En términos petroleros, el desembarco chino en la región se ha caracterizado por un desplazamiento o absorción de firmas privadas occidentales que actuaban en Brasil, con gigantescas inversiones de compañías o consorcios estatales.
Río de Janeiro. Los descubrimientos en los últimos años de grandes reservas de petróleo en aguas del océano Atlántico bajo jurisdicción brasileña han atraído el interés de numerosas petroleras de todo el mundo y ha fomentado la alianza de varias de ellas, entre las que destacan los distintos acuerdos entre compañías chinas y europeas.
Debido a las restricciones proteccionistas que el Gobierno brasileño impone para la llegada de cualquier empresa extranjera al país, apenas las alianzas entre petroleras les han permitido cumplir con parte de las exigencias de la estatal Agencia Nacional del Petróleo (ANP, el órgano regulador brasileño), así como el aprovechamiento de la experiencia y estructura de las petroleras extranjeras.
"Son asociaciones muy fuertes. La entrada de petroleras chinas fortalece estos intereses recíprocos, en tecnología de petróleo", explica a Xinhua un especialista petrolero que trabaja en una de estas compañías chinas que actúa en Brasil y que prefiere mantenerse en el anonimato.
En los últimos años, gracias a su creciente demanda interna, China se ha convertido en el primer socio económico de Brasil, y las compras de petróleo son uno de los principales motivos, no sólo en Brasil, sino también en los otros países latinoamericanos.
La razón es bien simple: China es el mayor consumidor mundial de productos básicos, entre ellos el petróleo, y América del Sur ostenta una de las mayores reservas de petróleo fuera de Oriente Medio.
En este sentido y gracias a su tamaño continental, Brasil es uno de los pocos países con el potencial de satisfacer la creciente demanda de China, por lo que es uno de los que más inversiones ha recibido, y que cuenta con más presencia de empresas del gigante asiático.
En términos petroleros, el desembarco chino en la región se ha caracterizado por un desplazamiento o absorción de firmas privadas occidentales que actuaban en Brasil, con gigantescas inversiones de compañías o consorcios estatales.
"Para las petroleras chinas, las oportunidades de crecimiento en el tradicional sector doméstico de exploración y producción de petróleo y gas son limitadas, por lo que la adquisición internacional es un área para encontrar ese crecimiento", explicó Yan Shi, analista de UOB Kay Hian.
Los inicios de las cooperaciones sino-europeas para explorar petróleo brasileño empezaron hace cinco años, cuando en mayo de 2010, Sinochem Corporation compró el 40% de las acciones de la empresa noruega Statoil en el campo Peregrino, en la cuenca marítima de Santos (litoral sureste de Brasil), por unos US$3.100 millones.
Unos meses más tarde, en octubre del mismo año, China Petrochemical Corporation (Sinopec) adquirió el 40% de la española Repsol en Brasil por US$7.100 millones, creando una de las mayores energéticas privadas de Latinoamérica, con un valor de US$17.800 millones.
"Estamos encantados de compartir el desarrollo de los activos brasileños de Repsol con un socio de reconocido prestigio en el sector como Sinopec. Juntos podemos ayudar a expandir las relaciones empresariales entre nuestros países", dijo entonces el presidente de Repsol, Antoni Brufau, eufórico tras la operación.
Apenas un año después, la misma Sinopec, mayor petrolera y petroquímica china, expandió sus operaciones en Brasil con la compra del 30% de las operaciones de la portuguesa Galp Energia, en un negocio cercano a los US$5.000 millones que incluyó un préstamo a Petrogal Brasil como accionista de unos US$390 millones (287 millones de euros), empleado en devolver el 30% de los préstamos por importe de US$1.300 millones (956 millones de euros) a Galp Energia.
En octubre de 2013, otras dos petroleras chinas, la China National Petroleum Corporation (CNPC) y la China National Offshore Oil Corporation (CNOOC) ganaron la adjudicación para la exploración de petróleo en el campo de Libra, en la zona conocida como presal de la cuenca de Campos (costa sureste de Brasil), en un consorcio formado junto a la angloholandesa Shell, la francesa Total y la brasileña Petrobras.
En este campo considerado como la joya de la corona del petróleo brasileño, con unas reservas estimadas de unos 12.000 millones de barriles de crudo, las dos compañías chinas tendrán el 10% del consorcio, mientras que Shell y Total tendrá el 20% cada una y Petrobras, como operadora y empresa estatal, tendrá el 40% restante.
Según el director del Centro Brasileño de Infraestructura (CBIE), Adriano Pires, las asociaciones con petroleras europeas se producen porque "China necesita más experiencia en operar plataformas marítimas, y las compañías europeas sí poseen mayor conocimiento en este tipo de extracciones".
En la misma línea el citado especialista chino comentó que "las asociaciones suponen inversiones en tecnología, y hay un interés mutuo".
Según él, las asociaciones son "un comportamiento comercial habitual, porque las grandes petroleras del mundo son socios en muchos lugares. Generalmente hay un operador y varios socios, lo que muestra que es una cooperación bien normal. En el caso de Brasil, como hay un campo de petróleo muy grande, siempre es mejor que varias empresas trabajen juntas para dividir los riesgos e intercambiar la tecnología".
Se trata pues de un buen negocio para todas las partes. Los países latinoamericanos no cuentan con suficiente tecnología para explotar las reservas de crudo que poseen, por lo que necesitan la presencia de petroleras extranjeras, generalmente europeas o estadounidenses. A estas, por su parte, les interesa la entrada en el consorcio de las compañías chinas, que entran en el negocio aportando importantes recursos financieros y son más dinámicas.
"No hay riesgos. En el caso de Brasil, al país le interesa porque trae tecnología y dinero. Es un buen negocio para todas las partes", concluyó Pires.