Consciente de su vulnerabilidad ambiental, México se ha tomado en serio reducir sus emisiones de CO2. Además de suscribir el protocolo de Kioto y el acuerdo de Copenhague, el gobierno elaboró un programa para reducir la emisión de gases de efecto invernadero.
La ONU no pudo escoger un mejor lugar para realizar entre el 29 de noviembre y 10 de diciembre su Conferencia para el Cambio Climático: Cancún, México. Fue en esta región donde los mayas, supuestamente, predijeron “el fin del mundo” para 2012. Fue ahí donde hace 65 millones de años cayó un meteorito cuya explosión habría provocado el cambio climático global que terminó con los dinosaurios. El cráter de Chicxulub, de 180 kilómetros de diámetro, es el testimonio de ese cataclismo prehistórico.
Más allá de las teorías científicas y de los guiones de Hollywood, lo cierto es que Cancún corre el riesgo de desaparecer bajo el agua en las próximas décadas debido a décadas de emisiones contaminantes y el consiguiente calentamiento global.
Consciente de su vulnerabilidad medioambiental y los efectos que ello pueda tener sobre su economía, México se ha tomado en serio el desafío de enfrentar el problema y, según un reciente informe del Banco Mundial, se ha convertido en un líder en América Latina en esta materia.
Según Ron Dembo, fundador de Zerofootprint, una empresa estadounidense especializada en reducir las emisiones de carbono, países como México jugarán un papel crucial en el combate al calentamiento global. “Debido a que son relativamente pequeños pueden implementar estrategias de freno y reducción de emisiones con mayor facilidad que Estados Unidos, y al verse beneficiados de la transformación y el bienestar que esto les proporciona, impulsarán el cambio en las naciones desarrolladas”, dice. “Al final, sin la participación de China y Estados Unidos, que son los mayores emisores de contaminantes, no se logrará mitigar el cambio climático. Por eso países como México deben demostrarles que se trata de un negocio rentable”.
México ha suscrito tanto el protocolo de Kioto como el acuerdo de Copenhague, en el que se compromete a reducir sus emisiones en 30% para 2030 y en 50% para 2050. Además, el gobierno elaboró un programa para reducir la emisión de gases de efecto invernadero, incentivar la reforestación y la reconversión energética.
“De ese programa, 35% de las metas se han cumplido”, dice Vanesa Pérez Cirera, di-rectora en México del Programa de Cambio Climático del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).
A septiembre de 2010, México redujo sus emisiones en 19,5 millones de toneladas de CO2, un 38,5% de la meta de reducción fijada por el gobierno para 2012, según datos de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales.
“Pudimos constatar que existen políticas y programas que están en diferentes etapas de desarrollo y que podrán ayudar a hacer de México un líder en cambio climático”, dice Jake Schmidt, director del Programa Internacional de Clima, de la ONG estadounidense Consejo para la Defensa de Recursos Naturales. “Según el Banco Mundial, al introducir 40 medidas clave, México podría estabilizar sus emisiones a los niveles de 2008 e incluso lograr ahorros”.
Entre esa lista de medidas se estudia establecer normas de rendimiento de combustibles y emisiones para automóviles y camiones, dado que el sector del transporte en carreteras es responsable de 16% de la contaminación mexicana que causa calentamiento global.
Zanahoria y garrote. La temperatura media del planeta ha aumentado 0,8º C desde la época preindustrial. Esto ha bastado para que México haya perdido en los últimos 30 años unas 50 especies de animales y que 40% se encuentre en peligro de extinción. Según el WWF, 10% de las aves, 25% de los mamíferos y 30% de los anfibios del país podrían desaparecer en las próximas décadas.
La organización medioambiental también calcula que 15% del territorio mexicano, 68% de su población y 71% de su PIB tienen una alta probabilidad de sufrir graves impactos derivados del cambio climático. Los asentamientos humanos y la infraestructura más vulnerable se encuentran en la costa, en los valles inundables y en las laderas de las montañas.
Para Walter Vargas, especialista en cambio climático del Banco Mundial, toda la infraestructura petrolera del Golfo de México también es muy vulnerable ante un alza en el nivel del mar y un aumento en la frecuencia de los huracanes en la zona.
Si el alza de las temperaturas alcanza los 2º C, los corales de América Latina podrían colapsar hacia 2070. El mundo no se acabará en 2012, pero la posibilidad de que lugares como Cancún queden bajo el agua en un futuro no muy lejano no es menor.
El presidente mexicano Felipe Calderón ha dado señales políticas contundentes en materia medioambiental. A fines de septiembre recriminó públicamente a los empresarios del principal centro industrial del país, Monterrey, una ciudad severamente dañada por el huracán Alex a mediados de año. “Las mismas personas que me planteaban la ayuda urgente del gobierno federal para reconstruir esas avenidas, me planteaban y me reclamaban por qué México asumía compromisos de reducción de emisiones si ellos necesitaban seguir emitiendo carbono para que sus industrias ganaran mucho dinero”, dijo.
Pero una cosa es retar a los empresarios locales, y otra, a los Estados que contribuyen tanto o más que México al calentamiento global.
“El problema de la lucha contra el cambio climático es que sus externalidades son globales”, dijo Calderón.
A pesar del impulso por mitigar las emisiones y limpiar la matriz energética, México ha condicionado sus metas de reducción de emisiones al apoyo financiero y transferencia de tecnología desde países desarrollados. Y algo ha cosechado ya.
“El Banco Mundial ha financiado con la compra de bonos de carbono una planta que genera electricidad con los gases de rellenos sanitarios de Monterrey, con una capacidad de 17 MW”, explica Walter Vergara. “Alimenta la red de metro de esa ciudad y de noche atiende la mitad de la demanda de iluminación de la zona metropolitana de Monterrey. Todo eso con basura”.