Las historias de que reflejan tanto las oportunidades como las dificultades que tiene el campo del país sudamericano.
José Vicente, Jorge Milton, Duberney y José Édinson hablan con acentos distintos. Unos conversan más bajito que los otros. Sus mochilas, color de piel, contextura y estatura también son diferentes, y cada uno proviene de diversas zonas de Colombia. Ayer se reunieron para hablar en sus lugares de origen, algo que antes era hasta impensable, porque el conflicto armado restringía sus libertades.
Se sentaron a charlar de lo que tienen en común: sus motivaciones para dejar los cultivos ilícitos, la preocupación que comparten por la coyuntura del país y, sobre todo, su pasión por producir café.
Son parte del grupo de productores que desde 2012 han venido recibiendo capacitación y acompañamiento del programa “Colombia Responde”, que ha impulsado inversión pública y privada, y ha aportado recursos de cooperación internacional (Usaid), para un total cercano a US$17 millones sólo en el sector cafetero. De acuerdo con Alejandra Saray, vocera de Colombia Responde, la estrategia ha tratado de atender las necesidades sociales, productivas, de infraestructura, ambientales e institucionales de productores en departamentos como Tolima, Caquetá, Cauca, Valle, Meta y Arauca, de la mano de las organizaciones de base.
Según ella, el objetivo ha sido ayudar a consolidar una visión de agronegocios en los agricultores, para que produzcan con buenas prácticas, sean capaces de proveer servicios a su propia comunidad y abran mercados. El acompañamiento internacional terminará en 2017, por eso Saray habla de una expectativa: que las organizaciones y autoridades locales, departamentales y nacionales no desaprovechen el potencial de productores como Vicente, Jorge, Duberney y Édinson, quienes hoy promocionan su café especial en la novena edición de Expoespeciales en Bogotá, ante más de 13.000 asistentes que espera la Federación Nacional de Cafeteros.
José Vicente Quevedo, representante Asocafé San Juan (Uribe, Mesetas y San Juan de Arama, Meta).
En nuestros municipios crecieron los cultivos ilícitos que financiaban los grupos al margen de la ley, porque por la carencia de vías de acceso era lo más cómodo, era lo que resultaba productivo. Los campesinos tomamos conciencia del daño que causábamos, las represalias que recibíamos, de que nuestros hijos crecerían en ese ambiente y comenzamos a hacer renovación hacia el café. Empezamos con las uñas hace seis o siete años. El café es un cultivo en el que si llevamos las cosas bien, como nos han capacitado, nos mejora la calidad de vida, no solo a nosotros sino a nuestras familias.
Jorge Milton Conda, miembro del grupo de productores de la comunidad indígena de La Rivera (Florida, Valle).
Hacia 1992 llegó la amapola, una oleada tremenda, y el conflicto se agudizó. Hubo desastres naturales y pasamos a la época de la invasión de la coca. Históricamente había habido café. Autónomamente empezamos a fortalecer el cultivo del café. Más o menos hace tres años encontramos “Colombia Responde”, que con nuestras condiciones nos apoyaron. Hubo talleres en comercialización, buenas prácticas, trazabilidad y cuidado ambiental. No se ha mejorado al 100 %, pero se ha empezado a fortalecer. Esperamos no depender de la ayuda que viene del exterior y tener nuestras iniciativas.
Duberney Cifuentes, vicepresidente de la Asociación Macizo (Planadas, Tolima).
Hemos sido epicentro de violencia. En Planadas nacieron las Farc. Se cultivó amapola y marihuana. Era desastroso. Nació la necesidad de formar un grupo y empezamos con el café especial, a oír que había diferentes atributos de taza, sabor y cuerpo, y más gente se empezó a organizar. La Asociación nació en 2004. A mejor café, mejores ingresos, y la gente se fue dando cuenta de que por ahí era el negocio. Hemos venido haciendo la paz, porque generar empleo genera paz. Esta es nuestra alternativa de sobrevivir, sabemos qué es la TRM, cómo funciona la bolsa, pero el agro trabaja a pérdida y nos preocupa el relevo generacional.
José Édinson Unda, asociación Aroma de Montaña (Miranda, Cauca)
El café que tenían nuestro abuelos se terminó porque los cultivos ilícitos daban plata más fácil cada 8 o 15 días. Hubo amapola y la marihuana, es lo primordial. Hay gente que no tiene conciencia del daño que causa. Estábamos enceguecidos por el vecino que sembraba coca y tenía su laboratorio. Por avaricia, ambición, falta de educación y porque el Estado no ponía mucha atención a que el campo se estaba acabando. Llegó el día en que, sin experiencia en café, nos organizamos, con campesinos, cabildos, afros. Ser incluyente porque en la región se pelean mucho por el territorio. Sin embargo, hoy nos preocupan las deudas que tienen los cafeteros y que no pueden pagar por fenómenos como el climático.