en la calidad del ganado, la calidad del alimento y las oportunidades de desarrollar productos en torno a las vacas. Aunque por otro lado, el modelo no se puede trasladar a la agricultura por el riesgo ambiental.
“Tenemos una cartera de menos del 10% dedicada a los cultivos, porque el pequeño agricultor realmente no tiene ninguna forma de protegerse. No hay seguros en Perú como hay en otros países, contra plagas o desastres ambientales. No tienen todavía el know-how de cómo proyectar precios”, cuenta Rosanna.
Como consecuencia, si hay demasiada oferta de papas, el precio se desploma y no pueden pagar los créditos. Por eso, la ejecutiva sostiene que el Ministerio de Agricultura y los bancos deberían establecer políticas que orienten a los microagricultores a elegir cultivos que sean sostenibles en el tiempo como paltas y arándanos, por ejemplo. “Nosotros tratamos de crear un modelo integral rural que no solo sea dedicado a un cultivo, porque realmente es muy riesgoso”.
En cuanto al capital de US$ 10 millones que les otorgó ADTx, Los Andes apunta a culminar su proceso de transformación digital y posteriormente, plantear nuevos aplicativos y productos, siendo el más importante la ya mencionada iniciativa de “Lara de los Andes”.
Por otro lado, la directora reconoce que para sortear los obstáculos de la inclusión financiera en Perú, el Estado debería introducir políticas que fomenten el uso de la tecnología en zonas alejadas. Además, se necesitaría un mercado competitivo en donde no solo intervengan bancos o cajas municipales, sino fintechs y startups, aunque sea como proyectos piloto.