La industria mexicana es atractiva para proveedores de tecnología 4.0 como Stratasys, que ya tiene clientes como Audi, Ford y Volvo.
La industria automotriz instalada en México es sumamente atractiva para el desarrollo de valor agregado, pues posee un gran potencial para implementar la impresión 3D en la manufactura de sus procesos, que permitirá revolucionar el negocio con ahorros de costos y tiempos, afirmó Carlos Ramírez, gerente regional de Stratasys para América Latina.
La proveedora de tecnología 4.0 para la industria automotriz, Stratasys, que ya trabaja con Audi, Ford, Volvo, entre otras, afirma que ningún proyecto que mantiene con las armadoras y sus Tier 1, 2 y 3 en México se encuentra detenido por la incertidumbre que guardan las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) 2.0.
En entrevista con El Economista, Ramírez afirmó que el proceso de la modernización del TLCAN es observado como un asunto circunstancial, pero los negocios siguen dando frutos. “Confiamos en que en los próximos cinco años el crecimiento sea 100% en México”. La firma israelí que inventó la impresión 3D para la manufactura y que atiende a la industria automotriz, aeroespacial, electrodomésticos, salud, entre otros, realiza prototipos de calaveras, luces, molduras, entre otras piezas a base de fibras de nylon, termoplásticos, que suplen el metal, con lo cual le permite modificar estructuras a menor costo y tiempo.
Por ejemplo, Audi espera reducir los tiempos de entrega del prototipo hasta en 50% para la producción de cubiertas de luces traseras.
En tanto, la planta de manufactura de camiones Volvo en Lyon, Francia, reporta que el tiempo requerido para diseñar y fabricar estas herramientas se ha reducido de 36 días a sólo dos días utilizando la manufactura.
El consumo de los prototipos en termoplásticos con 15 diferentes diseños y colores en México muestra incremento de 20% en lo que va del año, respecto al mismo periodo del 2017, dijo el director regional de Stratasys.
Un molde en metal para la elaboración de una parte automotriz puede tener un costo de US$50.000, mientras que una impresión 3D puede oscilar en US$2.000, dependiendo de la pieza, tamaño y diseño.
Carlos Ramírez explicó que la impresión no forma parte de las tier automotrices ni de la línea de producción, sino que son parte del valor agregado de una manufactura, por lo que llamó a romper paradigmas y tener presencia local.
“Estados Unidos es una comunidad que adopta tecnología; en México somos más cautelosos y los cambios tardan. Nos cuesta trabajo cambiar los procesos de manufactura y cambiar a plásticos, sobre todo, en la industria automotriz en donde los cambios tienen que ser validados y certificados”, cuestionó.