Un mix de tecnología y proteccionismo pone a la Argentina en la punta de la carrera sudamericana para fabricar baterías de litio. Pero mantener un liderazgo será otro cantar.
En 2008 los argentinos Raúl Chialva y Raúl Cometto tenían claro que deberían dominar la tecnología del litio. Con su empresa, Pla Ka S.A., llevaban 25 años fabricando baterías, habían visto cómo las tecnologías en base al dichoso metal ganaban mercados, primero entre los dispositivos móviles y laptops y luego entre la emergente industria de vehículos híbridos y eléctricos. Así decidieron lanzar una inversión de US$110.000 para diseñar y desarrollar una tecnología propia “de manera exploratoria”. Lo que no sabían era que terminarían por ser el emprendimiento privado más ambicioso para el aprovechamiento del litio en América del Sur.
Metidos en el mundo de la I+D Chialva y Cometto no tardaron en contactarse con Daniel Barraco, por entonces decano de la Facultad de Matemática, Astronomía y Física de la Universidad de Córdoba y uno de los gestores clave en la radicación de los centros de desarrollo de Motorola e Intel en esa ciudad argentina.
Conocedor del terreno, en menos de un año el académico les presentaba una red de 50 investigadores. Entre ellos, el equipo del INIFTA – Instituto de Investigaciones Físico Químicas Teóricas y Aplicadas– de la Universidad Nacional de la Plata, los desarrolladores de las baterías del satélite SAC-D Aquarius lanzado al espacio el año pasado.
Los platenses ya estaban lanzados en desarrollar la tecnología para automóviles junto a la Comisión Nacional de Energía Atómica y el Ministerio de Educación Juventud y Deportes de la República Checa. El año pasado presentaban por su parte la primera scooter alimentada con batería de ion litio de su país y los empresarios cordobeses para el año pasado ya se encontraban con un desarrollo propio de las partes vitales de una celda de batería -cátodos, ánodos y electrolitos- y lo habían testeado en un laboratorio universitario de la República Checa.
“En Argentina tenemos el mineral y tenemos el conocimiento, no podemos quedarnos como productores de materias primas”, insiste entusiasmado Barraco en cada oportunidad.
Sus argumentos son contundentes: la salmuera que se extrae del salar vale US$ 300 la tonelada; el carbonato de litio al 99% cotiza US$ 6.000 por tonelada; el litio puro aun mil veces más. En las baterías para autos híbridos y eléctricos tenemos un producto de entre US$ 10.000 y US$ 20.000, donde el costo del litio es menos de 5%, coinciden los analistas.
El tamaño estimado para el mercado mundial es proporcional a su fervor. Según el Yano Research Institute de Japón, la demanda de baterías de litio de todo tipo rondó los US$ 15.000 millones durante 2011 y treparía a los US$ 37.000 millones para 2015. Además otra previsión de los analistas pondría más razones a su favor. Por regulaciones ambientales se espera que para 2020 el mineral comience a provenir del reciclado de baterías en detrimento de las minas, alcanzando el 50% en 2030, según estimaciones presentadas por Steffen Haber, presidente de Lithium, de Chemetall.
Por lo pronto en Pla Ka levantaron el guante y formaron Sol.ar, una sociedad para llevar adelante el proyecto bajo la coordinación de Barraco. A principios de 2011 la sociedad ya ejecutaba una inversión de US$ 30 millones para comprar las líneas de montaje y levantar una planta de producción de baterías. Al cierre de esta edición, en la firma aseguraban que la maquinaria ya estaba embarcada y en camino, mientras esperaban entrar en fase productiva para el último trimestre del año.
El plan es ensamblar componentes importados en una primera etapa, para incorporar en 2014 las celdas de diseño propio, luego de aprender y homologar su sistema de manufactura. Paralelamente Sol.ar calcula para 2014 completar la integración vertical instalando una planta de purificación de carbonato de litio con aptitud para baterías de vehículos eléctricos. Para ese entonces estaría lista la tecnología propia a cargo de Jorge Pérez, del Instituto Universitario Aeronáutico, quien ya ha desarrollado biocombustibles aptos para uso aeronáutico y antártico, además de juntar los US$ 300 millones que se estiman necesarios para la inversión.
Una mano del Estado. Sin duda Sol.ar tuvo criterio de oportunidad. La ministra de Industria Debora Giorgi, urgida en sustituir importaciones, enseguida los invitó a participar de la incorporación de componentes nacionales a los notebooks del Plan Conectar Igualdad. En sólo dos años el programa gubernamental ya distribuyó más de 1,8 millón de notebooks montadas por distintas armadoras locales y su cronograma apuntaba llegar a los tres millones para el 31 de diciembre de 2012. Si se suman las portátiles para el consumo general y el mercado de reposición, las estimaciones trepan a 2,4 millones de unidades para el presente año. Nada mal para una firma que necesita colocar dos millones de unidades para alcanzar su punto de equilibrio.
De hecho Sol.ar no será la única en apostar a ese mercado. Probattery, firma argentina con nueve años de experiencia fabricando y exportando baterías de litio ion con tecnología propia para aplicaciones industriales y especiales como comunicaciones navales, militares, o vuelos espaciales, entre otras, anunció desembolsos por US$ 20 millones para incrementar en 150% su capacidad instalada para atender la demanda de ordenadores portátiles. “En estas circunstancias el mercado argentino soporta dos o tres jugadores sin problema”, apuesta Guillermo Freund, socio director de la empresa. En este caso el know-how será proporcionado por un proveedor mundial contactado a través de Intel, empresa que homologará su producción. “Las licencias no son un costo determinante. Los grandes fabricantes exigen tecnologías homologadas, sobre todo en baterías que pueden ser algo peligroso, pueden explotar”, agrega.
El juego sudamericano. Así las cosas, Argentina se coloca en la vanguardia sudamericana de la quimera del litio. Bolivia, el primer país de la región en hacer un plan de valor agregado sobre el litio, trazó uno inverso al argentino. Con inversión netamente estatal y luego de algunos atrasos espera comenzar una producción piloto de carbonato de litio, para llegar a 2016 con la producción de baterías, gracias a un acuerdo con la coreana Kores-Posco. En Chile, actualmente principal proveedor mundial de carbonato de litio, las firmas SQM y Sociedad Chilena del Litio, junto a la japonesa Marubeni, formaron el Centro de Innovación en Litio. Las baterías están en la lista de deseos, pero todavía no hay pasos hacia su producción.
En Brasil no hay una política definida para la producción de baterías de litio; en el Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior -MCDI- llevan una intensa agenda de seminarios y recepción de visitas para atraer inversión externa directa para que se desarrolle una industria aún inexistente en el país. Para alegría de Dilma Rousseff en febrero último el presidente mundial de Samsung SDI, Sangjin Park, anunció sus intenciones de producir baterías compactas de litio ion para celulares y laptops en la Zona Franca de Manaos.
Con 75 millones de celulares y notebooks producidos en el país, Brasil atrajo el interés de más de un fabricante de electrónica “Al ser el quinto productor mundial de automóviles, los vehículos eléctricos serán una realidad”, apuesta Paulo Almeida Braga, especialista del Centro de Tecnología Mineral -Cetem-, organismo miembro de la recientemente fundada Red de Investigaciones Tecnológicas y Desarrollo de la Cadena Productiva del Litio. Para cuando eso suceda los argentinos de Sol.ar tendrán un reto difícil.