Se expanden con fuerza en el interior con precios que llegan a la mitad de la vivienda tradicional
Montevideo. Una verdadera política de viviendas de rápida solución pasa por este sector. El Banco Hipotecario (BHU) atiende a sectores de altos ingresos con plazos de 20 años o más, que muchas veces naufragan por los vaivenes de la economía”.
El comentario de Guillermo en una de las tantas páginas de Facebook dedicadas a la venta de casas prefabricadas refleja el sentir de muchos uruguayos, y ayuda a explicar el auge de un mercado que tiene pocos años pero atrae cada vez a más gente de todos los sectores socioeconómicos.
Los altos costos de la construcción tradicional (ver página siguiente), inaccesibles para buena parte de la población, han abierto una ventana para soluciones alternativas en materia de vivienda. Con materiales que van desde paneles de poliestireno expandido hasta contenedores reciclados, varias empresas buscan saciar la creciente demanda.
“¡No sabés cómo nos llaman!”, comenta Federica Álvarez, gerenta administrativa de Igaben, empresa dedicada a la venta de módulos de vivienda. Álvarez no duda en atribuir ese aumento de la demanda al costo del metro cuadrado: “Es tan caro que esto otro se ha vuelto una alternativa más accesible”.
Por “esto otro”, Álvarez se refiere a construcciones a base de isopaneles (EPS), un material ligero y barato que consiste en una especie de sándwich de dos chapas con poliestireno estirado dentro. Pero aparte de los paneles EPS, existen otros materiales que sirven para las viviendas prefabricadas, como la madera de pino o el acero galvanizado.
Pablo tiene 65 años y hace cuatro se mudó a una vivienda de isopaneles en Piriápolis, con los bajos precios como principal motivación.
“Me pasé a esto por el bolsillo”, comenta Pablo, y explica que en vez de los US$ 1.500 que cuesta el metro cuadrado de construcción tradicional, su vivienda le costó US$ 600 el m2. Al final, los US$ 45 mil que le hubiera salido su casa de 30 m2 le quedaron en aproximadamente US$ 16 mil.
Esa diferencia en el precio no solo se debe a que los materiales son más baratos, sino también a que los tiempos de obra son mucho más reducidos.
Mientras que una construcción tradicional puede tardar entre meses y años, Pablo recibió su casa terminada en solo 40 días. “La llevaron con un camión grúa y ya estaba pronta, con agua, luz y todo”, dijo al El Observador.
Con tal disminución de los días se reduce considerablemente el dinero a pagar a los obreros, ya sea en salario como en seguridad social y otros impuestos.
Otra gran parte del mercado de viviendas prefabricadas lo acaparan las casas hechas a partir de contenedores reciclados. Cada vez son más las empresas que transforman en viviendas esos objetos que suelen formar parte del paisaje portuario.
Marcelo Pérez del Castillo, director de Multicontainers, asegura que –contrario a lo que algunos podrían imaginar– la estructura del contenedor, revestida además con otros materiales, “es indestructible”.
La principal preocupación con la que llegan sus clientes, sin embargo, es estética: “Algunos no logran sacarse de la cabeza la idea de que estarían viviendo en un contenedor. Siempre digo que si querés disfrazarlo y ocultarlo porque no te gusta, capaz que significa que no es para vos”.
Natalia, que vive desde hace dos años en un contenedor en El Pinar, coincide con el empresario.Ella no siente pudor alguno en decir dónde vive, aunque sus amigas le digan que su casa “parece un microondas”.
Estos días de verano Natalia los soporta con aire acondicionado –“si no, es imposible”, asegura– pero en invierno no gasta en calefacción porque “es supercalentito”.
Ese ahorro energético es precisamente otro de los beneficios que resaltan tanto los usuarios como los vendedores de las casas prefabricadas.
A eso le suman la facilidad para transportarlas: “Si mañana me quiero ir a Artigas me llevo la casa conmigo”, comenta Pablo, quien además ya planea adquirir nuevos módulos para ofrecer en alquiler.
Así como es relativamente fácil moverlos de un lado a otro, las viviendas prefabricadas habilitan también la construcción en etapas.
“Si vos querés, podés comprar un módulo para empezar y después vas agregando”, explica Federica Álvarez, quien agrega que es la modalidad más extendida en la capital: “En Montevideo, donde hay menos terrenos disponibles, los pedidos que nos llegan son para agregar pisos”.
Como si se tratara de piezas de Lego, los módulos prefabricados van ganando terreno.