La 500 mayores empresas de América Latina aumentaron sus ventas, pero a un ritmo menor que en los dos años anteriores. La posibilidad de tiempos difíciles será la gran prueba después de la bonanza.
La crisis que sacude a Europa se parece a la célebre banda sonora de la película Tiburón. Unos acordes fugaces de contrabajo en Grecia a fines de 2009, que tuvieron eco en Irlanda al año siguiente y que desde 2011 no han parado de aumentar en intensidad y dramatismo, sin que todavía se vislumbre un desenlace.
Como el temible escualo de la película de Steven Spielberg, los mercados financieros se devoraron primero a bañistas jóvenes y desprevenidos, para luego amenazar con tragarse a la playa entera sin que los guardacostas (el Banco Central Europeo, el FMI y los gobiernos afectados) hayan podido hasta ahora hacer nada por neutralizar la amenaza.
Aunque el euro sobreviva a sus días más oscuros, diversos economistas (y no necesariamente los que han ganado titulares por su pesimismo) estiman que al Viejo Continente le esperan años de bajo crecimiento. Súmele a esto la desaceleración de algunas variables clave en Estados Unidos, y tendrá un escenario al que las empresas latinoamericanas deberán adaptarse.
Y ya se siente un poco. Las 500 empresas del ránking de AméricaEconomía tuvieron un 2010 redondo y un 2011 que, sin ser malo, da muestras de desaceleración en las ventas de una serie de sectores y países relevantes.
Dos botones de ejemplo: las grandes empresas mineras, que en 2010 vieron crecer su facturación en un asombroso 53%, en 2011 lo hicieron a la mitad (lo que todavía es bueno, pero…), y sectores vinculados a la demanda interna, como la construcción y el comercio, redujeron su crecimiento en ventas en proporciones similares o incluso mayores.
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