La ONU advirtió sobre un hongo que afecta al banano a escala global, y pronto podría destruir plantaciones en América Latina. Las pérdidas serían enormes, los precios aumentarían, y también la pobreza.
El miedo cunde entre los agricultores bananeros de América Latina. El culpable es la cepa TR4 del hongo Fusarium, o “Tropical 4”. Esta plaga, también llamada “Mal de Panamá”, ya fue diagnosticada en plantas de banano de Asia, Jordania y Mozambique. Por eso, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) recomendó a los países bananeros tomar medidas urgentes.
La cepa TR4 del Fusarium se anida en las raíces de las plantas de banano y las destruye. La plaga es conocida desde los años 90. El agente patógeno contamina los suelos y puede sobrevivir hasta 30 años. En América Latina, el mayor exportador de banano del mundo, hay gran preocupación, ya que la TR4 es más agresiva que otras cepas conocidas y ataca a más de 50 variedades de banano, entre ellos, a los del subgrupo Cavendish, la más significativa a nivel económico.
Suelos contaminados. “Es difícil cifrar la probabilidad con la que el hongo TR4 pueda propagarse por Brasil, pero, en mi opinión, dicha probabilidad es muy alta, y es solo cuestión de tiempo”, dice Miguel Ángel Dita Rodríguez, agrónomo del Instituto de Investigación Agrícola Embrapa. El hongo podría ingresar al país a través de tierra, plantas o acodos contaminados.
Ya a comienzos del siglo XX, los plantíos de banano fueron diezmados por el “Mal de Panamá”, cuyo nombre proviene del lugar donde se los identificó por primera vez, en 1890. En solo una década, el parásito se había diseminado por Costa Rica, Guatemala, Honduras, Jamaica, Cuba, Surinam y Trinidad.
Entre 1920 y 1950, los hongos fusarium ya habían invadido todo el continente americano y llegaron hasta Brasil. Entonces se cultivó otra variedad para la exportación, la llamada Gros Michel o Banano de Jamaica.
Tierras desgastadas. “La consecuencia más grave de la plaga fue que los agricultores comenzaron a trasladar sus plantíos de unas tierras a otras”, explica John Soluri, historiador de la Universidad Carnegie Mellon, de Pittsburgh, Pennsylvania. “Eso funcionó durante casi 20 años, hasta que volvió a aparecer el mal”. A comienzos de los años 50, la especie Gros Michel fue desplazada por la Cavendish, que era, aparentemente, más resistente y rendidora. Pero, al contrario de entonces, actualmente no existe una alternativa rendidora que suplante a la Cavendish.
Soluri pronostica que los que más sufrirán a causa de la plaga son los pequeños campesinos, que abastecen al mercado local con sus cosechas. En los países pobres se verán afectadas cientos de miles de familias que viven del cultivo del banano.
El temor de que la propagación de la “enfermedad de Panamá” pueda provocar la extinción del banano no es fundamentado, dice Soluri: “No hay ningún argumento biológico ni ecológico para sospechar eso. El miedo a la extinción del banano como especie es más bien un problema de marketing”, opina el historiador.
En cuanto a Brasil, parece estar preparado para enfrentar la plaga del TR4: “Hay un gran número de variedades de banano, entre ellas, algunas que son resistentes al hongo”, aclara el agrónomo Miguel Rodríguez, de Embrapa. Sin embargo, aún no ha podido comprobarse su rendimiento ni su rentabilidad.
Monocultivos, los más vulnerables. La exportación del banano aporta a los productores cerca de US$7.000 millones anuales. Casi el total de la producción para la exportación proviene de los monocultivos. Dado que los arbustos del banano se plantan a una distancia mínima los unos de los otros y son genéticamente idénticos, las plagas pueden diseminarse con mucha facilidad.
Según datos de la FAO, la banana es uno de los ocho alimentos más importantes del mundo y es cultivada en más de 135 países, en especial por pequeños agricultores que abastecen con él los mercados locales. Los mayores países bananeros con India, Brasil, China, Uganda, Ecuador y Filipinas.