El crowdsourcing, la colaboración en masa vía internet, se está transformando en la más poderosa y controversial herramienta de la red.
Los ejecutivos de General Electric conocen el lado amable de la colaboración masiva. Buscando ideas para llenar su pipeline de proyectos sobre energía sustentable, la compañía organizó el programa “Ecoimagination Challenge, un concurso abierto vía internet para recoger ideas de ciudadanos comunes y corrientes de todo el mundo. La compañía ya ha recibido 4.800 ideas, de las cuales 200 provienen de Latinoamérica. De hecho, GE tiene un fondo de US$ 200 millones aportados por compañías de capital de riesgo para financiar las mejores.
Se trata de un sistema de colaboración que ya se ha popularizado como crowdsourcing: la masa como proveedora de servicios. “El crowdsourcing permite llegar a un público masivo de una forma rápida, expedita y a un costo más bajo, al mismo tiempo que plasma en una misma plataforma las visiones, vivencias y necesidades de personas en distintas partes del mundo”, dice la argentina Cecilia Albuixech, gerenta de comunicaciones corporativas para Chile, Perú y Argentina de GE.
Hay portales especializados que llevan estos modelos a las empresas. Es el caso de Worth1000.com, en el que una bolsa de creativos compite con sus propuestas en concursos propuestos por organizaciones que buscan resolver problemas de diseño. Innocentive.com es un esquema similar, pero para reunir conocimientos químicos, físicos e ingenieriles. En ambos, las empresas deben ofrecer un premio en dinero a la propuesta ganadora.
Para los informáticos, el crowdsourcing no es un concepto nuevo. Lo popularizaron a fines de los 90 mediante modelos de colaboración online para desarrollar software libre. Muchos programadores dedicaron horas gratuitas de trabajo conectados a internet para colaborar en la creación del sistema operativo Linux. Con ello, muchos nuevos paquetes de programas se terminaron en tiempo récord y a bajo costo. Lo novedoso es que esta misma lógica se está llevando a nuevas aplicaciones y funcionalidades no sin generar controversia.
“No se buscan soluciones solamente dentro de la organización”, dice el argentino Lisandro Sosa, gerente general de SQL Consultora, basada en Buenos Aires. “Acá se trata de innovar incorporando a mucha gente común y corriente que está demostrado que aún tenemos la capacidad de solucionar problemas complejos que ni los algoritmos más avanzados han podido enfrentar”.
La artificial inteligencia artificial
Las nuevas aplicaciones de crowdsourcing justamente buscan poner el intelecto humano donde la computación fracasa. Un grupo de hackers llamados The Extraordinaries crearon una de las aplicaciones online más exitosas para encontrar gente después del terremoto de Haití: en el epicentro del terremoto se subían a un sitio online cientos de fotos de personas encontradas, mientras otros subían fotos de personas a las que estaban buscando. Usuarios conectados a internet en todo el mundo revisaban estos archivos e iban marcando coincidencias. Miles de personas dedicaron su tiempo para ayudar a esta tarea totalmente gratis. Este uso del criterio humano en labores que inicialmente se pensaba que podrían ser hechas por computadoras (la identificación de rostros en distintas imágenes) ya es conocido como la Inteligencia Artificial Artificial.
El problema es que los objetivos no siempre son tan nobles. El gobierno de Irán, por ejemplo, creó una aplicación en el portal www.gerdab.ir para identificar a las personas que participaban en protestas en Teherán de acuerdo a los datos que tenían en sus registros de ciudadanos. Un pequeño beneficio monetario ofrecido a quienes hicieran una identificación ayudó a que cada usuario se transformara “en un apoyo a la seguridad nacional”, como decía el portal del gobierno.
Un ejemplo distinto es lo que hace Samasource.org, plataforma creada por una organización sin fines de lucro que busca dar trabajo en países poblados, con alto desempleo y un parque suficiente de conexiones a internet.
Por ejemplo, gente en India o en Irak revisa fotos en sus teléfonos móviles, marcando si el contenido es ofensivo o adecuado. A veces, el usuario en India debe agregar en palabras si la imagen se trata de un perro, un tigre o un auto. Asi mismo la persona desde su celular puede leer un contenido y ver si es que usa un lenguaje inadecuado y hace propuestas de edición. Por cada respuesta enviada recibe algunos centavos.
¿Tonto? Miles de personas haciendo lo mismo es lo que permite que grandes portales al estilo de LInkedin y Ask.com editen y protejan muchos de los contenidos creados por las redes sociales. Crowdsourcing como editores de contenidos.
Sin embargo, crowdsourcing y redes sociales no siempre crean círculos virtuosos. Una gran polémica surgió en Estados Unidos cuando se descubrió que un grupo de aseguradoras pagaba a miles de usuarios en redes sociales para que participaran activamente en debates en línea criticando la reforma de salud del gobierno de Obama. Lo curioso es que no pagaban en dólares, sino en monedas virtuales para ser usadas en juegos como Farmville. Hoy hay portales establecidos como Speak.org.uk y Subvertandprofit.com que ayudan a organizar protestas masivas para determinadas causas, ya sea en el mundo real como en internet. Con el advenimiento de este tipo de prácticas que facilita la participación colectiva no se podrá distinguir la honestidad ni la verdadera motivación de sus participantes.
“El crowdsourcing genera un desafío muy fuerte para la institucionalidad que surge de internet, pues en la colaboración colectiva, muchos no entienden el tipo de proceso del que están participando ni el objetivo final de su trabajo”, dice el estadounidense Jonathan Zittrain, profesor de derecho de Harvard y quien se ha especializado en los desafíos legales de internet. Su reciente libro The Future of the Internet and How to stop it desarrolla algunos de los desafíos que empuja el crowdsourcing. “En un modelo de crowdsourcing, un grupo de expertos podría estar colaborando para armar un arma nuclear, sin saberlo”.
Pero del crowdsourcing surgen también oportunidades invaluables. Liveops.com, por ejemplo, es un centro de llamados en la nube. Si un usuario está con tiempo libre y requiere pesos adicionales, entonces puede registrarse en el sitio, descargar la aplicación de Liveops y convertirse en un telefonista de un call center.
Las ventajas de costos que ofrece una solución como ésta a empresas que requieren un servicio telefónico liviano son las mismas que busca GE al lanzar su concurso por proyectos de energía sustentable. El desafío próximo es cómo hacer que las masas se responsabilicen de lo que hacen.