Desde la llegada de Lafarge a finales de 2004, tras adquirir la firma ecuatoriana Cementos Selva Alegre, que el mercado ecuatoriano no había visto la estabilidad que esperan los capitales externos. Una apuesta de alto riesgo que ha dado sus frutos: Ecuador ha estado en la mitad del mundo en que la demanda sí ha crecido.
“La mitad del mundo tiene una baja (en la demanda de cemento), la otra continúa creciendo”, decía en mayo de 2009 Bruno Lafont, principal de la gigante cementera de origen francés Lafarge.
En esa fecha la crisis financiera mundial estaba a la orden del día, pero el ejecutivo visitaba el Ecuador para inaugurar en la planta de Otavalo, el proyecto de expansión Llama, que había costado más de US$120 millones y que llevaba la producción al 1,6 millón de toneladas métricas anuales. Se apostaba a un país que desde la llegada de Lafarge a finales de 2004, tras adquirir la firma ecuatoriana Cementos Selva Alegre, no había visto la estabilidad que esperan los capitales externos. Una apuesta de alto riesgo que ha dado sus frutos. Ecuador estuvo en la mitad del mundo en que la demanda sí creció.
Vimos que la necesidad de cemento iba a crecer en el Ecuador (...) y fue una buena proyección, porque en ese tiempo empezamos a tener escasez de producto en el país”, dice ahora el gerente de Lafarge en el país, Charles Law.
En sus primeros años de operación en el Ecuador, la compañía produjo 780 mil toneladas métricas anuales; en 2009, vendió 1,1 millón de toneladas y durante este año, ya satisfecha con su potencial instalado, destinará unos US$10 millones a la ejecución de dos proyectos relacionados con seguridad y medio ambiente.
No es la única que está en esta dinámica. La filial ecuatoriana de la suiza Holcim -la mayor cementera del país- anda por el mismo camino. ¿Su objetivo? Lograr una capacidad instalada que supere el consumo nacional. Esto es más de 5 millones de toneladas métricas al año.
Mientras tanto las dos operadoras locales, Cementos Chimborazo e Industrias Guapán, cuya oferta bordea en conjunto el millón de toneladas de cemento, también buscan crecer en sus respectivos mercados.
En total, la industria presenta inversiones en concreto por más de US$200 millones que aumentarían la producción beneficiándose de un mercado local que no ha dejado de demandar cemento y cuya capacidad de consumo se ha incrementado en 29% en los últimos cuatro años hasta llegar a los 5,3 millones de toneladas anuales en 2009.
En Holcim la actividad es intensa. A mediados de año recibieron el nuevo molino vertical, componente fundamental en el proyecto de expansión de la capacidad de producción de su planta de cemento Guayaquil valorado en US$120 millones y que estaría listo en 2011.
Este ampliará la capacidad en fábrica en 54% y la ubicará en 5,4 millones de toneladas de cemento anuales. La tecnología que se prevé instalar, comentan sus directivos, le permitirá a Holcim producir más cemento durante períodos que no tienen una demanda pico de energía, aprovechar gran parte de la energía térmica residual de los procesos y producir una mayor variedad de cementos para satisfacer las necesidades de los clientes.
La compañía, que hasta finales de 2004 operaba como La Cemento Nacional, tiene en sus manos alrededor del 65% del mercado local -en 2009, despachó 3,48 millones de toneladas de cemento- y su posición predominante es vista con cierto resquemor por el capital nacional. Holcim y Lafarge captan juntas 85% de la demanda mientras Cementos Chimborazo e Industrias Guapán representan apenas el 15% restante.
A su máxima capacidad. Seguras de contar con una clientela cautiva en las regiones donde está instalada su infraestructura y pese a los momentos de transición que atraviesan, las cementeras que maneja el Estado también han encontrado formas de responder a la creciente demanda de cemento.
Desde finales de 2007, y tras un cambio de administradores, Cementos Chimborazo optimizó sus recursos, ajustó maquinaria y equipos para utilizar al máximo su capacidad instalada. Remontó así no solamente las pérdidas que por US$1,7 millón registraron sus balances de ese año sino, también, su bajo nivel de producción: de 220 mil toneladas anuales de cemento, ha pasado a 350.000 toneladas en este año.
En 2008, la cementera generó utilidades por unos US$5 millones; y al finalizar el año pasado, duplicó sus réditos. Con esos recursos, cuenta el gerente de Comercialización, Jorge Bonilla, “la empresa contrató con un grupo ítalo-ecuatoriano la instalación de una fábrica de hormigón pretensado cuya actividad inicial será la producción de durmientes para la rehabilitación del ferrocarril”. La meta es inaugurarla a finales del mes próximo y diversificar, a mediano plazo, su oferta de productos con valor agregado.
