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Cuando el fondo de cobertura va a la despensa
Miércoles, Mayo 22, 2024 - 13:45
Foto Unsplash

Muchos hogares utilizan sus excedentes de efectivo para mantener hábitos de compra que les reportan altos rendimientos financieros.

Si usted tuviera US$ 500 de sobra en su cuenta corriente, ¿qué es lo más sensato que podría hacer con ellos? En igualdad de condiciones, muchos expertos le recomendarían invertirlos en bolsa, donde la rentabilidad media anual del 10% supera con creces los míseros tipos de interés que ofrecen la mayoría de las cuentas de ahorro convencionales. Pero pocas son las familias que de hecho hacen eso, en particular las de escasos ingresos. ¿Acaso están actuando de forma irracional?

En absoluto, afirma Scott Baker, profesor asociado de Finanzas de la Kellogg School of Management. Una nueva investigación realizada con sus colaboradores Stephanie Johnson y Lorenz Kueng (de la Rice University y el Swiss Finance Institute, respectivamente) muestra que muchos hogares "invierten" sus excedentes de efectivo en un inventario de artículos corrientes de consumo doméstico, desde alimentos en conserva y cereales para el desayuno hasta cajas de pañuelos desechables y rollos de papel higiénico.

Por medio de una gestión estratégica del inventario doméstico, estas familias de hecho obtienen un "rendimiento" de la inversión (en forma de ahorro de costes) que supera el 20% y alcanza a veces hasta un 50%, un rendimiento equiparable al de los más rentables fondos de alto riesgo. En otras palabras, gastarse un dólar en el cereal más barato que se vende hoy en el hipermercado puede suponer un importante ahorro para una familia comparado con comprarlo en la tienda de la esquina el mes que viene a un precio más alto.

Evidentemente, la mera gestión del inventario doméstico nunca generará las ganancias que permiten comprar yates o dotar universidades. Pero, según Baker, ese inventario representa una importante —y hasta ahora por lo general invisible— "clase de activos" que forma parte de la riqueza cuantificable de un hogar.

"[Su valor] no se cifra en enormes cantidades: calculamos que alrededor de US$ 1.000 o algo así", afirma Baker. "Pero, para muchas de estas familias, supone una cantidad considerable en relación con la totalidad de sus activos financieros observables. Así que, aunque no estén invirtiendo en acciones, sí están actuando de forma harto sofisticada para obtener un alto rendimiento que les permite maximizar su consumo".

Ventajas y desventajas ocultas

Los investigadores empezaron por examinar los activos financieros domésticos del mismo modo que lo hubieran hecho con los de una empresa. Al igual que una empresa se sirve del capital circulante —no solo de los ingresos y las inversiones— para mantener su solvencia, las economías domésticas tienen su propia versión de ese capital. Baker y sus colegas definieron este "capital circulante doméstico" como la combinación de activos líquidos y existencias de bienes de consumo.

Estos activos líquidos son bastante fáciles de reflejar en un balance, lo mismo que los de una empresa. "Son el efectivo disponible: un colchón en mi cuenta bancaria que, si voy a una tienda y encuentro verdaderas gangas o si [decido] que me conviene hacer acopio de alguna cosa, me permite hacerlo", afirma Baker.

Sin embargo, esa gra cantidad de cosas que la gente acumula en sus despensas y sus botiquines —los bienes de consumo que constituyen su inventario doméstico— no es tan fácil de contabilizar como el dinero en efectivo. "Las empresas [declaran] la cantidad de existencias que poseen porque es un componente importante de su valor. Pero en el caso de los hogares, este componente hasta ahora ha permanecido en cierto modo invisible", afirma Baker. "Las familias no necesariamente conocen su valor. Y es difícil decir en una encuesta: ‘Vaya a su despensa y haga una lista de todo lo que tiene en ella’”.

Baker y sus colegas calcularon el valor de los inventarios domésticos basándose en datos de Nielsen, empresa que rastrea las pautas de compra de unos 60.000 hogares: "comestibles, artículos de farmacia, básicamente casi todo lo que lleva un código de barras", explica. Estos datos solo miden directamente lo que la gente compra, no lo que sucede con los artículos después. Pero agregando estas pautas de consumo a lo largo del tiempo y cotejándolas con otros datos financieros tales como los ingresos familiares, los investigadores pudieron hacerse una idea razonable de los tipos de productos en los que los hogares "invierten" a modo de inventario.

"No es que en los hogares se consuma exactamente la misma marca de cereales o el mismo tipo de fruta a diario, pero siempre se consume algo de fruta y siempre se consume algo de cereales", explica Baker. "Basándonos en el movimiento de estos productos, podemos básicamente [reconstruir] su inventario en cualquier momento dado, teniendo también en cuenta una depreciación razonable. Como es natural, siempre se mantendrá una reserva más grande de productos enlatados o de aseo que de carne fresca o frutas y verduras".

