Bolivia vive la paradoja de ser el país con las mayores reservas de litio y no liderar su producción. Enfrenta el desafío de impulsar esta industria y proteger a los pueblos que viven en torno al salar de Uyuni.
Uyuni es el salar más extenso de la Tierra: más de 10.000 kilómetros cuadrados en donde se encuentra la mayor reserva de litio del mundo. Para muchos es la materia prima del futuro, por su uso en la elaboración de baterías para computadores, teléfonos y autos eléctricos. El oro blanco, como lo han llamado, es una potencial riqueza sobre la que, desde hace unos años, Bolivia hace jugosos cálculos, pero que hasta la fecha no ha logrado capitalizar.
“Al presente, la extracción de litio en el Salar de Uyuni se encuentra virtualmente estancada a pesar de la inauguración a principios del año pasado de una planta piloto de carbonato de litio. Según el Presidente Morales en su discurso del 22 de enero pasado, en el 2013 Bolivia habría logrado producir apenas un total de nueve toneladas del compuesto, frente a una meta de al menos 40 toneladas mes”, indica Juan Carlos Zuleta, economista boliviano experto en litio.
La cifra es además mínima, comparada con las cerca de 200.000 toneladas de carbonato de litio que se habrían producido a nivel mundial el año pasado. Zuleta ha advertido sobre la inoperancia para enfrentar los desafíos de un mercado en el que Bolivia no sólo está desaprovechando una gran oportunidad, sino que dando una mala señal a la industria de autos eléctricos.
“Falta una visión estratégica, voluntad política, recursos humanos y tecnología”, afirma el experto. “La incapacidad de Bolivia para producir litio ha permitido el posicionamiento de Australia como el primer productor del mundo -a partir de yacimientos mineralizados-, propiciando la búsqueda de sustitutos de litio para su uso en baterías y generando una enorme incertidumbre acerca del futuro de la era del vehículo eléctrico, con enormes implicaciones negativas para Bolivia”.
Reciprocidad con pueblos indígenas. En quechua, Ayni significa reciprocidad y es precisamente lo que preocupa a la asociación que con este nombre formaron latinoamericanos y alemanes hace dos años en Leipzig. El interés de Ayni es aportar a la discusión de aspectos técnicos, económicos y sociales de la producción de litio. “Actualmente no hay un punto de vista social y etnológico”, advierte su director, el boliviano Germán Muruchi, hijo de padre aymara y madre quechua. “Se explota la materia prima y se deja de lado a los habitantes de la zona”, reclama.
“Alrededor del salar de Uyuni se produce la quínua, que también se exporta al exterior –señala Muruchi-. Nosotros prevemos que con la explotación del litio caerá el nivel de agua y humedad en las tierras aledañas y eso afectará los cultivos. Falta investigar este aspecto y proteger a la quínoa, que es otra estrella de la producción boliviana”.
Otro desafío es incorporar a los pueblos vecinos en proyectos de extracción que puedan beneficiarlos directamente. Una buena oportunidad es la tecnología de conos de evaporación desarrollada en conjunto por investigadores alemanes y bolivianos de la Universidad Técnica de Minas de Freiberg y la Universidad Autónoma Tomás Frías de Potosí. Es una tecnología sencilla de aplicar y de bajo costo.
Esfuerzo conjunto. Las particularidades climáticas de Uyuni, donde llueve casi la mitad de año, obligaron a encontrar nuevas formas de extracción. “En Uyuni llueve, lo que dificulta el proceso de extracción del litio, a diferencia del desierto de Atacama en Chile que es muy seco, lo que facilita la evaporación”, explica Andrea Schwarzkopf, miembro del partido Verde y de la Fundación Humboldt.
En sus visitas a Bolivia y por su gestión para entregar becas a estudiantes de este país latinoamericano, ha conocido de cerca la realidad de estas comunidades. “Los habitantes de Uyuni están muy interesados y podrían utilizar esta tecnología, que no supone tanto impacto en el medio ambiente. Las piscinas de evaporación en cambio ocupan grandes superficies, afectan el entorno, pero el cono es compatible con otros usos de la tierra”, agrega.
“Son manejables en forma individual y comunitaria, no son para explotación masiva, lo que permite a las comunidades participar en la primera fase de extracción del litio y formar una cooperativa. Esto podría mejorar su calidad de vida”, indica Germán Muruchi.
Sin embargo, hasta ahora este proyecto ha quedado a nivel piloto. “Hay factibilidad técnica de realizar este proceso. La posibilidad de tomar el know how de Alemania debiera ser concretada por Bolivia”, dice Andrea Schwarzkopf.
Los expertos coinciden en que falta mayor involucramiento de las autoridades bolivianas. “Dada la complejidad de las salmueras bolivianas y las condiciones físico-climáticas de nuestros yacimientos, todo apunta a pensar que la solución tecnológica definitiva tendrá que pasar por una combinación o coexistencia de varios sistemas de extracción de diferentes características”, indica Juan Carlos Zuleta.
¿Baterías bolivianas? Si la fase de extracción no ha cumplido las expectativas, la posibilidad de avanzar en la industrialización del litio, a juicio de los expertos, es poco probable, “lo que no significa que Bolivia tuviera que resignarse a ser un simple productor de materia prima”, apunta Zuleta.
Bolivia acaba de anunciar la próxima puesta en marcha de una planta piloto de baterías de ion litio con tecnología china, en una fase experimental no destinada a la comercialización. Según Zuleta, no se trata de un verdadero avance, pues sería una planta con tecnología atrasada y que usaría insumos importados de ese país asiático.
Si bien actualmente Bolivia no está en condiciones técnicas ni humanas de producir sus propias baterías, el economista cree que el camino es encontrar un aliado estratégico para darle valor agregado al litio. Lo ha intentado con una empresa de Corea del Sur, que desarrolló tecnología gracias a la materia prima entregada por Bolivia, pero hasta ahora este país no ha obtenido beneficios.
Para Andrea Schwarzkopf, la capacitación y especialización de profesores y estudiantes será clave en este proceso. La gran duda es si una vez adquiridos los conocimientos técnicos necesarios, estos profesionales decidirán permanecer en Bolivia y aportar al hasta ahora incierto mercado del litio.