Hacer negocios en Venezuela se ha convertido hoy en una aventura extrema, en medio de la retórica encendida y una macroeconomía disfuncional. Pero hay quienes hacen negocios desde la precariedad, o a la sombra del poder.
Pablo Callizo es un mediano empresario del sector químico y se confiesa “socialista, humanista, chavista y madurista”. Cuenta que su firma, F&F Chemical Group, ha crecido a una tasa interanual de entre 20% y 30% en los últimos años. No pertenece a ninguno de los gremios tradicionales de empresarios, y tiene unos 700 clientes en toda Venezuela, empresas de productos de consumo masivo, hogar y alimentos.
“En este momento lo necesario es creatividad, flexibilidad y sobre todo legalidad”, dice en los pasillos de un foro con empresarios sobre el nuevo mecanismo de venta de divisas llamado Sicad II, ante la pregunta de cómo es hacer negocios privados en la Venezuela de hoy. “Pienso que en todas las épocas hemos tenido el mismo nivel de regulaciones, no sólo en este gobierno. Pero es del conocimiento público que el país está en una situación que no es fácil”.
Callizo, de 46 años, era un joven emprendedor cuando comenzó a reinar el chavismo en Venezuela y niega que algún sector particular haya sido favorecido. “Es falso totalmente. Todos, en un momento determinado, hemos sido favorecidos o no, como en cualquier país del mundo con ingresos como éste. Lo que me ha mantenido aquí es que éste es un país petrolero”.
Pese a ejemplos como el de Callizo, la economista Anabella Abadi, profesora de la Universidad Católica Andrés Bello e investigadora de la firma local ODH Grupo Consultor, sostiene que la actividad empresarial está a la baja en Venezuela. “Tras un máximo de unos 640.000 empleadores en el segundo semestre de 2001, la cifra ha venido cayendo hasta cerca de 418.000 para diciembre de 2013”, dice citando cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE). “Esta caída de más de 220.000 patronos se traduce en la pérdida de más de 1,1 millón de empleos”.
Los buenos compañeros. El sicólogo Luis Pedro España, experto en la pobreza estructural de la sociedad venezolana, recuerda los tiempos del boom petrolero y del consumo, una época en que las empresas buscaban cómo montarse en esa ola para ofrecer bienes y servicios. “Todas tenían claro que era una burbuja temporal”, señala España. Pero durante esos años, en algunos sectores más cercanos al oficialismo, surgió “una nueva burguesía de recién convertidos a empresarios”.
Se refiere a aquellos que supieron camuflarse y cobijarse a la sombra del poder chavista. Se habla en Venezuela de grandes fortunas emergentes favorecidas por la especulación con divisas y contratos públicos, en un sistema donde las licitaciones y concursos abiertos no existen desde hace años.
Pero seguir el curso de este dinero es una tarea ardua. “Difícil y peligrosa”, señaló una fuente empresarial bajo la condición de anonimato por temor a represalias. “Hay una enorme capacidad de corrupción y eso ha abierto la puerta a un grupo de jóvenes en especial con contactos en el gobierno”, señala en alusión a los ostentosos “bolichitos”, una variante de los boliburgueses, “yuppies” del socialismo a la venezolana con estrechas relaciones con ministros del chavismo.
Para el director ejecutivo de la Cámara de Caracas, Víctor Maldonado, los empresarios que salen ganando “son los que atienden el llamado del gobierno para atender la crisis de abastecimiento, vendiéndoles caro, por su capacidad logística y su disposición. Ése es un mundo poco transparente.
Hasta los más acérrimos defensores del régimen advierten estas contradicciones. “Los negocios no tienen preferencia política ni ideológica si facilitan la mayor acumulación de capital”, reprocha el politólogo y sicólogo social chavista Nicmer Evans, una de las voces críticas dentro del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv).
Para Evans esta “burguesía parasitaria, tanto de izquierda como de oposición”, se ha visto beneficiada de la especulación financiera y el control de cambios vigente desde 2003 y de su “burocratismo perverso”. En ellos ve “los indicios de una inexplicable situación de desabastecimiento y escasez que cada día se agudiza más sin una solución a corto plazo”. Desde su postura, Evans se aleja de la consigna oficial que atribuye la crisis a “la guerra económica” del capitalismo y el imperio estadounidense contra el chavismo.