A continuación, los investigadores tuvieron que definir la manera en que la gestión de este inventario genera un "rendimiento" para las familias en forma de ahorro de costes. Su modelo, explica Baker, se basa en el supuesto de que estas emplean dos estrategias de gestión.

La primera consiste en reducir el número de idas a las tiendas y en comprar a granel para comprar más barato. "Se invierte una cantidad mayor por adelantado, pero [los productos] se consumirán con el tiempo y a la larga se habrá pagado por ellos un precio más bajo", explica Baker.

La segunda estrategia consiste en efectuar más viajes a distintas tiendas para aprovechar las rebajas u ofertas que haya en ellas. "Muchos tipos de productos son objeto de rebajas periódicas", dice Baker, "así que, si uno va todos los días a una tienda, podrá comprar lo que esté en oferta para acumular existencias. Por término medio, pagará un precio más bajo por producto que si fuera a la tienda solo una vez al mes".

Ambas estrategias de gestión de inventario tienen desventajas que disminuyen sus posibles beneficios. Comprar a granel exige más capital inicial y reduce las oportunidades de aprovechar las ofertas. "No puedo almacenar carnes y verduras durante meses, así que, si no están rebajadas el día que voy a la compra, peor para mí", explica Baker. Pero la estrategia de salir en busca de ofertas genera gastos adicionales por el mayor número de viajes a las tiendas. Según Baker, los hogares "alternan entre estos dos sistemas de ahorro" para optimizar el rendimiento de la inversión en su inventario doméstico.

Más lucrativo que invertir en bolsa

Baker y sus colegas constataron que, por término medio, los hogares mantienen existencias por valor de unos US$ 725 en cualquier momento dado. En los hogares más pudientes suele haber más inventario, pero sus activos financieros también representan una parte mucho mayor de su riqueza total. Los hogares de más bajos ingresos, por su parte, "pueden no tener ningún activo financiero, pero sí US$ 1.000 de inventario doméstico", dice Baker. "Esto es una cantidad considerable en relación con su gasto total".

De hecho, entre los hogares que más rentabilidad derivan de la gestión del inventario doméstico figuran los que más bajos niveles tienen de capital circulante. Por ejemplo, si una familia de escasos ingresos se gasta unos US$ 5.000 al año en bienes de consumo y mantiene US$ 250 en efectivo e inventario a modo de "capital circulante doméstico" en cualquier momento dado, el rendimiento marginal —es decir, el rendimiento de la inversión de dinero adicional en su inventario— gira en torno al 55%, según el modelo de Baker.

"Cuando ese colchón doméstico está muy flaco, la rentabilidad de relajar las restricciones presupuestarias para [hacer acopio de provisiones] es sumamente elevada", explica. "A veces uno está en la tienda y ve que hay verdaderas gangas. Gastar un poquito más por adelantado para aprovecharlas puede resultar enormemente rentable".

El rendimiento medio de la inversión en inventario doméstico es también elevado: gira en torno al 50% para el hogar típico en la muestra de los investigadores. Una vez más, el efecto se magnificó en los hogares con menos capital circulante. Según el modelo, si un hogar que gasta US$ 7.500 al año en bienes de consumo mantiene una reserva de capital circulante de US$ 725 en efectivo e inventario, lo que ahorra anualmente equivale a un 100% de rendimiento de la inversión.

"El efecto es más notable aún en las familias que no tienen mucho patrimonio financiero", afirma Baker. "Vale la comparación con lo que obtendrían en el mercado de valores. ¿Preferiría yo sacar US$ 1.000 de inventario para invertirlos en bolsa, donde rendirían un 8%? ¿O preferiría dejarlos aquí, 'ganando' mucho más? Observamos que esto es lo que las familias están haciendo, y que realmente las compensa".

Gente común y corriente

Baker aclara que ni él ni sus colaboradores encuestaron a nadie sobre la elección entre invertir en el mercado de valores o en el inventario doméstico. Sin embargo, afirma que su investigación aporta la prueba empírica de que los hogares "optimizan [sus recursos económicos] a menudo de manera ingeniosa y detallada", por mucho que sus activos no sean de índole financiera.

"Hay muchos estudios que muestran los errores en los que caen los consumidores con diversos tipos de productos financieros", comenta Baker. "Nuestro estudio apunta en la dirección opuesta. Y tal vez sería bueno intentar seguir el tema más de cerca, sobre todo en relación con los hogares de escasos ingresos, donde más está ayudando el estudio a comprender en general su salud financiera”.

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Autores

Kellogg Insight