Cristian Quirós, un trabajador de la granja Flores y Verdes del Irazú, en la ciudad Cartago, dijo que les resulta muy triste destruir el fruto de horas de sudor.
Cartago, Costa Rica.- Los floricultores costarricenses han empezado a destruir los lirios, rosas y crisantemos que cuidaron con cariño durante meses después de que el brote de coronavirus provocara la suspensión de los vuelos que los llevarían al mercado en Estados Unidos y Canadá.
Cristian Quirós, un trabajador de la granja Flores y Verdes del Irazú, en la ciudad Cartago, dijo que les resulta muy triste destruir el fruto de horas de sudor.
"Es un sentimiento demasiado difícil porque estamos botando toda la producción, el trabajo, el esfuerzo de la compañía", dijo Quirós a Reuters.
El nuevo virus, surgido en China a fines del año pasado, se ha extendido hasta ahora a 206 países cobrando la vida de decenas de miles de personas y amenazando con desencadenar una profunda y prolongada recesión global.
William Quirós, propietario de la granja, estimó que el sector del país perdió US$10 millones en los últimos dos meses por no poder vender flores cortadas, y US$25 millones en total al considerar también las ventas perdidas de follaje y ornamentos que las complementan.
Marzo y abril son generalmente los meses más importantes en términos de ingresos para las granjas de flores en Costa Rica, uno de los mayores exportadores de América, siendo el Día de la Madre en Estados Unidos el que tiene la máxima demanda.
Quirós dijo que sus trabajadores ahora están cortando las flores de todos modos porque cultivarlas agotaría el suelo de nutrientes. Pero sus horas y paga se han reducido significativamente.
Los ingresos serán "simplemente para la comida, para que ellos subsistan, e ir esperando para ver qué ocurre", dijo Quirós, quien se mostró preocupado por cuánto tiempo tomaría que las cosas volvieran a la normalidad. "Sinceramente no sabemos qué decirles, ellos nos preguntan y no sabemos qué decir".
Pablo Leyton, otro trabajador agrícola, dijo que anteriormente trabajaba 48 horas a la semana y era el principal sostén de su familia. Ahora su carga de trabajo se han reducido a 24 horas.
"Soy el único que trabaja de la casa, es muy fuerte el golpe económico", afirmó.