Francia tiene seis años de plazo para cerrar todas las centrales térmicas que funcionan con carbón. Al contrario que otros objetivos más a largo plazo o más ambiciosos, en este caso el país galo se encuentra en una buena posición para cumplir con lo anunciado.
El abandono del carbón como fuente para producir energía es un tema que lleva años debatiéndose, pero en el último encuentro de la Conferencia sobre el Cambio Climático (COP 22), en Marrakech, se ha avanzado en esta dirección. Uno de los mayores impulsos ha sido el anuncio que realizó el presidente francés François Hollande, comprometiéndose a que su país deje de usar el carbón para generar electricidad en el año 2023.
Francia tiene seis años de plazo para cerrar todas las centrales térmicas que funcionan con carbón. Al contrario que otros objetivos más a largo plazo o más ambiciosos, en este caso el país galo se encuentra en una buena posición para cumplir con lo anunciado. En estos momentos solo obtiene el 3% de su energía de esta fuente.
Desde los años 60 se lleva produciendo en Francia un progresivo abandono del carbón. Además, actualmente en Francia el 95% de la energía es baja en emisiones de carbono. Es un punto a favor de la lucha contra el cambio climático, si bien tampoco hay que olvidar que el 77% de la electricidad gala proviene de centrales nucleares, con lo que no se puede decir que la generación de energía sea limpia.
Sin embargo, el compromiso francés va en serio. En el debate público nacional ha entrado con fuerza la cuestión de si se debería crear un impuesto sobre el carbono, dirigido a aquellos que no cumplan con las condiciones del Acuerdo de París. Los que lanzan emisiones a la atmósfera tendrían que pagar por el daño social que según una estimación provocan esas emisiones.
En Francia se han puesto en marcha en los últimos años iniciativas a favor de las energías renovables y del uso de la electricidad como alternativa a los combustibles fósiles en el transporte. En lo que respecta a este último ámbito, en 2015 los coches eléctricos supusieron el 1,2% de las ventas de vehículos, la cuarta tasa más alta por detrás de Noruega, Países Bajos y Suecia. En Europa es el segundo país donde más coches eléctricos se matriculan después de Noruega (con datos de 2015) y en octubre de este año se sobrepasó la barrera psicológica de las 100.000 unidades.
Otras iniciativas que ilustran el impulso del país por la energía alternativa es un megalómano proyecto de construcción de una carretera solar de 1.000 kilómetros de extensión. Las autoridades medioambientales están trabajando sobre él y de llevarse a cabo con éxito podría abastecer de electricidad al 8% de la población francesa.