La industria cinematográfica mexicana vive un momento grandioso que hace pensar que una nueva época dorada puede estar por empezar.
Entre 1930 y 1960, México tenía una de las industrias cinematográficas más grandes del mundo. Era la época de las divas como María Félix y Dolores del Río, de galanes como Pedro Infante y Jorge Negrete, comediantes como Cantinflas y directores como Emilio “El Indio” Fernández. Fue durante esos años cuando Luis Buñuel abandonó la España franquista, se naturalizó mexicano, e hizo algunas de sus grandes obras maestras, como Los olvidados. El brillo de la industria y el tamaño del negocio eran equiparables a Hollywood, pues se exportaba con éxito a toda América Latina.
A finales de los 50 comenzó el declive. Se empezó a hacer menos películas y la calidad disminuyó. Sólo las películas de Cantinflas seguían siendo fenómenos masivos.
En 2013 dos películas batieron casi todos los récords de taquilla. Aunque muchos dicen que esto puede ser flor de un día, lo ocurrido en los últimos años contradice a los descreídos. Las salas de exhibición aumentaron en todo el país, la asistencia de publicó también; nunca se habían producido tantas películas y el cine de autor se llenó de premios en todos los grandes festivales alrededor del mundo.
La imagen de Alfonso Cuarón y otros dos mexicanos como protagonistas de los premios Oscar llena de aliento a los que pronostican una nueva época de oro.
Obras son amores. Nosotros los nobles se estrenó en marzo de 2013 y duró en cartelera 16 semanas -una película nacional no suele estar más de un mes-. La ópera prima de Gary Alazraki se convirtió en julio en la segunda película más vista en la historia del cine mexicano después de El barrendero de Cantinflas, y la de mayor recaudación en taquilla, más de US$25 millones.
“La película rompió muchísimos mitos que ya se habían estandarizado en la sique de las productoras mexicanas: que a la gente no le gusta ver cine mexicano, que no se puede competir con Hollywood, que las distribuidoras y exhibidoras están en contra del cine mexicano”, explica Alazraki.
Cinco meses después, No se aceptan devoluciones, una película dirigida por el comediante Eugenio Derbez, batió nuevamente el récord de taquilla y recaudó US$50 millones.
Con una asistencia de 15 millones de personas, estuvo a punto de alcanzar a El barrendero, que llevó a las salas en 1982 a casi la tercera parte de la población del país -17,5 millones-. En cuatro semanas se convirtió en la película de habla hispana más taquillera de todos los tiempos en Estados Unidos.
Estas dos películas recaudaron casi el doble de los ingresos totales de las 67 que se estrenaron en 2012. Es más, sumadas representan el 73 % de los ingresos de las 91 películas que se produjeron en 2013. Al éxito se agregan otras con relativo éxito, que años atrás habrían sido casi un fenómeno. No sé si cortarme las venas o dejarme las largas recaudó US$10 millones, Amor a primera Visa recaudó US$ 6 millones. En total los filmes nacionales recaudaron más de US$100 millones en 2013, casi el triple que en 2012.
La clave del éxito, según muchos, fue alejarse del cine que se venía haciendo en los últimos años. Según un artículo publicado en el diario El País en octubre de 2013 “Derbez triunfa en las pantallas con una película de evasión” y llama al cine actual un “cine para el nuevo sexenio”.
“Las películas comerciales ahora hacen estudios previos y análisis para crear estrategias de mercadotecnia que posicionen el título antes de su estreno”, explica Jaime Rionda, director de operaciones de Cinemex, la exhibidora más grande del país.
Ninguno de los dos éxitos pasará a la historia como grandes obras, ni pretenden serlo. Pero en paralelo, el cine de autor y el cine documental también están experimentando un momento de gloria. Durante dos años seguidos México ha ganado en Cannes la mejor dirección con Post tenebras lux, de Carlos Reygadas, y Heli, de Amat Escalante. Fernando Eimbcke ganó el mismo premio en San Sebastián con Club Sándwich. Los Insólitos Peces Gato ganó en Toronto. Y la lista sigue.
El cine documental también vive una de sus mejores etapas en cuanto a producción, temática y calidad, lo que le ha abierto nuevos espacios, tal como lo demuestran festivales como DocsDF y Ambulante. Durante 2013 los realizadores mexicanos recibieron 127 premios.
