Diversos analistas han alabado tanto la velocidad con la que el grupo se ha desprendido de los bonos como el hecho de que los descuentos que ha aplicado están muy por debajo de lo esperado.
Madrid. La petrolera española Repsol ha zanjado en una semana de vértigo el conflicto por la expropiación de YPF: en solo siete días se desprendió de su participación en la petrolera argentina e hizo caja con los bonos entregados por el gobierno de Cristina Fernández a modo de compensación.
La velocidad con la que se cerraron los pagos contrasta con el largo y difícil periodo de casi dos años que necesitó la petrolera para acercar posiciones con el gobierno argentino, después de que este nacionalizara en abril de 2012 el 51% de las acciones de YPF, todas ellas de Repsol.
Desde entonces, ambas partes cruzaron acusaciones y demandas a todos los niveles hasta que, tras algún intento fallido de pacto, los gobiernos español, argentino y mexicano -este último implicado para defender los intereses de Pemex, accionista de la española- alcanzaron un preacuerdo marcadamente político de compensación en noviembre de 2013.
Este preacuerdo preveía el pago de US$5.000 millones en títulos de deuda argentina, una compensación considerada arriesgada por muchos analistas que los servicios jurídicos y financieros de ambas partes se encargaron de detallar hasta el extremo en los siguientes meses.
El resultado fue el extenso "Convenio de solución amigable y avenimiento de expropiación" por el que Repsol se aseguraba el cobro de la compensación, independientemente de las circunstancias que rodearan a la economía argentina o de posibles devaluaciones de su deuda.
Entre otras cuestiones, el convenio regula que la deuda reconocida, de US$5.000 millones, solo empezaría a minorarse a medida que la petrolera cobrara de forma efectiva el dinero, es decir, cuando vendiera los bonos o recuperara su valor al vencimiento.
Y, por supuesto, la aceptación del acuerdo implicaba la retirada de todos los litigios judiciales pendientes.
Una vez aprobado por todas las partes -desde el Parlamento argentino a la Junta de Accionistas de la petrolera española-, el pasado jueves 8 de mayo Argentina entregó a Repsol un total de US$5.317 millones en bonos, ya que el paquete inicial de US$5.000 millones previsto no alcanzaba el valor mínimo de mercado acordado.
Desde entonces, las operaciones se han precipitado. Aunque inicialmente Repsol se dio un plazo de unos dos años para desprenderse de los bonos y monetizar la compensación, apenas han aguantado unos días en sus manos.
El viernes 9 de mayo, solo un día después de recibir los títulos, la compañía vendió a JP Morgan bonos argentinos por US$2.813,6 millones. Ayer anunció un acuerdo para traspasarle títulos por otros US$2.010 millones, una operación que previsiblemente se cerrará este viernes.
Con estas ventas, Repsol cobrará en efectivo un total de US$4.815 millones en concepto de compensación -el máximo está fijado en US$5.000 millones- y dejará en su cartera un paquete residual de títulos argentinos por valor de US$117,36 millones.
Diversos analistas han alabado tanto la velocidad con la que el grupo se ha desprendido de los bonos como el hecho de que los descuentos que ha aplicado están muy por debajo de lo esperado.
Paralelamente, la petrolera española se deshizo el pasado 7 de mayo de prácticamente toda la participación que le quedaba en YPF tras la expropiación. En total, vendió, nuevamente a JP Morgan, un 11,8% de la compañía argentina por US$1.255 millones, con lo que redujo su participación a un escueto 0,5%.
Repsol inicia así la "nueva etapa" anunciada esta semana por su presidente, Antonio Brufau, con las arcas llenas: en una semana ha cerrado operaciones para ingresar US$6.079 millones, que previsiblemente utilizará para adquirir alguna compañía en el área de la OCDE.