El gobierno planea recurrir a los cultivos transgénicos para expandir el área productiva a 42 millones de hectáreas, desde los 33 millones actuales, y llegar a una producción agrícola de 160 millones de toneladas anuales.
Buenos Aires. Argentina, una potencia agrícola, lanzará un plan para incrementar su producción de granos en un 60% para el 2020, pero el gobierno podría verse obligado a abandonar algunas de sus políticas intervencionistas para alcanzar ese objetivo.
La demanda mundial de alimentos, forraje y biocombustibles está creciendo y Argentina, con su inmensa capacidad agrícola, está posicionada para sacar ventaja de esa tendencia.
El gobierno, que busca recobrar apoyo electoral en áreas rurales de cara a los comicios en que la presidenta Cristina Fernández competirá por su reelección, dice que Argentina y otras naciones productoras deben incrementar sus cosechas para aprovechar los crecientes precios mundiales de alimentos.
Para el 2020, el Gobierno planea recurrir a cultivos genéticamente modificados, en especial soja, para expandir el área productiva a 42 millones de hectáreas, desde los 33 millones actuales. En tanto, la producción agrícola se ubicaría en 160 millones de toneladas anuales.
La producción de soja está en auge, lo que contribuye al veloz crecimiento económico del país sudamericano y aleja a los agricultores del trigo y el maíz, cuyas exportaciones son restringidas por el gobierno para garantizar el abastecimiento doméstico y evitar alzas en precios de alimentos.
Para que Argentina alcance sus objetivos para el 2020, el economista Manuel Alvarado Ledesma dijo que los productores deberán sembrar más maíz y trigo para garantizar la rotación de cultivos, que es necesaria en las áreas productoras de soja.
"El problema es que la producción de maíz y trigo tiene baja rentabilidad como consecuencia de la intervención estatal en los mercados mediante cuotas a la exportación", dijo Alvarado Ledesma.
"Por ello, los productores y agentes agrícolas no están suficientemente incentivados como podrían estarlo", añadió.
Argentina es el principal exportador mundial de harina y aceite de soja, y el tercero del poroto de la oleaginosa.
En la campaña 2009/10, cosechó más de 52 millones de toneladas de soja, casi el quíntuple del volumen producido 20 años atrás.
Como parte de su impulso a la producción, Argentina apunta a triplicar su superficie bajo riego en diez años, a seis millones de hectáreas.
Cristiano Casini, un experto agroindustrial en el estatal Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), afirma que los campos productivos se expandirán en el centro y el norte de Argentina.
Actualmente, el ganado del que se obtienen los cotizados cortes de carne argentina está siendo desplazado de los exuberantes campos de la región pampeana y redirigido hacia los corrales de alimentación (conocidos como "feedlot") o hacia tierras marginales, en función de dejar espacio para la siembra de granos.
El plan gubernamental también busca alentar la exportación de productos agrícolas industrializados, en lugar de la mera materia prima.
"Para el 2020, queremos que todo lo que exportemos del campo tenga valor agregado", explicó Casini. "Vamos a industrializar todos los granos", afirmó.
"Costo Argentina". Los ánimos adversos del sector contra las políticas oficiales se enfriaron en comparación al 2008, cuando los productores rurales sacudieron al Gobierno con masivas protestas contra la presidenta Fernández.
El baluarte de la popularidad de la mandataria se encuentra en los suburbios, altamente poblados, de la provincia de Buenos Aires. Pero mientras se acercan las elecciones de octubre, Fernández también espera atraer la mayor cantidad posible de votos en zonas rurales.
El ministro Domínguez ha tomado una postura más conciliatoria con el sector, desde su nombramiento en el 2009. Ahora, por primera vez en tres años, la cartera instaló un puesto en la exposición agropecuaria anual que se realiza esta semana en la ciudad de Buenos Aires.
"Ojalá sea el principio de un cambio, de una actitud distinta", dijo el organizador de la muestra Hugo Biolcati, presidente de la Sociedad Rural Argentina, que representa a grandes productores.
Sin embargo, Fernández suele insistir en la necesidad de "profundizar el modelo" de su Gobierno, lo que los agricultores interpretan como una mayor intervención estatal.
"Es factible (que la cosecha llegue a 160 millones de toneladas en 2020), pero con otro Gobierno. Con esta gente, no", dijo Enrique Ballesteros, un consultor agrícola que también dirige una firma de fertilizantes.
"Frenar los exportaciones de trigo hace que se produzca menos trigo", aseguró, y agregó que eso se suma a "lo que llamamos 'el costo Argentina', que consiste en las tarifas, la burocracia, peajes de carreteras, la falta de infraestructura y la inflación".
Economistas privados afirman que los precios al consumidor están subiendo a un ritmo superior al 20 por ciento anual, lo que hace trepar a los costos del trabajo rural.
Los productores y los operadores de granos también se quejan del impuesto del 35 por ciento que el Gobierno aplica sobre las exportaciones de soja.
"De cada tres buques de carga que ves por el Río Paraná, uno de ellos es para pagarle al Gobierno", dijo un ejecutivo de una compañía exportadora local que pidió no ser identificado.
No obstante, también señaló que la demanda de alimentos y de biodiésel elaborado en base a aceite de soja podría crecer lo suficiente como para permitir a Argentina alcanzar sus objetivos de producción para el 2020, a pesar -y no debido a- sus políticas para el sector.
"La gente necesita comer", afirmó el ejecutivo, y estimó que "con el tiempo, la demanda para la producción de biocombustibles crecerá tanto que permitirá una expansión rentable de la agricultura a nuevas tierras".