Esa fue una de las dos grandes conclusiones en un nuevo encuentro de la Asociación Regional de Empresas de Petróleo y Gas Natural en Latinoamérica y el Caribe (Arpel), celebrado en Uruguay.
El Observador de Uruguay. Son tiempos turbulentos para la industria petrolera. Entre los precios históricamente bajos, la elevada inestabilidad geopolítica, y el arrollador avance de las energías renovables, las grandes compañías internacionales se han visto obligadas a repensar sus modelos de negocios y a tomar medidas de reestructura. Si algo las salva, es que forman parte de una industria acostumbrada a los altos riesgos y en la que la volatilidad es fiel compañera desde hace más de un siglo.
En este contexto internacional de grandes incertidumbres fue que se llevó a cabo la semana pasada en Punta del Este un nuevo encuentro de la Asociación Regional de Empresas de Petróleo y Gas Natural en Latinoamérica y el Caribe (Arpel), donde ejecutivos, gobernantes y expertos expusieron sobre los principales desafíos de una industria que ha sido sostén de la vida moderna.
Los precios en un pozo. Dos conclusiones sobrevolaron las sucesivas conferencias. Una de ellas fue que, al menos por los próximos cinco años, los precios se mantendrán en los niveles actuales, oscilando entre US$ 50 y US$ 60 el barril.
Si bien los países productores de petróleo han maximizado esfuerzos para impulsar al alza los precios del crudo, no alcanzaron los resultados esperados.
Desde principios de este año, los países de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y otros 11 que no la integran comenzaron a reducir su producción de barriles diarios para acortar la oferta y presionar hacia una alza de los precios. La medida, que tuvo un efecto efímero al elevar el precio 20%, no prosperó. El principal culpable de ello es Estados Unidos, que alcanzó niveles récord de explotación de yacimientos no convencionales y elevó la oferta de crudo por encima del promedio de los últimos años. El país norteamericano ha mejorado sustancialmente la eficiencia en la extracción no convencional, que requiere economías de gran escala debido a que es más costosa que la extracción tradicional.
El próximo 25 de mayo los países exportadores de petróleo se reunirán para discutir la firma de un nuevo acuerdo para reducir aun más la oferta de crudo. El concepto extendido es que la industria deberá aprender a convivir con precios bajos por un tiempo. Esa situación, que ya ha provocado el cierre de un centenar de compañías petroleras, obliga a las empresas a mejorar sus rendimientos, especialmente en términos de reducción de costos, si quieren mantenerse a flote.
El repliegue se traduce en un descenso generalizado de las exploraciones offshore (mar), que exigen inversiones elevadas a riesgos muy altos.
Renovación. La otra conclusión fue que a pesar de la creciente participación de las renovables, el petróleo y el gas siguen siendo indispensables en todo el mundo, por lo que el reinado de las fuentes fósiles, según auguran los expertos, persistirá unas décadas más.
"Al menos hasta el año 2050, los fósiles primarán en el mix energético", opina John Martin, vicepresidente del Comité Ejecutivo de la WPC (Consejo Mundial del Petróleo). En diálogo con El Observador, Martin aseguró que la ecuación empezará a cambiar entre 2050 y 2100.
Mientras tanto, las compañías de la industria se enfrentan al estigma que las cataloga como anticuadas y nocivas, en contraste a las energías renovables, que son vistas como más amigables. Martin admitió que "las grandes empresas petroleras no proyectan una buena imagen al público", aunque manifestó que en los últimos años han mejorado en ese plano, sobre todo a raíz de inversiones para el desarrollo de energías "más limpias". Aquello de "si no puedes con tu enemigo, únete a él" parecería ser la estrategia adoptada. En ese intento por apuntar a energías más respetuosas del medioambiente, el gas natural (que no es renovable, pero tiene un impacto ambiental menor al petróleo) está acaparando cada vez más protagonismo en las principales empresas de la industria. "En Shell representa el 70% del negocio; en Total y Exxon alrededor del 60%", comentó el vicepresidente de la WPC.
América Latina se sabe frente a una oportunidad, siendo una región rica en ese recurso. La matriz energética del continente, en comparación con la mundial, presenta una mayor participación de gas natural.
Para el caso de Uruguay, la directora de Energía, Olga Otegui, explicó que el gobierno piensa en el gas natural como la fuente más eficiente para complementar el cambio en la matriz eléctrica y destacó el proceso de instalación de la planta regasificadora, que fracasó en su primer intento y ahora está siendo renegociado y redimensionado. Según Otegui, el gas natural sería importante "no solo para un uso térmico y eléctrico, sino como alternativa energética para el sector industrial".
El foco, según coincidieron los distintos representantes políticos, debería estar en la concreción de acuerdos de cooperación para complementar las fortalezas energéticas de cada país. Márcio Félix, secretario de Petróleo y Gas Natural del Ministerio de Industria brasileño, dijo a El Observador que su país está planeando ampliar la producción de gas natural y que "cada Estado reclama una planta regasificadora, pero no todos la podrán tener". Félix adelantó que el gobierno de Temer prevé construir una planta en Río Grande del Sur y afirmó que "sería bueno poder coordinar con Uruguay para que haya complementariedad en caso de que acá (por Uruguay) se termine instalando una regasificadora".