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La caída de Thomas Cook: ¿debe el Estado rescatar a las empresas quebradas?
Lunes, Septiembre 30, 2019 - 11:08

Mientras el Gobierno británico se negó a salvar a Thomas Cook de la quiebra, su filial alemana Condor recibió un crédito de 380 millones de Alemania. ¿Está bien que Berlín haya intervenido?

Empleados, sindicatos y consumidores celebran el crédito entregado por el gobierno federal y el estado federado de Hesse a la aerolínea alemana Condor. La firma necesitaba un apoyo financiero de 380 millones de euros para sobrevivir a la temporada baja invernal. El ministro federal de Economía, Peter Altmaier, justificó el préstamo señalando que la empresa, en términos financieros, está sana.

Los criterios para las ayudas estatales son estrictos y, en definitiva, es la Comisión Europea la que decide si deben otorgarse. "Las ayudas de este tipo deben administrarse de la forma más limitada posible", dice Daniel Zimmer, director del Instituto de Derecho Comercial y Económico de la Universidad de Bonn. "Ese es un mandamiento económico", afirma. Esto, sin embargo, no siempre es evidente para los políticos, pues las ayudas estatales pueden ser también muy populares, como quedó en evidencia en el otoño de 1999 con la constructora Philipp Holzmann.

El canciller socialdemócrata Gerhard Schröder, al frente del Gobierno alemán en esa época, prometió una garantía estatal tras una reunión de crisis, además de una asistencia bancaria. Los trabajadores de Holzmann celebraron la decisión al grito de "Gerhard, Gerhard". Pero, al final, la ayuda estatal no llegó porque los bancos se encargaron de bloquearla. Tres años después, Holzmann era historia.

Mejor preguntar a los bancos privados. El compañero de partido de Schröder Helmut Schmidt, en cambio, tenía en 1982, cuando era canciller, una visión distinta del tema. "No somos los llamados a reparar las fallas del capitalismo", dijo ante las solicitudes de ayuda realizadas por la compañía eléctrica AEG. También el Estado rechazó apoyar a la empresa familiar Schaeffler, a pesar del emotivo llamado realizado por la matriarca Maria-Elisabeth Schaeffler en 2009. Finalmente la compañía logró salir adelante gracias a un acuerdo de rescate con bancos privados y tras negociar con su plantilla de trabajadores.

Así es como se hacen las cosas, dice el economista Zimmer. "Siempre es mejor recurrir a los bancos privados", piensa el experto. Pero otras empresas optaron por recurrir al Estado, y con razón, expone Achim Wambach, presidente del Instituto ZEW de Leibniz. En su opinión, si una empresa tiene problemas es porque el mercado financiero ya no sirvió. Y antes de dejar caer a las empresas "que temporalmente no tienen dinero disponible, el Estado debería ayudar", dice el investigador.

El Estado no debe intervenir si con ello una empresa se mantiene de forma artificial en el mercado y se distorsiona la competencia, dice el economista Zimmer, quien entre 2012 y 2016 fue presidente de la Comisión de Monopolios. "Pero si un shock externo amenaza a una empresa económicamente próspera, la lógica está más bien del lado de otorgar un crédito", añade. Eso es especialmente válido cuando hay poco tiempo para negociar préstamos con los bancos.

Explorar todas las posibilidades. Sin embargo, Wambach no está tan convencido de la conveniencia de la ayuda estatal en el caso de Condor. Él cree que el Estado pudo evitar este paso quizás ampliando la cobertura para viajes o involucrando a la industria bancaria por medio de esquemas de garantía de depósitos. Sin embargo, el Estado se siente casi forzado a intervenir, porque, de lo contrario, los viajeros quedarían varados.

Los préstamos estatales no siempre ayudan. Por ejemplo, en el caso de Air Berlin, hace dos años, el apoyo llegó demasiado tarde para salvar de la bancarrota a la empresa. En cualquier caso, los préstamos que otorga el Estado pueden recuperarse en caso de quiebra. Hay ejemplos positivos: la empresa de telecomunicaciones Mobilcom fue rescatada en 2002 y luego adquirida por Freenet. O lo que pasó con la empresa de cosméticos y detergentes Beiersdorf. En 2003, Hamburgo y la empresa Tschibo intervinieron para evitar su caída.

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Deutsche Welle