Con nuevos consumidores de alto poder adquisitivo, de países como Brasil y China, comiendo más carne, los ganaderos argentinos están perfeccionando su tradición centenaria como productores de carne para satisfacer la creciente demanda global de semen, embriones y conocimiento de genética.
Duggan, Argentina. Montecristo pesa más de una tonelada y con esas dimensiones produciría mucho bife argentino de primera calidad. Pero los ganaderos no están interesados en mandar a toros como él al matadero, su semen es mucho más valioso.
Con nuevos consumidores de alto poder adquisitivo de países como Brasil y China comiendo más carne, los ganaderos argentinos están perfeccionando su tradición centenaria como productores de carne para satisfacer la creciente demanda global de semen, embriones y conocimiento de genética.
"Nosotros no tenemos que hacer propaganda, la mayoría de la gente asocia la palabra Argentina con carne, esa es una de las fortalezas que tiene nuestro país", dijo Mariano Etcheverry, secretario de CABIA, una cámara que agrupa alrededor de 20 compañías de genética bovina.
Con la ayuda de la fama del bife argentino, los productores dicen que las exportaciones a Brasil, Bolivia, Uruguay y Paraguay aumentaron en los últimos años por el fuerte crecimiento económico en América del Sur, que aumenta el poder de compra de la clase media. Algunos encontraron nuevos mercados también en Colombia y Venezuela.
Aumento de exportaciones e interés chino. Las exportaciones de semen bovino se multiplicaron diez veces en la última década, en parte gracias a la devaluación del peso después de la crisis económica de 2001/02, dijo Etcheverry. Pero es el interés de China en genética bovina lo que está generando grandes esperanzas entre los productores argentinos, que ya envían la mayor parte de sus exportaciones de granos de soja al mercado asiático.
"Los chinos están deseosos de comprar genética argentina, ellos son una población muy grande y tienen gran demanda de carne", dijo Guillermo García, director de Las Lilas Genética, ubicado cerca de Duggan, a 125 kilómetros de Buenos Aires.
Otra empresa productora, Don Panos, también está en conversaciones con inversores chinos. "Más allá del material genético, lo que les interesa es que les vendan la tecnología, es decir el modelo productivo, porque les interesa producir eso en el futuro", dijo el director de la compañía, Carlos Marietti.
Overoles. En el rancho de Las Lilas, en la llanura Argentina, los 65 toros están en corrales individuales divididos por alambrados electrificados para evitar que se peleen.
Durante "cosechas" regulares, los trabajadores toman rápidamente el semen de toros como Montecristo con contenedores de plástico antes de que los animales puedan montarse sobre las vacas que desfilan frente a ellos.
"No es peligroso. Los toros están acostumbrados", dijo García mientras los trabajadores esquivan y eluden a los enormes animales, vistiendo overoles y guantes.
Una vez que el semen pasa revisiones de calidad, se diluye para hacer 300 dosis que se mantienen en nitrógeno líquido y se venden por alrededor de US$10 cada una. García dijo que el precio puede ser mucho más alto si el animal tiene buen historial genético.
"Una dosis de un toro de Palermo puede costar US$50", dijo, en referencia a los ganadores de la feria anual del campo, La Rural, una vitrina para la industria.
Antes de decidir que semen comprar, los productores examinan detalles sobre el tamaño del toro, su peso y estimaciones de cuánto alimento sus terneros pueden necesitar o cuan tierna puede llegar a ser su carne.
Las compañías argentinas todavía están por detrás de sus competidores en Estados Unidos o Canadá en porcentaje de mercado, pero los productores locales dicen que lograron crear un nicho entre rancheros que buscan ganado que produzca carne magra y con mucha proteína con una necesidad de alimento relativamente baja.
Soberanía alimenticia. En La Rural, el pasado ganadero del país se hace más evidente, donde manos campestres pasan horas acicalando y mimando ganado con la esperanza de obtener una distinción potencialmente lucrativa.
Cientos de miles de visitantes pasean alrededor de la muestra para ver los animales cuidadosamente arreglados. Pero detrás del espectáculo turístico, los productores logran acuerdos por mucho dinero e intercambian experiencia.
Después de pagar US$15.000 por un joven toro ganador en la exposición, Ricardo Smith, que preside CIALE, una de las empresas de genética bovina más grandes del país, dijo que estaba dispuesto a pagar aún más, apostando por el potencial todavía no comprobado del toro. "Lo vamos a aprovechar genéticamente (...) Igual es un riesgo, puede ser Maradona o una decepción", dijo Smith al diario local Clarín.
Argentina fue el cuarto mayor productor global de carne en el 2009, al exportar 653.000 toneladas a mercados que incluyen Rusia y la Unión Europea. Pero para países asiáticos o africanos, que apuntan a agregar alimentos ricos en proteínas a sus dietas, importar bife argentino les resulta caro. Comprar genética les da la posibilidad de aumentar la calidad y la cantidad de carne producida en sus países a un costo mucho menor.
"Algunos países están interesados porque tener alimentos baratos para su población se ha vuelto un tema prioritario", dijo Etcheverry.
Marietti dijo que su empresa está en charlas con Ghana y Arabia Saudita, que quieren el "paquete completo", incluyendo semen de toro, embriones y el conocimiento, a medida que tratan de desarrollar una industria ganadera basada en el modelo argentino.
"Veo una demanda insatisfecha, y veo que se da esta paradoja en países que tienen recursos materiales, llámese petróleo, gas, y no tienen producción de alimento local (...) A lo que están apuntando es la soberanía alimentaria".