La alquimia. “Estamos viendo una transformación de las preferencias del público mexicano y, por lo mismo, una transformación del producto que se está ofreciendo. Por un lado comercial hemos pasado a la comedia y películas para toda la familia, cuando antes se hacían películas de una clasificación C o D con alto contenido de violencia, preponderantemente con temas de narcotráfico”, explica Agustín Torres Ibarrola, director general de la Cámara Nacional de la Industria del Cine y del Videograma (Canacine). “Y desde otra perspectiva se están haciendo muy buenas películas de cine arte”.
Sandra Gómez, propietaria de Interior XIII, una de las distribuidoras más importantes del cine de autor, está de acuerdo. “Hay un público para cada tipo de cine, pero lo importante es que México tiene una oferta muy amplia y diversa y un apoyo estatal que de alguna forma, funciona”.
México tiene actualmente más de 30 festivales de cine, desde el más comercial, como el de Acapulco, hasta el que sólo premia cine independiente, como el de Morelia. “Estos festivales han formado audiencias a través de los años, espectadores curiosos que van a las salas de cine para ver lo que quieren ver”, dice Sandra Gómez.
Según el anuario del Instituto Mexicano de la Cinematografía (Imcine), en 2013 las películas mexicanas cortaron 30 millones de tickets y generaron ingresos equivalentes al 12% de la taquilla total. Un porcentaje igual al de España y por encima de Argentina (8,5%), Brasil (10%) o Colombia (7%).
“Ir al cine en México es más barato que en cualquier país latinoamericano”, explica Jaime Rionda, de Cinemex, que atribuye gran parte del éxito al aumento de número de salas, de 4.000 a 5.500 en sólo un año.
Cuestión de Estado. Una parte del éxito del cine mexicano hay que atribuírselo al Estado y al artículo 189, como lo dijo Dev Simons, un productor estadounidense al pasar por México hace un año: “Es, sin duda, la mejor medida del mundo creada por un gobierno federal para estimular la productividad fílmica”.
Eficine 189 “es un estímulo fiscal para los contribuyentes que otorga el Artículo 189 de la Ley del Impuesto sobre la Renta y que apoya la producción o posproducción de largometrajes”, explica la página web de Imcine. De esta manera los contribuyentes que inviertan en proyectos cinematográficos pueden deducir de sus impuestos una suma equivalente al monto de su inversión, pero no participar en las utilidades de la película.
En 2013 las películas mexicanas recibieron 127 premios internacionales, de los cuales 118 estaban apoyados por el Estado. Ante los buenos resultados, el techo del fondo subió de US$38 millones a US$50 millones en 2014.
La Cineteca Nacional, un espacio de 29.000 M2 manejado por Imcine, se dedica a la preservación, catalogación, exhibición y difusión del cine en México. Después de dos años de trabajos, por fin se va a terminar en los próximos meses la remodelación total, que supera los US$50 millones. En noviembre del año pasado reportó que por primera vez superó el récord de asistencia desde que se construyó en 1974. Vendió más de 800.000 boletos para asistir a sus 10 salas.
Futuro de película. La actualidad parece confirmar que el éxito del cine mexicano no es fortuito. En lo que va de 2014, tres películas ya están por encima de los US$10 millones y se han estrenado con más de 1.000 copias, algo que se habría visto como un exabrupto hace sólo dos años. “En algún momento se quiso prohibir el número máximo de copias porque decían que el cine mexicano no podía competir”, explica Agustín Torres, de Canacine.
El cine independiente sigue creciendo, y con él han surgido muchas pequeñas salas especializadas, como Cine Tonalá, en la colonia Roma, en la Ciudad de México. El éxito en sólo un año de operaciones los llevó a ampliarse internacionalmente. En los próximos meses abrirán uno en Bogotá, Colombia.
“El 2013 es un ejemplo de lo que puede pasar con el cine mexicano”, afirma convencido Jaime Rionda, de Cinemex. Es prematuro decir que estamos en vísperas de una nueva época de oro. El esplendor de esa época seguramente es irrepetible; sin embargo, las señales indican que un acertado fomento del gobierno, el cambio en las temáticas del cine comercial, y sobre todo la respuesta de un público con tantos matices como el mexicano, está creando una nueva industria y una nueva forma de verse en el espejo”.