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Conozca las amenazas del negocio del cine en Latinoamérica
Miércoles, Septiembre 12, 2012 - 16:54

El negocio de la pantalla grande en la región vive un momento único de boom productivo, pero de compartimientos estancos. La distribución está en el banquillo de los acusados, pero se vive una mutación tecnológica y de la cultura del público.

El cine ya no es lo que era. Tampoco es lo que será. Sólo una cosa es segura: tiene el cuero muy duro. Las predicciones de su muerte a manos del video, el DVD, DirecTV, Blue-Ray y –la última vez– con los Home Theaters han resultado una vez más exageradas.

En Argentina, por ejemplo, sólo hasta junio, 28 millones de espectadores pagaron US$150 millones por entrar a una sala y ver un estreno. De éstos, 51 fueron largometrajes de producción local. No tantos más que las 30 cintas que ahora produce el país vecino, Chile. Eso sí, al año. Curiosamente, contra lo que dicen estos números, no es un tiempo demasiado feliz para las cinematografías latinoamericanas. La mayoría apenas si es vista y no recupera la inversión. ¿Por qué?

Las respuestas son polémicas, pero hay un punto en que todas coinciden: el talón de Aquiles está en el negocio de la distribución.

Hielo poderoso. “Si el cine no fuera subsidiado nunca podría valer la pena hacer los proyectos más riesgosos, como los largos documentales”, dice Gema Juárez Allen, titular de la productora Gema Films. Su compañía está detrás de “¡¡Vivan las Antípodas!!” obra del director ruso Victor Kossakovsky, centrada en los escasos lugares del planeta que están situados realmente en lugares opuestos unos de los otros. Coproducida por cinco países, lo que incluye a Argentina y Chile, es un caso especial: ha ganado premios, el tema es muy atractivo y su director es prestigioso y conocido en Europa.

Pese a ello, agrega Juárez Allen, “con suerte, una película así llega a 5.000 espectadores” estrenada en cines. Tal vez haya más gente que quiera verla, el problema es que no tienen dónde hacerlo.

El caso argentino, que se repite a nivel regional, es un buen ejemplo. Con cerca de 750 cines comerciales, un jueves (día de estreno) un blockbuster de Hollywood como “La Era del Hielo 4” puede ser lanzado con 284 copias, en el mismo momento en que otros tres “súper tanques” pueden tener 70 a 120 copias cada uno. El espacio restante se pelea a los codazos.

Pensando en esto el INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales) de Argentina decidió crear una red de cines alternativa. Pero en Buenos Aires sólo uno de ellos es un éxito, por su ubicación y extensión. Existen en el resto del país, pero allí surgen problemas tecnológicos y de costos en refaccionarlos. “Las Antípodas” la hicimos en digital DCP, un formato que es mejor que el fílmico, pero hace falta un proyector especial hecho en Alemania. Entonces, no hay salas no comerciales que tengan DCP”, dice Juárez Allen. La ironía del asunto es que la tecnología “sí está acá, en los cines (comerciales) multipantalla”, dice  la productora. ¿Qué es lo que impide estrenarla en el circuito comercial, entonces? Juárez Allen sonríe. “La vieron y me dijeron: ‘Linda película. Si la tuvieras en 3D te la estreno’, porque en el circuito comercial los documentales que se dan son sólo los 3D”.

Juárez Allen reconoce que las cosas son algo más difíciles “porque estamos en un momento de transición tecnológica: en dos años más va a ser mucho mejor en este aspecto”. Sin embargo, el corazón del problema persistirá. Tal como está organizado hoy el negocio, las distribuidoras cobran un 30% a 35% de los ingresos, más una cuota relativamente fija de US$1.000 a 1.5000 por gastos de promoción.  Obviamente es menos riesgoso apostar a cintas cuyo éxito se da por seguro, convenciendo a los exhibidores que les den el máximo de pantallas. ¿Cómo contrarrestar esta aversión al riesgo?

