La reestructuración de los sistemas eléctricos de Costa Rica y Colombia comenzó hace 20 años. El primero aprovecha el sol y el viento; el segundo, el gas y el carbón. Los ticos no sufrieron con la última sequía. Colombia casi se apaga. Lecciones.
Bogotá. Costa Rica y Colombia atravesaron dos momentos fundamentales para su historia más o menos en épocas similares. Solo el tiempo permite ver con claridad las consecuencias de las decisiones políticas y el caso del país centroamericano sí que deja bastantes reflexiones sobre la construcción de los estados y en el abastecimiento energético.
La convulsión de 1948 fue igual de fuerte en ambos países. Acá asesinaron a Jorge Eliécer Gaitán, el punto de inflexión del longevo conflicto colombiano que ha cobrado la vida de más 200 mil personas desde su inicio. En Costa Rica, José Figueres, apoyado por exiliados políticos de las dictaduras de Centroamérica, llegó al poder luego de un golpe de Estado que produjo una guerra civil que no tardaría más de dos meses.
Ese año, con Bogotá como epicentro, se expandió la violencia a todo el país. Mientras tanto, pese a las diferencias políticas y la oposición a las medidas de Figueres –que incluía reformas laborales a favor de los colaboradores de las multinacionales–, Costa Rica iniciaba su reingeniería económica y social. Faltando treinta días para que finalizara 1949, el presidente abolió el Ejército. Hoy es uno de los países más pacíficos del mundo. Colombia, uno de los más violentos. Decisiones políticas.
En los 90, los países de América Latina atravesaban una crisis económica. El Consenso de Washington, diez medidas promovidas desde el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos para rescatar a las economías de la región, fue la fórmula que del centro a la periferia se vislumbraba para vigorizar la actividad económica. El libre mercado, la venta de empresas públicas y reformas fiscales fueron tres de los objetivos.
Colombia, al igual que la mayoría de los países de la región, los incorporó. La promesa de acabar con la pobreza nunca se materializó. José Antonio Ocampo, quien para ese momento se desempeñaba como secretario ejecutivo de la Cepal, consideró que los diez años de implementación de políticas neoliberales podían calificarse como “una década perdida”. Argentina, hasta ese momento la demostración del éxito del Consenso de Washington, finalizó ese lustro con una de las crisis más fuertes de su historia.
“Sacar al país de que siguiera avanzando por el Consenso de Washington y ponerlo sobre la senda del desarrollo sostenible. Tomar medidas tanto en lo económico como en lo social y ambiental que combinaran los tres ejes de acción”, cuenta quien fuera presidente para ese momento, José María Figueres.
Los 90 también quedaron en la memoria de los colombianos. A la violencia, que se agudizaba con los carteles de la droga, se sumó una crisis eléctrica, un apagón. Algo muy similar a lo que vivió el país en los últimos meses, producto de una de las sequías más críticas de los últimos años. Los colombianos, con su ahorro, terminaron por salvar al Gobierno, que puso la responsabilidad de que no se apagara el país en los hombros de los usuarios.
Hace veinte años, superado el racionamiento, se reconstruyó el sistema eléctrico nacional. Dependía del agua para la generación y fue respaldado con térmicas –requieren combustibles líquidos o gas para funcionar– y la regulación ofreció estímulos, vía factura de los usuarios, para que estos activos estuvieran preparados en momentos de sequía. Decisiones políticas.
Paralelamente, Costa Rica se alineaba con las preocupaciones ambientales que se abrían espacio en la agenda global. Cuando Colombia fijaba su sistema eléctrico basado en agua y en combustibles fósiles, los centroamericanos revisaban los alcances de la propuesta del desarrollo sostenible, que según Sara Ordóñez, quien asesorara a la ONG WWF, fuera el insumo principal para la Cumbre de la Tierra que se llevó a cabo en Río de Janeiro en 1992.
Las reservas de petróleo del país tico son escasas, por no decir nulas, lo que aceleró la búsqueda de una alternativa diferente para la generación de energía. Las renovables fueron su objetivo. Según Figueres, “iniciamos una transformación de la economía costarricense hacia la sostenibilidad en donde pudiéramos de una manera ingeniosa, porque este camino no se ha transitado en ningún país con anterioridad, combinar los elementos económicos, sociales y ambientales. Es decir, ver el ambiente como una oportunidad y no como un costo. Decisiones políticas.
Hoy, mientras Colombia busca alternativas para curar su convaleciente sistema eléctrico a punta de carbón y una pequeña porción de renovables, el país centroamericano ya genera el 98,99 % de su energía con geotérmica, bagazo, eólico, solar e hidroeléctrica. El 1 % de su electricidad proviene de las termoeléctricas. Acá, en la última sequía, superó el 50 %.