Odiado y amado a partes iguales, obligada rutina para millones, icono de la cultura popular y fuente de leyendas, el metropolitano de Londres está de aniversario.
Imitado en decenas de ciudades, el suburbano londinense es actualmente el tercer metro más extenso del planeta, solo superado por los de Seúl y Shanghái (China), un hormiguero con 408 kilómetros de vías.
El metro, gestionado por la empresa pública Transport for London (TfL), aunque con su servicio de mantenimiento privatizado, presume también del título de uno de los más caros del mundo pues un billete sencillo de zona 1 (centro de Londres) cuesta 4,50 libras (7,26 dólares o 5,5 euros).
Cada enero, las tarifas suben alrededor de un 6 por ciento de media, gracias a lo cual TfL, perteneciente al Ayuntamiento de Londres, se embolsó el pasado ejercicio 1.981 millones de libras (3.872 millones de dólares o 2.400 millones de euros).
Sus trenes tubulares -de ahí que se conozca popularmente como "Tube" o tubo- dan servicio diariamente a más de tres millones de pasajeros en un total de 275 estaciones, lo que suma más de mil millones de viajeros anuales.
Hay más estaciones, pero permanecen cerradas e inutilizadas, y solo un ojo atento puede percibirlas entre parada y parada de algunas líneas del "Underground", término oficial del transporte público subterráneo londinense.
Curiosamente, la primera línea de la inmensa red actual se llamó "Metropolitan" y bautizó con su nombre a otros "metros" del mundo.
La Metropolitan Railway (hoy conocida como Metropolitan Line, de color morado) fue inaugurada el 9 de enero de 1863, un día en el que transportó a 47.000 pasajeros desde las 8.00 hasta las 20.00 horas con trenes que circulaban con una frecuencia de 15 minutos.
El invento, como todo, tiene un padre y éste es Charles Pearson, nacido en 1793, hijo de comerciante pero estudiante de Derecho que ejerció, entre otros, el cargo de concejal en el distrito de la City de Londres.
Pese a proceder de una familia acomodada, Pearson tenía una ideología bastante radical para la época, pues se posicionaba en contra de la pena de muerte y a favor del sufragio universal.
La prosperidad del imperio británico atrajo a riadas y riadas de inmigrantes a Londres, ya entonces una gran ciudad, pero con un plano medieval de calles estrechas y retorcidas, cuyo ambiente reflejaron autores como Charles Dickens u Oscar Wilde.
Una estación de ferrocarriles como King's Cross recibía diariamente a miles de personas que residían en las afueras pero ejercían su profesión en el centro y tenían que ingeniárselas para llegar a sus trabajos al no permitirse que los trenes se adentraran en el corazón de la ciudad.
Los coches de caballos, carros y personas a pie congestionaban Londres y, para aliviar la concentración, Pearson propuso la idea de construir un sistema de ferrocarriles subterráneo que conectara las tres estaciones del norte (Paddington, Euston y King's Cross) con el centro, en Farringdon.
La propuesta no estuvo exenta de polémica y periódicos como "The Times" llegaron a alertar a la población sobre las ratas que infestarían el suburbano o sobre el envenenamiento que se podía sufrir a causa de los gases emitidos por los trenes.
REFUGIO EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
La expansión de la red se vio frenada por la II Guerra Mundial, cuando el suburbano cumplió un papel crucial como refugio de miles de personas durante el "Blitz", los bombardeos del ejército alemán que asolaron la ciudad de Londres.
Pese a que en un primer momento las autoridades británicas intentaron impedir el uso de los andenes para no interrumpir el servicio, finalmente se vieron obligados a habilitar las estaciones como refugios de la población civil y como oficinas gubernamentales.
Se estima que, desde el 7 de septiembre de 1940 hasta el 21 de mayo de 1941, el metro de Londres guareció a una media de entre 100.000 y 150.000 personas, el 4% de la población.
La imagen de los andenes abarrotados de gente fue recogida por el autor Ian McEwan en su novela "Expiación" -cuya versión cinematográfica protagonizó Keira Knightley en 2007-. En ella, Cecilia Tallis, uno de los personajes principales, acaba muriendo en la estación de Balham (sur) a causa de una bomba que revienta las cañerías y provoca una inundación en el andén. El suceso ocurrió realmente en la misma estación el 14 de octubre de 1940 y se llevó la vida de más de medio centenar de personas.
Los trenes del metro fueron el objetivo 65 años después de los atentados terroristas más sangrientos ocurridos en el Reino Unido.
El 7 de julio de 2005, a las 7.50 hora local, tres bombas estallaron en sendas líneas de metro y provocaron 42 muertos. El día anterior, Londres había sido elegida sede de los Juegos Olímpicos celebrados el pasado verano.
La ciudad se recuperó, la cita olímpica llegó y el metro sobrevivió, pese a los temores de eternos retrasos y colapsos en las estaciones, sugeridos por el propio TfL meses antes.
La viabilidad del transporte durante los Juegos se convirtió en una prioridad para el gobierno conservador e incluso el primer ministro, David Cameron, realizó un viaje en uno de los trenes en su intento de demostrar que todo iba sobre ruedas.
Con todo, los incidentes forman parte del ritual diario, al igual que las archiconocidas advertencias de los conductores, como "Mind the gap" (introducida en 1969), que alerta a los despistados del hueco entre tren y andén.
Las aglomeraciones y los imprevistos en combinación con la espontaneidad característica de los conductores dan como resultado avisos inesperados o divertidos como este que recoge la web de la BBC: "Ahora estamos pasando por Baker Street y, como pueden ver, la estación está cerrada. Habría estado bien que se me hubiera comunicado para poderles avisar antes, pero no, a nadie se le ha ocurrido".
Baker Street, estación situada en la conocida calle del detective Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle, es un ejemplo de cómo el metro de Londres ha pasado a formar parte de la cultura popular en todas su vertientes.
Vale comprobar el diseño del logo del metro (un círculo rojo atravesado por una franja azul), conocido como "The Roundel", y el diagrama que sirve como mapa de la red del suburbano, diseñado por Harry Beck en 1933. Ambos fueron y siguen siendo referencias del diseño moderno.
La literatura, el cine y la música han contribuido a extender la fama y el mito del metro londinense. Desde Agatha Christie en "El hombre del traje marrón" a la última película de James Bond, "Skyfall", pasando por el tema de The Kinks "Waterloo Sunset", el "tubo" ha inspirado a escritores, compositores y artistas por igual.
También el gusto británico por las leyendas ha alcanzado a su "hormiguero" subterráneo, por el que algunos cuentan que vagan fantasmas de un actor apuñalado a finales del siglo XIX o de las 173 víctimas de una avalancha en Benthal Green ocurrida en 1943.
Llama la atención que en el "tubo" más antiguo y más "pop" del mundo solo se hayan producido tres nacimientos, el último en la estación de London Bridge en 2009.