Esta es la realidad que relatan los habitantes de la favela Vidigal, probablemente la más privilegiada de Río de Janeiro por su excepcional localización: se encuentra a pocos metros del barrio más caro de la ciudad, Leblon.
Río de Janeiro. El precio de la vivienda en las áreas más exclusivas de Río de Janeiro se ha convertido en algo prohibitivo para la mayoría de cariocas, lo que ha provocando migraciones hacia áreas más baratas, como las favelas, a cuyos habitantes les queda la opción de irse más lejos o pagar más.
Esta es la realidad que relatan los habitantes de la favela Vidigal, probablemente la más privilegiada de Río de Janeiro por su excepcional localización: se encuentra a pocos metros del barrio más caro de la ciudad, Leblon, y tiene una vista increíble sobre las playas de la exclusiva zona sur de esta ciudad brasileña.
Como en todas las barriadas pobres de Río, los 10.000 habitantes de Vidigal tienen sueldos bajos y dificultades para llegar a final de mes.
Aún así, esta favela se ha convertido, sobre todo después de la pacificación, como es llamada coloquialmente la política del gobierno regional de instalar Unidades de Policía Pacificadora (UPPs) en áreas que eran controladas por narcotraficantes, en un ejemplo paradigmático de la especulación inmobiliaria en Brasil.
Mónica Silva vive en Vidigal desde hace once años y asegura a Efe que varios de sus amigos se han tenido que ir en los últimos años "a causa del aumento del precio de las viviendas".
Esta mujer, actualmente desempleada, dice que "la mayor parte de los habitantes de la favela gana el sueldo mínimo, que es de 722 reales (unos US$325), y que así no es posible alquilar un apartamento en la barriada, porque los más baratos ya están a 500 reales (unos US$225) mensuales".
Así como Mónica, la enfermera Priscila Pereira opina que "los precios de los inmuebles deberían ajustarse a la realidad para los habitantes de la favela y no para los extranjeros".
Y es que personas de todos los rincones del mundo encuentran cada vez más motivos para mudarse a Vidigal en busca de nuevas experiencias en una favela, algo que, junto a la preocupante burbuja inmobiliaria en Río de Janeiro, ha provocado que la construcción vaya "viento en popa y los precios también", en palabras del presidente de la Asociación de Vecinos, Marcelo Da Silva.
En los últimos dos años se han abierto dos inmobiliarias en la favela, que han encontrado una gran oportunidad de negocio. El dueño de una de ellas, Jonas Barcellos, reconoce a Efe que él "no compraría un apartamento en Vidigal, porque los precios son abusivos, han aumentado mucho", aunque asegura que es un lugar "con todas la comodidades, en el que es posible realizar el sueño de vivir en la Zona Sur de Río de Janeiro, que tanta gente tiene".
Marcelo responde que "esos vecinos que venden nunca más van a poder volver a Vidigal, porque no podrán asumir el coste de la vivienda" y asegura que la Asociación de Vecinos "no puede prohibir la compra-venta, pero trabaja para hacer entender a los habitantes que no se debe vender tan fácilmente a los especuladores".
En esa línea, el joven Christoffan Leite, que nació en la favela, augura que, "en veinte años, Vidigal se convertirá en un complejo de casas de lujo" y, señalando el mar, dice que estará "lleno de ricos que quieren ver cada día estas espectaculares vistas".
Además, la llegada de extranjeros también provoca, según Marcelo, "trastornos a los vecinos, como el exceso de coches o el ruido".
Parte de ese ruido lo provoca un albergue que organiza fiestas de música electrónica (poco común en Brasil) en lo más alto de la favela. Su público es principalmente extranjero o brasileño de clase alta.
El productor de cine sueco Miller Balay se hospeda en el albergue siempre que visita Río de Janeiro y asegura que allí encuentra "seguridad, inspiración y gente educada". Trabaja con su ordenador en una habitación desde cuya terraza tiene unas espectaculares vistas del océano Atlántico.
A pocos metros de él muchas familias se preparan para mudar a apartamentos más pequeños y otras ya han abandonado Vidigal rumbo a otras zonas muy alejadas de su trabajo y más inseguras.