Tardó Skoda en cumplir con un trámite obligado en su gama: la cobertura del inmenso espacio abierto entre el Fabia y el Octavia, es decir, llenar el hueco de los compactos, el segmento de mayor aceptación popular en Europa.
Nunca es tarde y la marca checa, aunque con bastante demora, ya dispone de su modelo, el Spaceback, en este nicho, que copa tres de cada diez ventas de turismos en el viejo continente y elemento clave para atender los ambiciosos retos de alcanzar un millón de unidades vendidas en todo el mundo en 2018.
Skoda ya había hecho la incursión en el segmento compacto con el Rapid, pero la configuración de esta berlina, pensada para el sector del taxi, con el que la firma de la flecha alada ha sacado tan buenos réditos, por sus forma de sedan con tres cuerpos, no estaba del todo acorde con las preferencias de los clientes.
El Spaceback, sí, ya atiende al formato de un compacto para competir en el campo abierto de los mercados con modelos como el Seat León, el Renault Megane o el Opel Astra, y se atiene a cotas muy en la línea de la ortodoxia de este tipo de vehículos.
No obstante, en su propia denominación Spaceback hay un guiño superdirecto al espacio, plenamente corroborado cuando se entra en el vehículo y se aprecia la distancia entre ejes, pues, aunque es 18 centímetros más corto que el Rapid, el recorte se concentra en el recorte operado en el voladizo trasero.
Esta larga distancia entre ejes marca profundamente el dibujo del coche desde la visión lateral, donde han primado trazos deportivos que recuerdan mucho en el recorrido ocular de toda su longitud al Audi A3 y que coronan al final con un sucinto alerón superior y la tercera ventanilla lateral.
Por delante, las coincidencias de dibujo con el Rapid están en todo lo alto en la disposición de la parrilla, sus láminas, la colocación del logotipo y de los faros, incluso los antiniebla. Imitación al cien por cien.
Por detrás, los pilotos con la semblanza en forma de C, típica de las berlinas de Skoda, y un portón de formas clásicas, pero supeditado a la amplia zona acristalada de la ventanilla que le toma buena parte de su superficie.
Skoda hace del Spaceback un referente de precios en el segmento que va a ocupar, por eso una vez dentro del habitáculo, que no se esperen grandes lujos, pero sí soluciones muy bien trabajadas de habitabilidad.
Respecto al primero, nuevamente el Rapid aparece en la instrumentación, similar por completo. Se ven y se aprecian profusión de plásticos duros, pero sin que impere una sensación de pobreza, más bien de sobriedad.
Los asientos reciben una tapicería discreta en cuanto al tacto, aparentemente resistente, pero su baza poderosa reside en una alta comodidad para el pasaje, junto a un más que aceptable recogimiento de las zonas corporales más sensibles, incluso en la segunda fila, casi siempre desatendida en este menester en el resto de berlinas.
Pero, con todo, el poder de atracción reside en la distancia entre filas de asientos, de 64 centímetros y, respecto a la cabeza, de 98, magnitudes, ambas, sin parangón, en el segmento compacto.
Tratándose de Skoda, el maletero no podía quedar en mal lugar, y el aserto lo avala esa capacidad de 415 litros, que si no es la mayor de su categoría, le ronda en la cercanía. Pero, por encima de los números hay que ir a soluciones como el doble suelo para facilitar dos niveles de carga. Hay que matizar, que este recurso forma parte del equipamiento opcional. Reclinada la segunda fila, la capacidad se amplía hasta 1.380 litros, con el inconveniente de no ajustarse a un suelo plano. Otro punto fuerte de la zona de carga es el bajo umbral (67 centímetros) de carga.
No ha sido el caso de la unidad probada, que sí se apunta a la característica resaltada del fabricante de una magnífica luminosidad interior, pero en las opciones se incluye un techo acristalado que aumenta exponencialmente esta característica y que encuentra una inteligente prolongación en la ventanilla trasera, asimismo, de importante superficie, tal como se ha expuesto.
El ejemplo motriz del Spaceback probado por EFE hay que buscarlo en la versión diesel 1.6 TDI con potencia de 90 CV, en convivencia con otra de la misma cilindrada, pero quince unidades de potencia más.
Se trata de un motor muy suave de funcionamiento, algo retardado de reacciones, inconveniente que se puede agudizar a plena carga y en los tiempos cálidos de la primavera y verano, cuando la temperatura exterior haga obligatoria la conexión del aire acondicionado (en esta unidad no había climatizador).
En su régimen de marcha demanda altos regímenes de giro para mantener su viveza, pero ahí choca con el imponderable de subir, no excesivamente, los niveles consumo, porque en este apartado el Spaceback 1.6 TDI 90 CV, cumple a lo grande, siempre que se contenga el acelerador y se le mantenga en los registros adecuados de velocidad. En este contexto presenta una tarjeta de poco más de cinco litros a los cien kilómetros y en ciudad se cuida también al máximo, con promedios que no suelen rebasar los siete litros.
Este motor es uno de los de la gama que permite la combinación con la caja automática DSG, propia del grupo Volkswagen, en este caso de siete velocidades, de la que se ha dicho todo, siempre bueno, en rendimiento y suavidad de transiciones, con lo que no merece la pena insistir más.
La unidad motriz también se adecua a los parámetros de la línea Green Tec, de Skoda, que reduce el registro de gasto de gasóleo a un promedio de 3,8 litros (4,4 en la unidad probada) y emisiones de 99 g/km (118 en la convencional), gracias a la convivencia de elementos como el start and stop (presente en la que ocupa), neumáticos de baja resistencia a la rodadura y modificaciones aerodinámicas en la parrilla, las entradas de aire, los tapacubos y el alerón trasero.
La rodadura del coche es correcta sin más, penalizada por una sensación de agarre flojo en meteorología lluviosa que impone mayor atención. Con todo, es noble en casi todas las circunstancias de viaje y las suspensiones pueden percibirse como algo blandas.
El Spaceback estrena la dirección asistida C-EPS que controla los movimientos de volante mediante un servomotor eléctrico alojado en la columna de dirección, lo que ha hecho prescindir de la bomba del servo, los manguitos y el fluido eléctrico de la unidad hidráulica utilizada hasta ahora. Como sea, buena dirección, bien ajustada en resistencia y vueltas de volante y directa, muy directa, en la ejecución de trazadas.
La marca checa se ha posicionado con el Spaceback, una vez aplicados los descuentos promocionales y el Plan PIVE, con el precio como banderín de enganche. Es cuestión de tarifa únicamente, porque en equipamiento queda bastante exiguo. Baste decir que la unidad probada carecía de dispositivos automáticos de luces y limpiaparabrisas, elementos de serie obligados en toda la competencia desde el nivel de acceso.
Eso sí, los sencillos elementos de utilidad que componen la filosofía "simply clever" (compartimentos, papelera, posavasos y el rascador del hielo en la apertura del depósito), sencillos, pero que se echan en falta si luego se carece de ellos están en todo lo alto.