En Argentina, una iniciativa gubernamental ha sentado a la misma mesa, con la mediación del INCAA, a los distribuidores más grandes y los productores locales. Juan Pablo Gugliotta, cabeza de Magma Cine, asevera que la iniciativa “nos comenzó a cambiar el panorama en lo que hace a la distribución”. Ocurre con films en producción o preproducción que interesan a compañías como UIP, de manera que –con la certeza de que el futuro film se estrenará con 30 copias en salas comerciales– “me da un poco más de aire al buscarle una vuelta a la estructura financiera de la película”, continúa, porque eso promete la posibilidad de más ingresos si el film se sostiene. Tal compromiso no es gratis, las distribuidoras sólo se juegan por cintas con presupuesto más alto y uno que otro nombre convocante o prestigioso.

Para los films que no cumplen estos requisitos, el INCAA lanzaría un programa que daría un apoyo cercano a los US$ 14.000 si salen a estreno con 20 copias. En Chile, en cambio, los entes de promoción, como CORFO, prefieren un modelo más restringido en el cual se concursa un fondo que apoya el lanzamiento y la distribución. Por ahora no alcanza.

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¿Red regional? “En Chile hay un millón de boletos, un 5% de la taquilla nacional que –cuando hay un blockbuster local– llega al 15%, pero hay que hacer algo para que ese millón pase a 3 ó 4 millones”, dice Bruno Bettati, director del Festival de Cine de Valdivia y también productor. No por capricho, sino porque “necesitamos ese 15% a 20% para ser una industria sostenible en el tiempo, de manera que haya menos aporte del Estado”. Bettati pone el dedo, además, en una llaga que no suele tocarse: “De última el cine chileno tiene cierta llegada en Chile, pero una película argentina, brasileña, peruana que no venga de ser un éxito enorme no lo tiene”.  A sus ojos existe una entidad multinacional que podría tener la llave para mejorar esta situación: Ibermedia.

Nacido en 1998, el  Programa de Desarrollo en Apoyo a la Construcción del Espacio Audiovisual Iberoamericano, Ibermedia, es una entidad que reúne a 17 países latinoamericanos más España, todos los cuales aportan dinero a un fondo común. Ha sido una iniciativa exitosa en promover el surgimiento del cine y cineastas en toda la región. Ibermedia también financia formación de profesionales, encuentros de coproducción y desarrollo de proyectos. Para el encargado del Festival de Valdivia, el escenario actual de sobreproducción con distribución deficiente requiere “que se pudiera crear una red de salas latinoamericanas, un circuito de comercialización del cine local, y ahí es necesario un apoyo algo más estructural de Ibermedia para constituir esa red”. Por ahora no es posible. Una fuente ligada a la entidad, en Madrid, comenta que justamente “este año no va a haber ayuda a la exhibición ni delivery”.

En Buenos Aires, para Juárez Allen, de Gema Films, “sería ideal que las televisoras también coprodujeran de una forma más sistemática. En Europa un canal de TV puede gastar hasta € 80.000 en una coproducción o US$ 15.000 en una precompra”. Porque en Europa, el cine latinoamericano interesa menos. Y no sólo por latinoamericano: “Por un lado, las televisoras públicas disminuyeron la plata que pagan y cambió el criterio de programación. Son muy pocas las películas que llegan a ser vendidas. Ya no es como en los 80, en que se amaba al cine de autor. Hoy quieren temas más  cercanos a ellos”, dice la productora refiriéndose a Europa.

En nuestra misma región el público está cambiando, abriendo nuevas incertidumbres. “Por un lado, por el nuevo estándar tecnológico, los modelos de negocios que estaban muy claros se están socavando. Igualmente hay un cambio en la hegemonía de género: vemos menos resistencia a nuevas formas más globales: americanas, japonesas, chinas”, diagnostica Carlos Catalán Bertoni, sociólogo experto en consumo cultural, de la U. del Desarrollo, en Chile.

“Se puede especular –continúa– que algo tiene que ver con la cultura de los videojuegos. Se busca la experiencia adrenalínica, violenta, intensa en emocionalidades básicas, fuga del presente”. Es pronto para decir si la nueva generación de espectadores puede ser analfabeta funcional a las narraciones fílmicas “convencionales”. Hoy el cine regional se inclina por películas como “El Páramo”, del colombiano Jaime Osorio, un film de terror psicológico elogiable en la estela de John Carpenter, que un drama costumbrista tradicional.

Catalán cree, en todo caso, que algo se cocina en la fragmentación de internet. Una contracultura cinematográfica nueva. Mientras tanto, los distribuidores seguirán en la picota.

Autores

Rodrigo Lara Serrano