Cementos Chimborazo, cuyas acciones fueron traspasadas por el Banco Nacional de Fomento al Ministerio de Industrias y Productividad en mayo último, tiene prevista para el próximo año la adquisición de equipos que le permitan duplicar su capacidad de producción a partir de 2012. Su futuro, empero, no está claro; la intención del gobierno es permitir que las comunidades indígenas adquieran 36% del paquete accionario y que los trabajadores manejen 10% adicional.
La estrategia de Industrias Guapán ha sido similar. En los últimos cinco años, ha conseguido aumentar su producción gracias a la modernización y al uso más eficiente de sus instalaciones; en concreto, la cementera logró utilizar al máximo la capacidad instalada de su horno -1.100 toneladas diarias de cemento- y ampliar la capacidad de su molino, donde puede procesar productos intermedios (clinker) propios o adquiridos.
De esta manera, asegura el jefe de Recursos Humanos, Marcelo Rojas, “hemos mejorado nuestra capacidad de venta de cemento (…) y hemos crecido al ritmo del mercado”. Este momento, sostiene, “estamos en el óptimo máximo posible: 440 mil toneladas al año”.
Y aunque el plan estratégico que los directivos de Industrias Guapán elaboraron el año pasado incluye la posibilidad de invertir en una nueva planta, cualquier decisión sobre el futuro de la compañía está en compás de espera mientras no se traspase el 99,98% de sus acciones al flamante Banco del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (BIESS) o Banco del Afiliado.
“Dejamos de ser propiedad del Seguro Social, pero pasamos a manos del Banco del IESS porque la ley que aprobó la Asamblea determina que la empresa formará parte del patrimonio de la institución financiera (…) y que ésta tiene dos opciones: quedarse con ella o enajenarla”, explica Rojas.
Rentabilidad segura. Distintas sus estrategias, pero similares los resultados que obtuvieron las cuatro compañías durante 2009. Según el ranking de las 500 empresas más grandes del país, publicado recientemente por la revista Vistazo, todas elevaron su nivel de ingresos por ventas y su rentabilidad; Holcim y Lafarge se ubican entre las diez más grandes del sector de la construcción con ingresos por US$370,85 millones y US$125,45 millones, respectivamente.
Mientras Industrias Guapán y Cementos Chimborazo sostuvieron sus posiciones gracias a un incremento de sus ventas en 13% y 28%. Los directivos de las cementeras saben que la importante inversión estatal en obras de infraestructura es, desde el año 2007, uno de los motores que mayor impulso ha dado a la construcción: luego del excepcional crecimiento que experimentó este sector en 2008 (13,8%, según el Banco Central), su expansión se ubicó en 5,4% durante 2009 y se prevé un porcentaje algo más bajo para este año.
Las expectativas empresariales a corto y mediano plazo siguen centradas por tanto en los recursos que el gobierno destine a la obra vial, en la futura ejecución de proyectos de gran importancia -como las centrales hidroeléctricas Coca-Codo Sinclair, Sopladora y Toachi-Pilatón- y en las facilidades de financiamiento que las instituciones financieras públicas ofrezcan a los constructores de vivienda.
Los empresarios no dejan de reconocer que el dinamismo en el mercado del cemento también se debe a las inversiones privadas en el sector de la construcción, y al envío de remesas de los migrantes -“la crisis afectó un poco este ingreso, pero estamos viendo que otra vez empiezan a subir”, dice Charles Law, gerente de Lafarge.
Una contracción de estas últimas, sentida sobre todo en el primer semestre de este año, ha reducido sin embargo las previsiones de crecimiento de las cementeras. “Hasta el mes de agosto, la industria decreció respecto al año anterior; (…) en los cuatro últimos meses, creemos que va a recuperarse porque la construcción privada ha empezado a moverse y crecerá al final del año de 3% a 4%”, dice Jorge Bonilla, directivo de Cementos Chimborazo.
Law cree que este vaivén es pasajero y que “la buena demanda de cemento del año 2009 va a continuar en 2011 debido a los proyectos de desarrollo que tiene el país a nivel público y privado”. Si esta positiva proyección se concreta, la industria habrá ganado aún más fama de ‘buena salud’.
Buena salud que contagia a otras empresas del sector constructor como Unión Ferretera (Unifer). Su gerente general Nicolás Trávez, aún celebra el incremento del 71% en ventas durante 2009. El año anterior se convirtieron en distribuidores de Lafarge para la región del sur de la Costa, una zona en que la multinacional no servía con agentes propios. La expansión continúa.