Dólar esquivo. Arnoldo García es un empresario mediano de Caracas. Su negocio tradicional ha sido la exportación de mármoles y granitos, y como muchos de su tipo se ha visto enfrentado a una de las más extrañas paradojas del neosocialismo venezolano: “Muchas empresas migraron a la importación, pues obtenían más divisas para productos terminados que para maquinarias e insumos”, se queja.
De este modo el billete verde del imperio ha terminado siendo el verdadero negocio de muchos empresarios. “Más incluso que la mercadería”, afirma García.
Asdrúbal Oliveros, economista de la consultora Ecoanalítica, calcula que al cierre de 2013 el gobierno debía US$ 56.215 millones a empresas privadas en divisas para importaciones, cartas de créditos, repatriación de dividendos, expropiaciones y servicios para la corporación estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa). “El modelo ideológico del chavismo tiene una premisa fundamental: el Estado como importador”, observa.
Las distorsiones son tales que se sabe de casas matrices de empresas extranjeras reportando compras directas desde Venezuela, hechas por intermediarios que se pasan por encima a los representantes locales de esas firmas, explica la fuente empresarial consultada por AméricaEconomía.
Según el ministro de Educación y vicepresidente del área social, Héctor Rodríguez, el 40% de las empresas que accedieron a divisas preferenciales a través de la Comisión de Administración de Divisas (el sistema que regía el control de cambios hasta hace poco) “son empresas de maletín”, existen sólo en el papel. Su giro es conseguir las divisas baratas y ganar con el diferencial cambiario en el mercado negro.
El propio Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional y segundo hombre al mando en el país, afirmó que el 40% de las importaciones de alimentos básicos se fuga a través de la frontera para ser vendido mucho más caro al otro lado.
La escasez de alimentos ronda el 26%, según el Banco Central, y los gremios industriales denuncian los retrasos en la entrega de divisas para pagar bienes y servicios. La sequía se extiende a maquinarias, repuestos, productos cosméticos, de limpieza y aseo personal, envases, equipos y reactivos para hospitales, electrónicos, computadoras y teléfonos.
Con el nuevo sistema cambiario Sicad II, basado en la negociación de bonos de deuda pública en bolívares y en dólares, “hoy estamos viviendo la tercera devaluación en el presente año”, señala Evans.
Según el presidente Nicolás Maduro, este nuevo sistema cambiario garantizará “el libre desarrollo de la inversión de divisas en el país” e impulsará el “desarrollo productivo”. Evans no lo ve así. La medida “terminará beneficiando a los mismos de siempre: la burguesía financiera y comercial, sin que esto se traduzca en más y mejor producción nacional”, sostiene.
Sobre la escasez de divisas, el economista Víctor Álvarez, ex ministro de Industrias Básicas del ex presidente Hugo Chávez, dice que tanto los chavistas como los no chavistas están impactados por la situación general de la economía. “Lo que hace la diferencia es que el espacio dejado por los que se oponen directamente al gobierno ha sido llenado y cubierto por esos sectores empresariales que han surgido en los últimos años”, sostiene.
Esta nueva casta empresarial de signo variopinto estaría aprovechado licencias de importación agrícola e industrial, que de hecho son un monopolio. “Sólo ellos están autorizados a importar y han tenido acceso preferente a la liquidación de divisas, lo que es usado como mecanismo de control político. Las compras gubernamentales se orientan en ese sentido”, dice Álvarez.
La lectura que hacen de este rompecabezas los empresarios como Callizo es que el gobierno habla claro: “tengo los dólares, pero no para que te los lleves al exterior”.
¿Hay salida para este país que fue en su momento el oasis democrático de América Latina en tiempos de las dictaduras militares? Incluso los empresarios afines al gobierno lo ven difícil. A juicio de Callizo, “la mayoría de los venezolanos están atrapados entre dos medias verdades”. Afirma que el problema de fondo es que en Venezuela “se rompió el pacto social” entre el gobierno y el sector productivo y hace falta “un buen negociador entre las partes”.
“Ni yo te escucho ni tú me escuchas”, dice al resumir los efectos de la creciente polarización.
Y volviendo a lo estrictamente económico, este empresario, que desde enero trabaja a 50% de la capacidad instalada por falta de inventarios, tiene una visión matizada: “Veo en el corto plazo un escenario complicado, hasta tanto se empiece a ordenar la parte macroeconómica, que es el gran problema. A mí me ha ido muy bien en los últimos 15 años, como empresario nacional he crecido más. Hay un sector fortaleciéndose y yo fui uno de ellos”, dice.